Capítulo 16

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NOTA: perdonen la enorme tardanza, entre que he estado muy (demasiado) ocupada, y los tiempos libres que tengo hago varias cosas de crecimiento personal, no había podido seguir con la historia. de verdad una gigante disculpa, pero aquí está el capítulo 16, espero lo disfruten <3

"Mente suicida." 

Mi mente seguía sumida en mis deberes extras de Física por llegar con retraso a la clase del profesor Wilson. Nadie había notado mis marcas en el cuello, o tal vez a nadie le interesaba en lo más mínimo saber de donde provenían y el porqué de aquel color morado rojizo. El lápiz daba pequeños golpes sobre mi labio inferior mientras corría mi largo cabello de mi rostro. Pensaba cómo sacaría este deber de encima, no tenía la menor idea de lo que aquel papel blanco me pedía, el profesor Wilson se empeñaba en dejarme deberes casi todas las semanas, yo sabía que era por mi bien, o eso creía o intentaba convencerme al menos.

Escuché mi madre gritándome desde la cocina necesitando mi presencia allí. Cerré mis ojos con fuerza, no quería verla, no luego de lo que le había hecho a mi más preciado dibujo, a la razón de la cual Harry jamás se iría. Debía cuidar aquel pedazo de papel como si fuera lo más preciado que tenía. No quería que aquel hombre de angelicales rasgos se fuera de mi vida, él había sido el único que se había colado en mi corazón, logrando un contraste de sentimientos y sensaciones nuevas. Era retorcido, enfermizo, pero lo quería. Lo quería conmigo.Era contra toda regla, contra toda moral terrenal y celestial. Un ángel caería al instante si cometía tal locura de mantener una relación con su misión. Los seres de su clase jamás debían sentir, ellos no podían humanizar sus sentimientos. Una fina línea separaba el mundo de los mortales, con el de ellos. La línea entre los sentimientos y lo prohibido. Harry era inalcanzable, intocable. Besarlo había sido el comienzo de un gran error, al cual jamás le llegaría su bendito y feliz fin.

Solo esperaba que él no cayera, sólo quería que él siguiera en la gloria, en lo más alto. No podría perdonarme el hecho de haberle arruinado la vida arriba, sería como una tortura, un pecado pesado y triste con el cual debería lidiar toda mi miserable vida. No quería aquello para él, sólo lo quería conmigo, lo quería junto a mí, como siempre. Él no debía irse, él era la razón por la cual yo comenzaba a sonreír, y no quería dejar de hacerlo.

Volví a escuchar los gritos de mi madre llamándome. Bufé con molestia, debería bajar si no quería que me vengase a buscar y comenzara a generar una de sus más famosas escenas en mi propia habitación. Corrí escaleras abajo rezando a que nada malo se le esté cruzando por la mente. Cerré mis ojos con frustración para luego abrirlos y dejar a la vista mi figura en la entrada de la cocina, preparada para todo ataque contra ella. Era costumbre acercarme a ella, intentando amarla, quererla, y recibir a cambio golpes e insultos contra mi existencia, mi apariencia, mi inutilidad. No podía odiarla, no quería odiar a la mujer que me había dado la vida, la cual me había soportado nueve meses en su vientre.

Esto no podía terminar peor de lo que ya estaba, pero parecía propenso a hacerlo, su rostro furioso se mezcló con el humo que salía de su cigarro, el cual sostenía en una de sus manos con la yema de sus dedos.

-¿Qué ocurre?- Pregunté simulando interés. Quería demostrarle que seguía importándome a pesar de sus ataques contra mí, de su cólera contra mi alma y sus deseos fervientes de mi súbita muerte.

Sus ojos se clavaron furiosamente en los míos, demostrándome que no hacía falta mostrarme amable con su persona, ella sabía que era un sufrimiento para mí.

-Te he gritado más de tres veces, ¡¿acaso me escuchas?!- Preguntó frenéticamente revoleando sus brazos con fuerzas y dejando caer las cenizas del cigarro en los azulejos bajo sus pies.- Zoey, quiero que te encargues de un deber, debes hacerlo bien, espero que sepas cómo.- Se burló al final, una sonrisa surcó sus labios y mi corazón ardió en silencio.- Quiero que entables una muy buena amistad con ese tal chico... ¿Cómo era su nombre?... Oh, sí, Harry.- Sonrió irónicamente. Algo se traía entre manos, y el nombre de mi ángel en sus labios no se veía para nada grato.- Al parecer tiene un muy buen capital, de seguro es acaudalado, con herencias y estancias. Podrías aprovecharte de aquello.- Habló luego mientras dejaba el cigarro sobre uno de los ceniceros del lugar y limpiaba sus manos grises en la camisa gastada que cubría su pecho.

The Solitary Angel | h.sDonde viven las historias. Descúbrelo ahora