Capítulo 30 🏵

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Intento concentrarme mirando el candelabro que cuelga en el centro de sala

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Intento concentrarme mirando el candelabro que cuelga en el centro de sala. Siento la ira y el miedo oprimir mi pecho. Estoy asustada por las palabras que acaba de soltar la mujer que le dio la vida a mi padre. ¿Ella está diciéndome la verdad? El brillo gustoso de sus ojos me da toda la respuesta que necesito.

Gretchen no está aquí, está siendo inútil que Ferdinand siga buscando cuando ni siquiera está cerca.

Trago el doloroso nudo que cierra mi garganta y me obligo a no romperme delante de todas estas mujeres que no hacen más nada que observarme con frialdad e indiferencia. Tengo ganas de decirles que soy más rica que ellas, pero me aguanto todas las groserías. No puedo defraudar a Ferdinand.

—¿Qué planes tienen para el futuro? —pregunta Erika retomando la conversación.

Giro el rostro para observarla mejor.

—Formar una hermosa familia con muchos hijos —contesto con una sonrisa—. Y otras cosas más, claro, pero ese es el plan más importante y primordial.

—Ciertamente —expone—. Varick y yo estamos intentando lo mismo, necesitamos herederos y a él le encantan los niños.

Sé que miente, a ese hombre no le debe de gustar más nada que las mujeres y él. ¿Por qué ella sigue excusándolo? Se nota que la agrede y la trata muy mal.

—Ferdinand quiere todo un batallón —suelto una risita—. Dice que la casa es muy grande para un montón de niños.

Mallory enarca una ceja y me observa con una divina diversión. Se está burlando de mí, de mi desgracia. Sabe que todo lo que estoy diciendo es mentira, no del todo, pero sabe que yo no quiero tener hijos.

Aunque tener algo que me pertenezca tanto a mí como a Ferdinand no es descabellado.

—De seguro muy pronto se le van a cumplir los sueños —afirma Erika con sinceridad—. Son una pareja muy hermosa, inspiran felicidad y confianza. Eso es bonito.

Mallory rueda los ojos y deja la copa con fuerza sobre la superficie de la mesa.

—Todos los matrimonios son así al principio, querida. —Suelta ella—. Solo espera unas semanas y vas a darte cuenta que van a estar sacándose los ojos.

Aprieto la mandíbula.

—Que tus matrimonios, querida abuela, no hayan durado, no quiere decir que sea de esa manera para todos.

Otra vez chispea la furia por sus ojos. Recuerdo las palabras de Ferdinand y me mentalizo que no ganaría nada peleando con esa resentida mujer.

—Todos los matrimonios son iguales.

Resoplo.

—Cada matrimonio es distinto —dictamino girando el rostro hacia un lado, odiosa—. Tú misma me lo dijiste desde que era una niña.

CÓNYUGE ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora