Capítulo 8

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Las tribulaciones de la señora Weasley

     Vi como el señor Weasley corría por el pasillo, se detenía en la puerta y se fijó en mi.

     -¡Te he estado buscando por todas partes! -jadeó para luego mirar la puerta- ¿Cómo van? 

     Estaba pálido y con aspecto preocupado.

     -Ya han acabado -dije mientras me terminaba la galleta.

     En ese mismo momento, la puerta se abrió un tirón y Harry, que parecía haber estado corriendo hacia la puerta, casi chocó con el señor Weasley

     -Dumbledore no me ha dicho... 

     -¡Absuelto! -gritó Harry cerrando la puerta tras él-. ¡Absuelto de todos los cargos! 

     El señor Weasley sonrió, radiante, y agarró al chico por los hombros. 

     -¡Eso es fantástico, Harry! Bueno, era evidente que no podían declararte culpable con las pruebas que tenían, pero, aun así, no puedo decir que no estuviera... -Pero el hombre no terminó la frase porque la puerta de la sala del tribunal acababa de abrirse otra vez. Los miembros del Wizengamot comenzaron a desfilar por ella-. ¡Por las barbas de Merlín! -exclamó el señor Weasley, sorprendido, y apartó a Harry para dejarlos pasar-. ¿Te ha juzgado el tribunal en pleno? 

     -Creo que sí -contestó Harry. 

     Uno o dos magos saludaron a Harry al pasar, y otros, entre ellos Madame Bones, dijeron al señor Weasley: «Buenos días, Arthur.» Sin embargo, la mayoría esquivó su mirada. Cornelius Fudge y la bruja con cara de sapo fueron de los últimos en abandonar la mazmorra. Fudge se comportó como si el señor Weasley y Harry fueran parte de la pared, pero la bruja, una vez más, miró de arriba a abajo a Harry al pasar a su lado. 

     Luego me miró a mi, e hizo una desagradable risa. La saludé agitando la mano muy energéticamente, y ella movió ligeramente la mano, pero su cara con la nariz arrugada me indicó que todo lo contrario a lo que intentaba trasmitir.     

     El último en salir fue Percy. Al igual que había hecho Fudge, ignoró por completo a su padre y a Harry; pasó sin decir nada con un gran rollo de pergamino y un puñado de plumas de recambio en las manos, con la espalda rígida y la barbilla levantada. Los labios del señor Weasley se tensaron ligeramente, pero aparte de eso no dio señales de haber visto a su tercer hijo. 

     -Voy a acompañarte ahora mismo para que puedas contarles a todos la buena noticia -dijo el señor Weasley a Harry haciéndole señas para que lo siguiera tan pronto como Percy se perdió de vista por la escalera que conducía a la novena planta agarrándome de la mano-. Vamos Ela, no quiero volverte a perder de vista. Te dejaré en casa aprovechando que tengo que ir a ver ese inodoro público de Bethnal Green. Vamos... 

     -¿Y qué tendrá que hacer con el inodoro? -preguntó Harry, sonriente. 

     -Oh, bastará con un sencillo antiembrujo -dijo el señor Weasley mientras subían la escalera-, pero el problema no está tanto en tener que reparar los daños causados, sino en la actitud que hay detrás de ese acto de vandalismo, Harry. Hay magos que se divierten fastidiando a los muggles, y eso es la expresión de algo mucho más profundo y feo, y yo personalmente... 

     El señor Weasley se interrumpió a media frase. Acabábamos de llegar al pasillo de la novena planta y Cornelius Fudge estaba plantado a pocos metros de ellos, hablando en voz baja con un individuo alto que tenía el cabello rubio y lacio y el rostro pálido y anguloso. El individuo se volvió al oír pasos y también interrumpió la conversación; entrecerró los ojos, grises y de fría mirada, y los clavó en la cara de Harry. 

Lilianne y la Orden del FénixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora