Capítulo 19

51 6 0
                                    

"Las lágrimas del Ángel." 

No podía creerlo, mucho menos podía recapacitarlo. Su cuerpo sangraba frente a mí, su piel nívea se veía cubierta por un líquido espeso y oscuro, su propio elixir. Mis ojos no daban crédito a lo que veían, jamás lo harían. Mis manos temblaban, mis piernas fallaban. Al caer ante la cruda realidad mi corazón terminó por derrumbarse, mi alma por quemarse. Sentía el dolor de quebraduras en mi cuerpo, pero yo misma sabía que no era más que el pesar de mi conciencia. Todo había sido mi culpa, solo un capricho de mi parte. No veía cuánto estaba lastimándolo, lo quería junto a mí, y nada me importó su bien estar, su celestial corazón. Ahora sabía porque el mundo mortal era una maldita condena, éramos crueles, egoístas, solo pensábamos en nuestro propio bien estar, sin mirar a los demás, sin pensar en cuánto dañábamos a los que más amamos. Yo había sido egoísta, y así lo sería por siempre.

La oscura tela se empapaba de su líquido, quedando completamente llena de él. Las lágrimas no cesaban, mi corazón latía con fuerza a punto de salirse de mi pecho. Un sollozo se escapó de mi seca garganta, sentía mi mundo derrumbarse frente a él, que las pocas ruinas de mi corazón... cayeron con tan solo saber que todo esto había sido mi culpa, que, de alguna u otra forma, yo lo había creado y yo sola lo había hundido.

Tapé mi rostro con ambas manos, intentando ocultar mis lágrimas de su cuerpo, el cual seguía sin moverse sobre la fría superficie de mi cama. No podía creerlo, había ocurrido, él había tratado de evitarlo... a toda costa, y yo solo... había facilitado su caída. Me sentía una mierda, como si miles de golpes azotaran mi corazón y lo dejaran sangrando ante mis manos.

Esto no sería el paraíso, jamás lo sería sin él. Sin su sonrisa, sin sus brillantes ojos y sus palabras roncas siendo susurradas contra mi piel. Perdía mi mente sin él, perdía mi corazón sin su cuerpo abrazando al mío y apretándolo entre sus fuertes brazos. Estaba perdida, sin dirección concreta, sentía mi mente dar vueltas en círculos, sin conseguir respuestas, sin saber qué hacer exactamente. Mis piernas temblaban, mi cuerpo no lograba moverse hasta su lado y aceptar la realidad. No quería verlo sufrir, y aquí estaba, sufriendo por mí.

Recordé el terror en sus ojos, el dolor en ellos. Noté sus músculos tensos frente a mí y el ardor que sentía cada uno de ellos. Buscaba su mirada, para tan solo volverla a mezclarla con la mía, pero nada resultaba. Las venas de cuello había comenzado a hacerse notar, y yo no podía detener aquello. Su cuerpo terminó por colisionar con el mío, se había desvanecido frente a mí, justo sobre mis brazos. Y aún no terminaba de creerlo, aquella escena se repetía una y otra vez en mi mente, como si hubiera un maldito botón de "replay" en ella.

Moví mis pies con pesadez, sintiendo mi mente irse con cada paso. No podía más, tampoco quería dar más. Aquello me tenía aterrada, sin poder pensar con racionalidad, sin ver las cosas con la valentía que debía verlas. Estaba perdiendo mi mente, mi corazón solo por él, y aquello me decía que nada bueno saldría de esto. Él había logrado hacerme sentir como jamás lo había hecho, él había logrado lo que nadie nunca intentó... enamorarme. Siempre me había visto como una mujer con barreras, muros y puertas de aceros custodiadas de ambos lados. Había construido mi propio mundo, había aprendido a hacerme fuerte y a llorar en silencio.

Al quedar frente a su anatomía un pequeño sollozo volvió a salir de mí, tapé mis labios con una de mis palmas, solo para calmar el dolor que adentro sentía. Comencé a sentarme a su lado nuevamente, quería sentirlo... aunque sea la última vez antes de llamar a primeros auxilios y que lo alejaran de mí para siempre. Lo darían por muerto, aquello estaba más que asegurado.

Respiré hondo, inhalé todo el aire necesario para afrontar esta situación, para sentir mi corazón derrumbarse una vez más, pero sin demostrarlo, para que éste comenzara a morir en silencio... otra vez. Mi mano comenzó a tocar la superficie de su mejilla pálida, estaba helada sin ningún signo vital. El calor se había ido de él, supuse que el brillo de sus ojos desaparecería cuando despertara... y de seguro así sería, pero lo más importante era... que despertase.

The Solitary Angel | h.sDonde viven las historias. Descúbrelo ahora