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-¿Qué estamos buscando, Michael?-Pregunto.

-Algo rojo.-Responde él.

No puedo evitar reír, aunque el tío se lo está tomando en serio.

-¿Pero qué cosa roja?

A estas alturas ya podíamos jugar al "Veo, veo."

-¡Una prenda roja! Algo así, me importa una mierda, que sea roja bastara.

-¿Bastara para qué?

Él me mira como si yo fuera un crío de 3 años. Como si fuera normal vagabundear a estas horas de la noche por ciudad buscando una prenda imaginaria. Buscamos por las calles, por la ropa olvidada aun tendida a secar, por los basureros. Miramos unas tías que están buenísimas entrar a un Pub, pero nada de prendas rojas. Estoy a punto de separarme de Mike, entrar a un minimarket de esos de mierda y comprar un pañuelo rojo o lo que sea. Quizás así me lleve al departamento y me de otra dosis porque los huesos ya me están empezando a doler. ¿Es correcto decir solo los huesos? Siento que no puedo respirar ni tragar saliva, siento mi cabeza arder y como mi estómago en cualquier momento se soltara.

-¡Maldición, Michael!-Me quejo, cuando un auto pasa por la calle y me empapa con agua estancada del suelo. Mike solo se echa a reír.

Se rinde por fin cuando encuentra a un amigo. Es un tío algo ya mayor, aún más viejo que John, pero parecen conocerse desde siempre y eso a mí me da celos. Ni siquiera sé porque. Quizás vea en Mike lo que nunca tuve de Jake, o veo en Mike lo que nunca tuve en Javo. De hecho, quizás, solo quizás, veo en Mike lo que nunca vi en una chica. El tío, tiene uno de esos chalecos reflectantes naranjos y huele como si no hubiera tomado una ducha en semanas, pero tiene una botella de vino y ahí nos quedamos. Mike se derrumba en la acera mojada y me siento a su lado para tomar un poco también. Después de la vuelta de mierda que hizo que me pegara me lo merezco.

El amigo de Mike esta borracho y se está peleando con el último auto estacionado, que parte rajado sin darle algún dinero. Ahora la calle está vacía, solo la ocupamos nosotros y un perro pulgoso que está en la otra esquina revisando la basura. Es un cuadro lamentador, así que me rio, me rio tanto que Mike debe golpearme algo para reaccionar.

Saco un cigarrillo y le doy uno también al hombre esté, el que estaciona los autos mientras Mike prefiere fumar su hierba de mierda. El tío es simpático cuando te acostumbras a su olor, nos cuenta que una ambulancia paso por aquí en la mañana, que alguien se había tratado de matar tirándose por el metro. Tuvieron que cerrar la estación como por tres horas, obligando a los transeúntes a pedir taxis. Michael empezó a decir no sé qué cosa de la vida y de la ciudad. Lo habrá sacado de un libro como todos sus estúpidos monólogos. Luego nos despedimos y nos apresuramos a tomar el último tren antes de que cierren el metro.

Alcanzamos a tomar el último de la noche, y nos sentamos en el suelo debajo de todas las patas sudorosas de las personas que vuelven a su hogar. Es divertido verlos, me entretengo harto. Es como una fiesta de disfraces, porque al fin y al cabo todos somos humanos pero luciendo diferentemente.

El vagón se empieza a llenar y el aire está atrapado. Mike está en silencio y eso hace que me concentre en mis pensamientos y el vino me dejo algo mareado. Solo puedo concentrarme en una vieja sesentera que me mira feo, cuando Mike me apunta a una chica que tiene color de labios muy brilloso se sube al vagón.

-Tienes que ponerte alguna vez color en los labios.-Dice Michael y se ríe. Yo también quiero reír, pero sé que probablemente vomite y esa señora vieja ya me está mirando mal para cagarla de más. El metro está en modo subterráneo y las luces pasan como relámpagos por mis ojos. Y Mike sigue riendo. Jake siempre decía que el metro es medio de transporte para pobres. El aire huele mal, huele a encierro, huele a personas, sudor, exhalación. Voy a vomitar. Voy a vomitar.

Me paro, y no lo pienso dos veces. Empujo a las personas que están subiendo y salgo. Y me importa un carajo que Mike no me siga. No me importa si el metro cierra sus puertas y Mike se va y nos perdemos.

No puedo parar de pensar en el tío que se quiso suicidar. Me imagino la situación clarísima. Él hombre tratando de tirarse a las vías, los guardias sujetándolo o rescatándolo a tiempo. La gente enojada por el atraso gritándole groserías porque no llegarían a tiempo a su destino. Porque tendrán que pagar otro viaje. Porque son unas gilipollas de personas y no les importa nada que no sean ellas. Me imagino al tío que se quiso suicidar.

Me alejo del andén, apoyo una mano en la pared y lo devuelvo todo. Es un vomito sanguinolento, pero luego recuerdo que casi me bajo la botella de vino solo. Siento unas manos en mi espalda, el vagón de metro ya se fue. Termino de vomitar y Michael me dice "Ya está, está bien, vamos, sentémonos por aquí." Y nos sentamos bajo unas escaleras como unos yonquis de mierda, arriba de nosotros suben y bajan personas apuradas para tomar los últimos vagones, la estación ya está cerrada. Yo me imagino a las personas vestidas con trajes aunque solo veo zapatillas. Personas sombras con maletas llenas de prendas rojas. Personas con un buen trabajo, una buena casa, una buena vida. Y de repente las sombras tienen la cara de mi madre, de mi padre y de Jake. De repente todas las sombras tienen la cara de Jake y no están bajando ni subiendo, si no buscándome. Buscándome. "Tom, Tom, Tom, Om, Mot." Repiten como un mantra.

El problema, que la gente correcta tiene una vida muy simple. Y yo no quiero ser simple.

Tom MotDonde viven las historias. Descúbrelo ahora