Capítulo 36 🏵

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Munich, Alemania, 12:47 p.m.

Tres días después.

Ferdinand ha convocado hoy a todo nuestro personal. Están apretados en lo que es la habitación de la sala del comedor. Me sorprende, tengo que admitir, la cantidad de gente que tenemos a nuestra disposición, sin contar a los de seguridad que les gusta lo que hace. Me duele saber que algunos van a querer irse, pero es lo mejor. No podemos arriesgar más vidas.

Nos arruinaría.

Mi marido se levanta con la magnificencia que lo caracteriza y levanta el mentón con imponencia. Está tratando de poner autoridad como una pizca de confianza para no asustarlos más. Me quedo sentada en mi silla de siempre sonriéndoles a los que me miran.

—Los he reunido a todos hoy porque hay cosas que tengo que decirles —comienza—. Como ya muchos sabrán, el ambiente en la mansión ha estado un tanto… tenso. Imagino que recuerdan lo que ocurrió hace unas semanas donde mi hermosa esposa, Margaret, estuvo involucrada.

Todos asienten.

Era de esperarse, al sol de hoy muchos siguen hablando de lo que pasó con Alphonse. Fue aterrador, tanto para mí como para ellos. Presenciar algo de tal magnitud en la casa es preocupante.

—Pero eso no es lo único que ha pasado —agrega ante el silencio de los espectadores—. Me voy a abstener de decir cosas de más para no exponerlos al peligro, así que voy con lo fundamental: mi familia, la familia de mi esposa, ella y yo, estamos siendo constantemente amenazados. Tememos por nuestra vida y por los que nos rodean, que son ustedes.

Percibo varios estremecimientos y uno que otro jadeo.

—Con mi esposa, estuve hablando sobre lo que podía hacer, y los dos llegamos a la misma conclusión: no queremos retener a nadie aquí si así no lo desea. Si algunos de ustedes sienten que no están a salvo, puede renunciar, sin resentimientos.

Yergo mi espalda expectante a la reacción de ellos. Muchos han hecho mohines, muecas y expresión de dolor ante las palabras. Necesitan el trabajo, necesitan del dinero para mantener a sus familias. Viven de esto.

Otra cosa para odiar a Alphonse, mi padre y su sequito de criminales.

Miro a Herman y a Jenell. No sé casi nada de Jenell  pero estoy segura de que va a quedarse. Y Herman también, aunque no quiera. Ahora que está comprometido, tiene que pensar en el futuro, en la familia que va a formar y para eso necesita dinero.

Necesita quedarse.

—Eso no es todo —continúa Ferdinand—. Los que quieran irse, van a tener una manutención con dinero mientras consigan otro trabajo. Sobre todo a aquellos que han estado trabajando mucho tiempo aquí. No me agrada la idea de perder a valiosos sirvientes sin nada en el bolsillo. Espero, con sinceridad, que no se dejen llevar por la ambición. Hago todo esto por su seguridad. —Finaliza.

CÓNYUGE ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora