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El ojo morado es muy feo. Me lo miro en el espejo antes de romperlo. Me corto la mano, pero solo es un corte. Cicatrizara y quedara ahí, como todas las cicatrices invisibles que llevo conmigo.

Dejo el baño público y me voy al departamento de Michael. No pienso volver a mi casa, se acabó. No pienso volver a ver a mis padres a la cara. No pienso convivir con esa clase de personas.

Michael no está, así que vuelvo a la calle como perro con la cola entre las patas. ¿Qué hago? ¿A dónde voy? Mi estómago se revuelve, mi cabeza está zumbando como abeja. Me duele todo mi cuerpo, podría quedarme tirado en la calle, y dejar que me consuma la ciudad. Dejar que me liquide.

Quiero encontrar a Michael y que me dé de su uso personal, pero la verdad es que ni siquiera llevo dinero encima. Así que camino hacia la casa de Javo, donde está jugando videojuegos. Fumamos algunos porros pero no es suficiente. Me pregunta que me paso en el ojo y le invento una historia sobre que me robaron la otra noche. Un tipo rubio y un vikingo con una pistola. Le tengo que soportar una chorreada de insultos contra los extranjeros, contra los flaites y contra los ladrones.

-Resentidos de mierda.-Lo apoyo yo.-Son todas unas escorias de mierda. Como no tienen las mismas oportunidades que nosotros, les gusta cagarnos las vidas.



Luego vamos a robar algo de alcohol a los padres de Javo. Nos emborrachamos y es ahí cuando veo la mejor oportunidad del mundo.

-Ven, dame la tarjeta de crédito.-Le digo.-Iré a comprar más.

-Trae una bolsa de papas fritas.-Me dice, pasándomela un poco tambaleándose. Y el imbécil me da la clave.

Salgo de la casa, y me dirijo hacia el centro, camino al departamento de Michael. Me detengo en un cajero automático, y saco 500 lucas de una. No me sorprende que me acepte la transición. Guardo el dinero, rompo la tarjeta y sigo el camino hacia la casa de Michael. 

Tom MotDonde viven las historias. Descúbrelo ahora