Capítulo 14 🏵

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Herman está aquí y me mira con complicidad

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Herman está aquí y me mira con complicidad. Parece divertido por mi reacción y no es para menos. Intento mantenerme serena para que Ferdinand no se dé cuenta y comience a hacer preguntas. No estoy preparada para contestar nada y estoy segura que cualquier palabra que salga de mi boca va a ser incoherente.

No puedo comportarme así delante de mi esposo.

—Un gusto —consigo decir, estrechando su mano con la mía.

Extrañé ese toque.

—Le decía que Herman que estaba impresionado con lo que hizo en varias mansiones de este lugar —me informa Ferdinand, sonriéndole un poco a Herman. Él le devuelve el gesto—. Quiero que también haga lo mismo aquí.

—Sería fantástico —comento tranquila y segura de mi—, le hace falta color a esta mansión. Hay unos jardines espectaculares que merecen ser tratados gentilmente. ¿Tienes buenas manos, Herman?

—Por supuesto —responde, reprimiendo una sonrisa—. Unas muy buenas manos.

Ferdinand camina conmigo todavía a su lado y me sienta en el mueble, poniendo su mano en mi hombro. Le hace una seña a Herman para que se sienta en el mueble más pequeño que tiene la sala y Herman no duda en obedecer. Siendo sincera, parece atento y muy observador a toda la casa. Parece como si estuviera maravillado.

Y lo está, él no ha vivido en una casa como esta.

Detecto un sabor amargo en mi garganta.

—Y cuéntame, Herman. ¿Dónde has trabajado? —Pregunta Ferdinand—. Quiero cifras exactas.

Herman hace un gesto afirmativo.

—He trabajado en casi todas las mansiones de esta comunidad —responde sincero y sin ninguna vacilación—. Aunque esta es la más lujosa. Mi última casa en la que trabajé fue el da la familia de la señora. —Herman me señala con la boca, haciendo que Ferdinand frunza el ceño.

Tengo ganas de esconderme y alejarme de todos. Sobre todo de Ferdinand, quien me mira ahora con una ceja alzada.

—¿Ah, sí? —musita, claramente sorprendido.

—Sí, fui el que decoró el laberinto.

—¡Ah! Eres tu del quien todo el mundo habla —Ferdinand menciona, como si ya entendiera el asunto—. Recuerdo haberle dicho a Margaret que el jardinero era muy bueno. Me alegra tenerte aquí. Estoy consciente del trabajo que haces.

—Gracias —murmura Herman con las mejillas sonrosadas.

—¿Tu lo conocías? —inquiere mi esposo, mirándome fijamente.

Trago un poco de saliva. ¿Qué le digo a Ferdinand? ¿Que si lo conozco? ¿Qué Herman fue el primer hombre a quien besé y no fue él? No puedo hacer eso, sería tocar la vena orgullosa de Ferdinand, además, no quiero dañar ni olvidar que hace unos minutos atrás estábamos disfrutando.

CÓNYUGE ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora