Capítulo 39 🏵

70 2 0
                                    

¡Es doble actualización! Si ya leíste el anterior sigue adelante, y si no devuelvete

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

¡Es doble actualización! Si ya leíste el anterior sigue adelante, y si no devuelvete. ❤

Me tambaleo y pongo rápidamente una mano en el brazo de Ferdinand cuando el piso se mueve bajo mis pies y en mi cabeza aparece una punzada dolorosa. Ferdinand apenas es capaz de colocar una mano en mi brazo antes de que yo caiga inconsciente. Me veo descendiendo en cámara lenta, con él intentando proteger mi cuerpo de la caída. Siento el frio del suelo, pero solo por pocos segundos. Termino desmayándome.

Despierto con la mente nublada, con dolor en los huesos y muy, muy nerviosa.  Intercalo la mirada por cada rincón del lugar donde me encuentro y pronto reconozco mi habitación. Ya he perdido la cuenta de las veces que me he levantado aquí mismo después de un desmayo.

—No haga mucho esfuerzo, señora —pide amablemente Jenell, en una esquina—. Le estoy preparando un té. ¿Ya se siente mejor?

No mucho, pero asiento.

—Sí.

—¿Me recuerda? ¿Recuerda algo de lo que pasó? —indaga con rapidez.

Froto mi rostro con mis manos y suelto un gemido. Por supuesto que recuerdo todo. La noticia que trajo aquel hombre fue trágica. ¿Cómo puede ser posible que Kerstin esté muerta? ¿Cuándo fue la última vez que hablé con ella? Dios…

—Sí, sí, recuerdo todo —aseguro—. No te preocupes, Jenell. No volví a perder la memoria.

Ella me regala una tierna sonrisa.

—Me alegro mucho, señora Schäfer. —Se acerca con una taza humeante y me la da con sumo cuidado—. Voy a avisarle al señor que ya está despierta.

La detengo antes de que se vaya.

—¿Cuánto tiempo duré inconsciente? —inquiero, aceptando la taza.

—Doce horas, señora.

Jadeo.

—Mucho tiempo.

Jenell niega, haciendo ademanes con la mano.

—Le hacía falta descansar, tenía tiempo que no dormía bien —me riñe—. La situación se está saliendo de control, pero eso no justifica que descuide su salud. Sobre todo ahora que…

—¿Se ha corrido el rumor, cierto? —La detengo.

Se limita a asentir.

—Avísale a mi marido que ya estoy despierta, por favor —mascullo—. Y tráeme algo de comida, muero de hambre.

Jenell suelta una risa.

—Con gusto.

Mi sirvienta favorita se retira de mi habitación. La luz del sol no logra entrar al cuarto, y me siento extraña en la oscuridad. Tengo la paranoia de que Heidi va a materializarse y acusarme de haberla matado, de contarle a Ferdinand que prácticamente lo engañaba con otro en su propia casa y que sabe qué cosas más. También de que Alphonse va a salir de la nada a terminar lo que no pudo hacer hace ya mucho tiempo.

CÓNYUGE ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora