Capítulo 6 🏵

100 28 4
                                    

Ferdinand Schäfer resulta ser un hombre arrogante y activo

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Ferdinand Schäfer resulta ser un hombre arrogante y activo. En el poco tiempo que llevo enganchada a su brazo, pude notar toda la energía que su fornido cuerpo transmite.  No para de saludar, besar manos, presentarme a mí como su  "gran proyecto" o así es como lo vi yo. No dice nada, solo que cuando le preguntan sobre quien soy, él dice con tanto orgullo:

―Margaret Schmidt ―alardea con tanto fervor que a veces logró sonrojarme.

Y de verdad quería meterme un tiro cuando ocurría eso.

Dejo que él ruede la silla de la mesa donde le toca, nos toca (mi familia y  conocidos de Ferdinand, no sé  porqué no vino nadie de su familia) y me siento sonriendo. Ferdinand se sienta a mi lado, arreglando su saco negro que hace resaltar sus músculos. Desvío la mirada para no quedarme viendo embobada sus grandes brazos.

―… el hombre de por sí siempre ha sido avaricioso ―le contestó Ferdinand a mi madre, en ese momento fue que noté que ella le había hecho una pregunta―. De todos modos, el dinero siempre ha sido unos de los mejores tesoros del mundo. Sin ella no podemos hacer técnicamente nada.

―Pero también no todo es cuestión de dinero ―refuta Marianne, estreché los ojos mirándola con atención―. Es sobre el poder, sobre la intimidación a las otras personas.

―No puedo negar esa suposición ―Ferdinand asintió, alzando su copa en modo de respeto.

Casi por impulso, todos hacemos lo mismo. Levanto la mía en dirección hacia él, en un gesto sutil de deberle respeto absoluto hacia su persona. Ferdinand nota lo que hice y ensancha una sonrisa deslumbrante.

―Pero ―agregó después de que todos bajamos las copas―. Hay que tener en cuenta de que sin el poder, solo somos una cualquier cosa en el mundo. Nadie nos vería, nadie hiciera nada, y tendríamos los mismos derechos. Algo impensable.

―¿Por qué? ―pregunté sin poder contenerme.

Ferdinand me mira.

―Porque hay dos tipos de sociedades ―me contesta con obviedad―. La rica y la pobre.

―Entonces, estas queriendo decir que la pobre no se merece la misma reputación que la de nosotros, los ricos. ―Reflexioné; Marianne me lanzó una mirada de advertencia.

―Por supuesto ―corroboró, apretando la mandíbula―. ¿Piensas otra cosa?

―De ninguna manera ―negué, acercándome un poco y bajando la  voz con lascivia―. Es más, me parece que tu comentario ha sido de lo más sabio. Dicho solamente por un hombre estudioso, igual que usted.

En algo que se caracteriza a los hombres, es su orgullo cuando le dan la razón, y se ve desde lejos que Ferdinand todavía sigue siendo un niño caprichoso que no iba a aceptar que una joven como yo, aceptara otra cosa.

Ferdinand asiente, satisfecho y complacido, y vuelve a levantar la copa, pero esta vez  a mi dirección. Bajo un poco la mirada, y levanto la copa con todo el líquido adentro. No soy fanática del alcohol, y hoy no puedo estar bebiendo como una borracha sin remedio. Tengo que mostrar que soy una dama joven con caderas fértiles.

CÓNYUGE ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora