El león y la serpiente
Durante las dos semanas siguientes, seguimos enseñando a los que querían. Yo llevé mi carpeta con mis propios apuntes, y también le recomendé a Harry que enseñara alguno de los de los que tenía apuntado en mis carpetas.
Una muy buena aportación con lo del ED, fue que Harry parecía que eso era lo que necesitaba para soportar las clases de la profesora Umbridge y que incluso le permitía sonreír de manera insulsa cuando la miraba a los espantosos y saltones ojos.
Harry y el ED le oponían resistencia delante de sus propias narices, practicando precisamente lo que más temían ella y el Ministerio, y durante sus clases, cuando se suponía que yo estaba leyendo el libro, hacía más rápido los deberes y resúmenes para tener más tiempo para practicar hechizos. Me costaba, pero cuando más aprendiera, mejor.
Recordé los momentos más satisfactorios de las últimas reuniones del ED: Neville había conseguido desarmar a Hermione; Colin Creevey había realizado a la perfección el embrujo paralizante; después de tres sesiones de duros esfuerzos, Parvati Patil había hecho una maldición reductora tan potente que había convertido en polvo la mesa de los chivatoscopios...
Resultaba casi imposible escoger una noche a la semana para las reuniones del ED, porque teníamos que adaptarnos a los horarios de entrenamientos de tres equipos de quidditch, que muchas veces se modificaban debido a las adversas condiciones climáticas. Pero eso no preocupaba a Harry: tenía la sensación de que, seguramente, era mejor que sus reuniones no tuvieran un horario fijo.
Yo pensaba lo mismo. Si alguien estaba observándonos, iba a costarle mucho descubrir un sistema predeterminado. En la cuarta reunión, llamé la atención de todos.
Les enseñé unos galeones. A muchos le brillaron los ojos.
-No os alegréis tanto, que son falsos -les dije en un gruñido-. Quiero que cojáis uno cada uno ¿Veis los números que hay alrededor del borde de las monedas? -dije mostrándoles una para que la examinaran al final de su cuarta reunión. La moneda, gruesa y dorada, reflejaba la luz de las antorchas-. En los galeones auténticos no son más que un número de serie que se refiere al duende que acuñó la moneda. En estas monedas falsas, sin embargo, los números cambiarán para indicar la fecha y la hora de la siguiente reunión. Las monedas se calentarán cuando cambie la fecha, de modo que si las lleváis en un bolsillo lo notaréis. Cogeremos una cada uno, y cuando Harry decida la fecha de la siguiente reunión, él modificará los números de su moneda, y los de las demás también cambiarán para imitar los de la de Harry porque les he hecho un encantamiento proteico. -mis palabras fueron recibidas con un silencio sepulcral-. ¿Qué? Me pareció buena idea porque aunque la profesora Umbridge nos ordenara vaciar nuestros bolsillos, no hay nada sospechoso en llevar un galeón, ¿no?
-¿Sabes hacer un encantamiento proteico? -me preguntó Terry Boot.
-Sí.
-Pero si eso..., eso corresponde al nivel de ÉXTASIS -comentó con un hilo de voz.
-¿Lo queréis o no? -pregunté.
-¿Por qué no te pusieron en Ravenclaw? -inquirieró Luna maravillada-. ¡Con el cerebro que tienes!...
-Soy una Hatstall.
-Yo también -sonrió Hermione-. El Sombrero Seleccionador estuvo a punto de mandarme a Ravenclaw -contestó alegremente-, pero al final se decidió por Gryffindor.
-Parece que te has esforzado mucho -dijo Fred con burla.
-Y luego actúas como si no te importara el grupo -dijo George con una sonrisa ladina-. Que monada.
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Lilianne y la Orden del Fénix
Hayran KurguQuinto año en Hogwarts, pero primero desde que Voldemort, o como yo le llamo, Tom (alias capullo) ha regreseado. Los cambios en profesorado son más notables que nunca por culpa de una de una bola rosa cara de sapo, y además me juego el pellejo...