Capítulo 26

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"Pasión quebrantada." 

- No, no puedo, no podemos, no es correcto, pequeña.- Su ronca voz trató de sonar serena ante la situación que yacía frente a él, quería demostrar que podía mantener sus impulsos recién humanizados dentro y seguir siendo un ser relajado, un ser sin estúpidas decisiones apresuradas. Mi mano viajó hasta su cuello, acaricié su nuca y noté su cuerpo acercarse alnmío nuevamente. Lo miré por varios segundos, sentí su verde mirada traspasando la mía como la mejor de las navajas afiladas, sin detenerse y calando en cada profundo rincón de la misma.- Solo quiero protegerte, y esta... no es la forma de hacerlo, solo quiero que lo entiendas.- Su ronca voz chocó contra mis labios, su respiración caliente chocó contra la mía y se mezcló en segundos. Mis dedos se enredaron en su cabello, sintiendo la suavidad del mismo. Sus ojos se cerraron, disfrutando mi toque como el mejor de todos.

No emití palabra, solo me dediqué a deslizar mis labios sobre los suyos con un delicioso rozamiento de por medio. Sus pestañas revolotearon y las sentí temblar sobre mi piel. Sus ojos se cerraron en segundos esperando por más, aunque supiera que era algo más que prohibido. Tomé su labio inferior entre los míos y succioné de él con suma suavidad y delicadeza, disfrutando de su dulce sabor y sintiendo sus manos comenzar a apretar mis caderas con creciente deseo.

-Zoey, ya detente, porque sabes que yo no podré hacerlo.- Susurraron sus dulces labios sobre los míos, fue entonces cuando mis dedos apretaron su cuello y lo acercaron aún más a mí, era ahora donde necesitaba más cercanía, aunque no se pudiese más de la dada. Su respiración comenzó a agitarse con cada beso, sus manos a apretar mi anatomía pegada a la suya. Sus labios se alejaron de los míos con lentitud, haciéndome agonizar por segundos enteros.- Te amo, ¿lo sabes, pequeña?- Preguntó con aquellas largas y negras pestañas, con sus ojos verdes clavados en los míos y creando la mejor de las conexiones existentes. Asentí con una sonrisa entre mis labios, jamás había podido sentirme tan llena como ahora lo hacía. Era él quien solamente lograba hacerlo, y era yo quien solamente podía verlo de aquella forma. Era un secreto entre ambos, un extraño lazo creado antes de nuestras existencias.

Sus manos tomaron mis piernas y me ayudaron a subirme y enredarme sobre sus caderas. Mi rostro quedó justo frente al suyo, mis manos tocaron su cabello una vez más para luego volver a tomar su nuca y acercarlo a mis labios y besarlo con lentitud, deseando que aquel momento se detenga, que jamás retrocediera ni avanzara, solo se quedara allí, sin problemas, sin sangre, sin llanto, solo él, solo yo, solo nosotros. Su nariz rozó la mía luego de recuperar nuestras respiraciones, sus pies comenzaron a andar hasta las escaleras, donde las subió con increíble rapidez. Era asombrosa la fuerza que podría llegar a tener, la voluntad con la cual hacía cada uno de sus actos.

La puerta de mi propia habitación se cerró detrás de su cuerpo, su pie la había empujado con lentitud. Nuestros labios volvieron a unirse luego de unos segundos de miradas más profundas que cualquier otra. Él sabía lo que yo ahora pensaba, y hasta podía sentir lo que yo sentía, era único, era mágico a decir verdad. Su cuerpo cayó sobre el mío cuando topamos con la cama, reí por lo bajo mientras mis manos ahuecaban su rostro entre las mismas. Una sonrisa se formó en sus húmedos labios, haciéndolo completamente perfecto, un ángel, como él en realidad lo era.

- Dime que me deseas, y seré tu mayor obsesión, nena.- Una ronca voz resonó por el lugar, mi corazón aceleró al sentir su tacto bajo mi fina remera, estábamos a fines de verano, ni una pizca de frío se sentía ahora. Cerré mis ojos, sus tibios dedos jugaron con mi piel, haciéndola erizarse bajo cada una de sus yemas. Sus piernas acorralaban mi cuerpo, estaban apoyadas a cada costado de mí, sosteniéndome firmemente, sin escapatoria, sin salida de su electrizante áurea atormentada.

-Harry... esto no terminará, ¿cierto?- Pregunté en un susurro, como una niña aterrada de que su programa de televisión favorito se acabase. Sus dedos tomaron uno de mis mechones y lo colocó detrás de mi oído, luego tomó mi mano y la entrelazó con la suya, uniendo nuestras palmas y fundiéndolas como si fuéramos uno. Lo miré examinando cada minúsculo gesto, cada pequeña acción que él hiciera, todo en él... era malditamente perfecto, tanto... que llegaba a doler. 

The Solitary Angel | h.sDonde viven las historias. Descúbrelo ahora