Capítulo 11 🏵

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Camino detrás de Heidi con el corazón latiéndome a mil

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Camino detrás de Heidi con el corazón latiéndome a mil. Lo que ella me dijo es muy malo para el plan de Marianne, y aunque no quisiera, tengo que contárselo a Gretchen. Algo me dice que esa es mi obligación y como no tengo fuerza de voluntad, me guio por esa voz. Cuando estemos las dos seguras y sin que nadie nos vea, se lo informaré.

Vuelvo a entrar en la sala y camino lo más elegante que puedo hasta sentarme al lado de Ferdinand, quien toma mi mano y le da un leve apretón.

—¿Qué te dijo mi hermana? —pregunta, mirándola de reojo.

Tomo una respiración profunda.

—Nada, quiere conocerme —contesto sonriente—. Es muy amable y educada.

Ferdinand hincha su pecho de orgullo.

—Mi madre y abuela han hecho de su educación lo mejor. Ellas dicen que una dama tiene que ser respetuosa e inteligente. No hay nadie mejor que ellas dos para guiar a mi hermana a ser una mujer de bien.

—Lo creo —musito.

—¿Y a ti quien te enseñó? —pregunta tomando un sorbo del vino que tiene en la copa.

Repaso la pregunta que me dijo. No sería bien visto si dijera que mi padre fue quien me educó por todos estos dieciséis años de vida. Pero la realidad es esa, él fue quien me enseñó todo lo que sé ahora. No me imagino lo que hubiese sido mi vida si mi padre no se preocupara por mí en lo absoluto.

Me estremezco.

—Mi madre, mi abuela y una nana que me cuidó cuando mis padres no podían estar conmigo.

—¿Tuviste una nana? —repite, sorprendido.

—Sí —afirmo.

Gretchen rueda los ojos disimuladamente a lo que dije, no le presto ninguna atención.

—Margaret —Frederika se yergue en la silla—. Por lo que me acaba de decir mi hijo, la boda será en cuatro días. ¿Ya tienen todo preparado? Me encantaría participar en la decoración.

—Estábamos pensando en hacerlo en la capilla —le informo—. Aunque usted puede ir a mi casa en cualquier momento y conversar con mi madre Marianne.

—No me tutees —replica—, y obvio que voy a hablar con tu madre. Seguro seremos buenas amigas.

Si hablas de la hipocresía, tal vez.

—Yo quisiera ser dama de honor —dice Heidi, mirándome con atención.

—Seguro —dictamino—. No conozco a muchas personas de mi familia, la única que hasta ahora es mi dama de honor es Gretchen.

—No tuviste más elección —menciona la interpelada.

—No, no tuve más elección.

Entendí a la perfección el juego de palabras de Gretchen.  Hace mucho tiempo, bueno, desde que ella llegó a la casa, que sé percibir la ironía en el tono de su voz. No comprendo todavía por qué ella se empeña en recordarme en cada momento la condena a la que estoy sujeta de por vida. Ya tengo suficiente con su presencia para que siga atormentándome.

CÓNYUGE ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora