Capítulo 13

743 62 47
                                    

La buena acción de Lily

     El resto de la semana me pasó lenta. Del martes por la tarde, después de Herbología, hasta el sábado por la mañana, estuve llena de deberes y obligaciones.

     De echo, incluso me las apañé para hacer buenas acciones. Por ejemplo ayudar a Harry. El martes por la noche, estaba haciendo mi ronda por el pasillo hasta que vi a Harry.

     -Ve a tu sala común antes de que te atrape otro y te imponga un castigo -le advertí pasando por su lado. 

     -Acabo de salir de uno -apretó la marcha para alcanzarme-, tengo la escusa.

     Entonces me detuve y mis ojos fueron a parar sin querer en el dorso de su mano derecha. El captó la mirada y se lo intentó tapar con la túnica.

     -Tienes que volver toda la semana ¿no? -le pregunté.

     -Si -gruñó.

     -Enséñame la mano -le exigí. 

     -¿Porqué? -me preguntó.

     -Porque si no lo haces te pondré una sanción -dije simple.

     -¡No puedes hacer eso! -dijo enfadado.

     -Tu mano Potter.

     -Si anda, ríete -puso la mano al descubierto bruscamente.

     -Episkey -murmuré con la varita a su dirección-. Sentirás un calor intenso y luego frío. Como no hay nada que curar, no curara nada, pero al menos no te dolerá. Supongo que no tienes intenciones de ir a la enfermería, por lo que te recomiendo que Hermione te aplique el hechizo. Tu solo no podrás, tu mano con la que sujetas la varita es la dañada. 

     -Esto... -dijo mirando su mano-. Gracias. ¿Cómo sabías lo de la mano? Y lo del hechizo.

     Simplemente alcé la mano en su cara. Había aprovechado lo de ser una metamorfomaga para tapar la cicatriz, pero la desvelé unos segundos y la volví a esconder.

     -¿A ti por que te castigó?

     -A tu sala común, Potter -dije para seguir mi camino.

     Después de ese día, no volví a intercambiar palabra con él, aunque me había topado el viernes con él y Ron. Por lo que parecía, Ron había entrado en el equipo de quiddich como guardián, y se había enfadado bastante con Harry por no decirle ni a él ni a Hermione sobre los abusos de la profesora. 

     Los dos iban tan concentrados que pasaron por mi lado sin darse cuenta.

     El sábado por la mañana, me desperté temprano. Me quedé un momento tumbada y contemplé el polvo que se arremolinaba en un rayo de sol que entraba por el espacio que había entre las cortinas de mi cama adoselada, saboreando la idea de que era sábado. 

     La primera semana del curso había sido interminable, como una gigantesca lección de Historia de la Magia. A juzgar por el silencio que había en la habitación y el inmaculado aspecto de aquel rayo de sol, acababa de amanecer. Me vestí y me fui al baño de los prefectos. 

     Nyx y Peque decidieron acompañarme. Los dos se habían llevado bien desde el primer día, seguramente porque Nyx era una orgullosa y Peque se quedaba fascinado con cada uno de los movimientos de mi lechuza.

     Cuando llegué a la estatua de Boris el Desconcertado -un mago con pinta de andar perdido, con los guantes colocados al revés, el derecho en la mano izquierda y viceversa- localicé la puerta, me acerque a ella y dije:

Lilianne y la Orden del FénixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora