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Dos meses después.
Agosto, 2009
Faltaban 20 minutos para las ocho de la mañana y estaba alistandome para llegar a la escuela lo más presentable, no anticuado pero tampoco sin estilo. Tomé una camiseta gris con una esfera en el pecho plateada, combinaba con las muletas y unos jeans negros. Lo que hacía que tardara más era mi cabello ya que habían pasado muchos meses que no me lo cortaba y lo tenía hasta la nuca, para añadirle un plus; era rizado. Lo que detestaba de tener el cabello largo era esperar a que se secara por completo. Mientras lo secaba con la toalla miraba al reloj con enojo por la tardanza. Creo que la última vez que llegué a tiempo a algún lugar fue en el hospital y eso fue hace 16 años, cuando nací.
Alisté todas mis cosas y me dirigí a la cocina a prepárame algo para desayunar y para llevar a la escuela.
-¿Solo comerás pan y leche de chocolate?
Se sentó en la silla frente a mí para vernos cara a cara.
-Voy tarde mamá.
-Pero sí te levantaste temprano, no entiendo por qué se te hizo tarde - abrió un periódico de par en par.
-Ni yo lo sé. Creo que desde el accidente no paro de levantarme temprano, he tenido pesadillas.
-Recuperarte de un accidente es un proceso largo, tienes que recuperarte física y mentalmente.
Mientras mi mamá veía el periódico yo admiraba la belleza que radiaba un lunes por la mañana. Su cabello rojizo, sus ojos chocolate y su piel cálida desbordaban pasión y fuerza al mismo tiempo. Era increíble tener una madre como ella pero sobretodo era una mejor amiga.
Cuando terminé me levanté de la mesa y me despedí de ella.
-Daniel te lleva a la escuela. Qué te vaya bien y fija por donde pisas, no te vayas a caer. - Me besó la mejilla.
-Mamá, tendré todo el cuidado posible, no quiero otro incidente. Te amo.
-Yo más, mi bebé precioso.
-¡Mamá!
-Aunque tengas 50 años seguirías siendo mi bebé.
-Y tú aunque estés en el número 10 seguirías siendo mi número uno.
La abracé y salí "corriendo" de mi casa.
Al llegar a la escuela como todos los semestres anteriores, habían nuevas caras.
Mi escuela estaba dividida en diferentes edificios, el A dónde estaban las oficinas y la dirección pero también varios salones, el B de 4 pisos que era el edificio más grande y moderno con ventanales enormes y transparentes al centro y ahí es donde estaban la mayoría de salones. La biblioteca y un edificio de computo, y finalmente la cafetería.
Mientras caminaba por el estacionamiento en dirección del edificio B sentí a alguien detrás de mí.
-Hoy será un buen día, tal vez conozcamos a chicos guapos. - Me dijo Marie mientras me tomaba el brazo izquierdo.
-Hola Marie.
-Perdón por visitarte solo dos semanas seguidas, pero ir de vacaciones a Los Angeles era una grandísima oportunidad. Tomé muchas fotos te las enseño luego.
-Tranquila, al menos me alegra que tus vacaciones fueran increíbles, yo hice varías cosas también.
-¿Qué hiciste?- Se puso su chaqueta de cuero.
-Estar acostado, tener crisis existenciales, llorar, tener pesadillas e incomodidades por el yeso. En definitiva es mejor que estar en Los Ángeles.
-Ja,ja.
Marie era una chica con buen corazón y graciosa pero con un temperamento fuerte que la hacía ver ruda a primera impresión pero cuándo la conocías es totalmente diferente a lo que te imaginas. Un ángel. Aunque sí te metías con ella te iría mal. Medía unos cinco o siete centímetros más que yo, 1.75 quizá, sus ojos eran color chocolate, su piel era color canela que la hacía ver un poco bronceada. Ésta vez llevaba el pelo suelto de color castaño claro y rizado. Su estilo era particular ya que usaba cualquier tipo de atuendo, ella era segura de sí misma y no le importaba lo que los demás dijeran de ella. Esa era una de las cosas que admiraba de ella. Ésta vez llevaba una chaqueta de cuero y unas botas negras junto a unos jeans de mezclilla y una camisa roja.
-¿Cómo estuvieron en realidad?
-Tuve que ir a terapias, muy aburridas. Fui con Daniel a la playa con su novia. Era un mal tercio. En general algo aburrido. Por el accidente ya no fuimos al Valle, de ser así hubiera llegado todo bronceado.
-Te salvaste del cáncer de piel. Pierna rota 1, el tarado de Alessandro 0. ¡Bum!
Mientras subíamos por las escaleras que tenían forma de espiral buscando nuestro salón ella me estaba contando cómo fue estar en Los Ángeles.
Antes de encontrar el salón nos detuvimos en el balcón que estaba justo en frente de los ventanales y desde el tercer piso podíamos ver a cualquiera venir caminando por el estacionamiento. A nuestra espaldas estaban las escaleras y desde ahí también podíamos ver a cualquiera que quisiera venir por ellas ya que había un elevador. Ella me decía que nos detuviéramos para ver a los nuevos a lo cuál le le seguí la corriente.
-Mmm, hasta ahora no hay ningún guapo.
-Marie, tienes novio. - Le decía mientras la veía con cara de desacuerdo.
-No te preocupes, Louis no es celoso - se rió- además solo quiero ver.
-Ver y no tocar. - Le respondía.
-Exacto.
-Y tienes razón. No hay nadie que nos guste.
Entonces vimos una pequeña silueta corriendo lo más rápido posible por las escaleras, era Nahomi. Ella era de los tres la que tenía baja estatura,unos 10 centímetros menos que nosotros. Nahomi era la más dulce de los tres, era definitivamente mi otro pilar. Su complexión era algo gruesa pero delgada. Su cabello era rizado y negro, su piel era color tostado, sus ojos eran negros. Ésta vez su cabello era lacio.
Su estilo era más relajado y dulce. Siempre le gustaba usar colores suaves o estampados de flores en sus blusas. Ella era la más inteligente de los tres. Aunque los tres nos complementábamos muy bien.
- Chicos ¡hola! - Venía corriendo hacía nosotros.
-Marie corrió a saludarla.
-Los extrañé tanto. Disculpen por no estar aquí éstas vacaciones. Pero el trabajo en Port front estuvo muy pesado.
-No te preocupes, no hicimos tantas cosas. Yo me fuí de vacaciones.- Le respondía Marie.
- ¿Y tú Alex?, ¿cómo sigue tu pierna?
-Pues muy aburridas, en serio. ¿Y mi pierna? Sigue con yeso.- Sonreí.
Las dos rieron.
-Nahomi, ¿antes de que te fueras fuiste a ver a Daiana a su casa? Me comentó que...
Yo no le puse atención a lo que decía Marie y mi mirada se dirigió hacia las escaleras donde venía un grupo de chicos que supuse que eran estudiantes nuevos ya que esas caras nunca las había visto antes o eso creí. Entonces algo me llamó la atención de ahí. Venian tres chicos platicando atrás de ese grupo una chica de cabello rubio y con algunas partes en rosa, usando lentes y con un vestido de flores rosas y azules, ella llevaba un saco negro a la moda. Uno de los chicos, el más alto tenía el cabello descolorido y algo largo. Él portaba una camiseta azul con rayas negras y unos jeans negros rotos de las piernas. Atrás de ellos dos venia a un chico de piel blanca rosada, ojos color café y cabello castaño rizado. Él era algo delgado y bajo sus ojos tenía unas ojeras algo notorias. El usaba una camisa blanca y unos jeans. Venía riendo junto con sus otros dos amigos y pude notar un par de hoyuelos en sus mejillas; y unas hermosas pestañas rizadas. Una de mis muletas cayó haciendo un ruido terrible. Todos los ojos me miraron. Él y yo nos vimos a los ojos y rápidamente desvié la mirada al suelo para tratar de recoger la muleta. Pude darme cuenta que que mis mejillas se tornaron rojas y mi frente empezaba a mojarse. Supuse que se dió cuenta.
Él solo ignoró el hecho y continuó con su camino y mientras Nahomi me recogía la pesada muleta, Marie notó que estaba algo ansioso.
-Alessandro, ¿estás bien? - Decía Marie con cara de asombro.
-Sí. Es que... no... nada.
- ¿Seguro?
- Sí. Solo... nada.
-¿Ok?... mejor entremos al salón antes de que se nos haga tarde. - Decía Nahomi.
El día empezó con materias de matemáticas y estadística. Eran las introducciones a las materias y los maestros se presentaban como cada inicio del semestre. El día cada vez se hacía pesado y muy aburrido.
Al ir a la cafetería con mis amigas, estaba buscando con la mirada al muchacho de la mañana pero no lograba encontrarlo. Encontramos una mesa vacía y nos sentamos los tres.
-¿Estás bien?-Nahomi me preguntaba con admiración.
-Sí, solo que estaba buscando a alguien. Nada del otro mundo...
-¿A quién? -Marie me miraba con cara de interés.
-No es nadie en especial, solo creí haber visto a alguien conocido. - Mentí.
-Está bien.
Nahomi se alejaba de la mesa para ir a comprar algo de comida.
Mientras sacaba la comida que traía de casa Nahomi nos contaba cómo estuvieron sus cortas vacaciones por las playas de La Roo. La Roo era un pueblito unos 40 minutos cerca de Villanueva donde había playa. La mayoría de veces, en fines de semana los chicos de la escuela se dirijan a La Roo para empaparse de calor y refrescarse con las playas también divertirse un rato.
Yo cada vez que podía iba a visitar a mi hermana que vivía al lado de la playa y me pasaba todo el día allá.
Nahomi se volvía con su comida a sentarse con nosotros de nuevo. Estuvimos un rato platicando y revisando el horario de clases para enterarnos del maestro que nos tocaba después del almuerzo.
Al regresar a nuestro salón en el pasillo el chico de la mañana venía saliendo de su aula con la mirada al suelo. Traté de ser lo más disimulado posible para poder mirar su cara, pero mi postura por alguna extraña razón fue la de un robot. En eso Marie me dijo tenía que ir a la oficina a a recoger unos papeles y mientras caminaba él me miró a los ojos lo que hizo que mi cara se hiciera como un tómate.
- ¿Por qué te pones rojo? - Decía Nahomi gritándolo a los cuatro vientos.
Mi cara se volvió el triple de rojo mientras el pasaba a mi lado y me miró pero solo lo ignoró y continuó con su camino.
-¿Te gusta? - Me preguntaba Marie mientras caminábamos a la oficina.
- ¡Baja la voz! - Le grité.
- ¿Por qué? Le llamo si quieres.
- Te aseguro que éstas muletas pueden dar golpes muy fuertes.
- Lo siento. -Se tapó la boca de forma burlona.
-Me llama la atención. Es como misterioso y es algo guapo.
-Guapo es, pero falta que le gusten los chicos decía Nahomi revisando el horario de nuevo.
-Sí - le respondía con decepción.
Marie revisó algo en la oficina, mientras Nahomi y yo estabamos fuera esperándola.
-Sabes, hace dos semanas... conocí a un chico que tiene muchas cosas en común conmigo. Se llama Ronny.- Me decía mientras se hacía una coleta.
- ¿En serio? Y... ¿te gusta?
- No lo sé. Estuvimos bastante tiempo juntos y nos conocimos bastante.
- ¿En donde lo conociste?
- En Port Fron.
- Sabes-quedó en silencio- He estado pensando en que me pedirá ser su novia pero no lo hace.
- ¿Y?, ¿por qué no lo haces tú? Digo eres increíblemente inteligente y eres hermosa. Te admiro bastante. ¡Hazlo!
- ¿En serio piensas eso?
- Claro, sí te gusta y tú le gustas pues tú da el siguiente paso.
- Gracias por tus palabras. -Me besó la frente.
- Pues... espero que realmente lleguen a tener algo los dos.
- Eso espero también yo.- Se mordía los labios.
- Te quiero - me dió un abrazo.
- Yo más.
- Además tiene unas piernas que me hacen imaginarme muchas cosas
- Nahomi. Oh Dios.
- ¿Qué?
- No nada.
- ¿En serio te gusta el chico flacucho qué pasó junto a nosotros hace un momento?
-No sé si me gusta. Me llama la atención es lo único que puedo decir. Ni sé cuál es su nombre.
-¿Quieres que le pregunte? - Nahomi se levantó de su asiento con cara de emoción.
- ¡Claro! Oh por Dios como no se me ocurrió antes. Dile que se me hace guapo y que necesito saber su nombre.
- ¿En serio?- Nahomi tenía una cara de emoción.
-Creo que no escuchaste la amenaza que le dije a Marie hace un rato.
Su cara hizo un gesto burlón.
-¿Es nuevo? -Preguntó.
-No sé, no lo había visto hasta ahora.
-Yo tampoco lo había visto. - Nahomi se sentó de nuevo.
Nahomi era éste tipo de persona en la que podías contar ella confiaba en ti y tú en ella. Con ella platicaba horas y horas y siempre sentíamos que nos hacían falta más.
Marie salió de la oficina con un sobre de papeles pero no le tomé importancia.
-Nahomi, ¿me acompañas al baño?
-Sí.
-Alex lo siento pero no puedes entran al baño de damas.- Me decía Marie con cara de tristeza.
-En un momento venimos.- Me decía Nahomi levándose de su asiento.
- Está bien, no se preocupen. Iré al salón ya que tengo que buscar mi mochila.
Mientras se iban al baño yo me dirigía a mi respectivo salón de clases y me topé con él, quién venía de regreso a su salón. Venía caminando con unas hojas blancas en sus manos, pero las venía analizando. Yo aproveché el momento y traté de obsérvalo con mucho detenimiento.
Rápidamente aceleré el paso a como pude y pasó junto a mi. Él desprendía un delicioso aroma a vainilla un olor tan dulce que volvería loco a las hormigas. Una vez que él paso a mi lado, me giré a verlo y de espaldas se veía increíble. Luego entró a su salón y lo perdí de vista.
Al llegar a mi salón llevaba la mente en los cielos. Estaba empezando a sentir algo dentro de mí y no podía explicarlo aunque ya tenía una corazonada. Mis amigas llegaron a alcanzarme y continúamos en la clase de historia. Yo no le prestaba a atención a todo lo que decía el maestro. Mi mente estaba en la luna.
El día se tornó algo largo estaba preocupado por haber perdido la costumbre del semestre pasado. Traté de relajarme un poco y vi como todo pasaba rápido.
Al salir del salón junto con mis amigas me topé con el chico misterioso el cuál tenía una cara sería, él me miró por unos segundos y sentía algo de nervioso pero me di la vuelta y caminé junto a mis amigas para ir a la clase de filosofía.
-¿Qué con su cara? Estaba enojado. - Decía Maríe.
- Sí. Tal vez te escuchó cantar.-Le respondí.
- Te podría golpear pero eres un casi-inválido. Ya tengo suficientes problemas.
Las horas pasaban y en la clase de Filosofía el maestro nos había puesto a hacer el resumen de un capítulo del libro. No soportaba el aburrimiento y pedí permiso para salir al baño a lo cual él accedió.
Salí de edificio con dirección al estacionamiento, justo en dirección a la biblioteca. Me senté en la banqueta entre dos camionetas y prendí un cigarro. En mi escuela no estaba prohibido fumar pero siempre y cuando no lo hicieras costumbre.
Mi cuerpo empezó a relajarse y al mirar al cielo, sentía algo inexplicable. Mientras sacaba el humo de mi boca con dirección al cielo un dedo me tocó el hombro.
-Disculpa -vaciló- ¿me regalas un cigarro?
-Claro.- Respondí.
Nunca vi su cara, todo el tiempo mis ojos estaban en mi bolsillo del pantalón buscando los cigarros.
-Aquí tienes- mis ojos y los de él se vieron por segundos que parecían horas- toma el encendedor.
Era el chico con cara de enojado que me había llamado la atención horas atrás.
-Gracias-los tomó junto al encendedor-¿me puedo sentar aquí?- hizo seña con sus ojos al lado mío.
-Sí, no hay problema.- Me estaba muriendo de los nervios.
-¿Eres nuevo verdad?, no te había visto.- Se metía el cigarro a la boca.
Ya llevaba dos años y medio aquí.
-No, yo he estudiado aquí desde hace tiempo.- Mi voz tembló.
-Qué raro, nunca te había visto. -Miraba a la revisando el entorno lentamente con el cigarro en su boca.
-Tal vez el destino no quería que nos encontráramos aún.- Hice una risa falsa.
Él sonrió. Tal vez eso sonaba menos raro en mi cabeza.
-¿Cómo te llamas?- Preguntó.
-Alessandro Soler, ¿y tú?-Creo que mi voz tembló.
-Marco Luna.
-¿Luna?- Pregunté
-Mucho gusto.- Me dió su mano y pude sentirla suave y algo caliente.
-El gusto el mío Marco.- Sonreí.
-Veo que tuviste buenas vacaciones al igual que yo. Miraba mi pierna.
-¿En serio? Wow, parece ser que no soy el único que la pasó mal.
Sonrió.
-Pero...¿a qué te refieres?-Dije.
-Relaciones tóxicas, corazones rotos y mentes cansadas.
Nos quedamos en silencio.
-¿Y qué te pasó?
-Pues... una rueda salió disparada en una pendiente con final a un barranco, sangre, un gran oso, lluvia, desmayos y huesos rotos.
Tenía el cigarro en la boca y se quedó pensando mientras me miraba la pierna.
-Tienes suerte de estar vivo. ¿Un oso dijiste?
-Así es. Me burlé de él.- Mentí.
-Sí veo un oso te juraría que me pondría a llorar.
Nos quedamos mirando un momento e inmediatamente nos soltamos nerviosos los dos.
-Está cool tu cabello- tenía la cara algo roja- el largo te va bien.
-Gracias. - Nerviosamente respondí también.
Suspiró viendo a la nada.
-¿Qué pasa? ¿No te ha ido bien en el primer día de clases?
-Reprobé una materia el semestre pasado y ahora me afectará en este semestre. Odio matemáticas .
-Matemáticas , es matemáticas.
-¿Qué? - Se quedó con cara de "qué mierda".
-Me refiero a que hay gente que entiende la primera vez un ejercicio pero hay otras que lo hacen 10 veces después. Es como aprender a manejar bici, si te caes te levantas pero por experiencia sabes por qué te caíste así que buscas la solución y al final lo logras.
-Tengo que ponerme al día con esa materia, de lo contrario tendré problemas no solo aquí sino en casa también. ¿Te gustaría ayudarme con cálculo? Perdón, no nos conocemos bien y es raro que te pida que me ayudes.
-No, no hay problema pero perdón... no nos llevamos. Casi la repruebo pero la pasé. -Mentí, amaba matemáticas.
-Necesito buscar a un tutor o algo. - Se tocó la cabeza.
-Espero y tengas buena suerte, tú puedes. Solo intenta prestar atención y practicar más.
-Gracias.
Me miró a los ojos y hubo un silencio...
-Creo que ya es hora de que regrese a la clase.-Traté de incorporarme de inmediato.
Él también lo hizo pero me ayudó a levantarme y con mis muletas.
-Gracias por el cigarro, creo que deberíamos de fumar luego aquí, es como una cita, creo...¿no tienes problema con eso? Perdón yo...no, estoy algo nervioso. Creo que el primer día es duro.
-Tranquilo, no te preocupes. Y sí creo que es una cita.- Reí.
Rápidamente me regresé al salón de clases sin siquiera despedirme de ese apuesto muchacho.
La semana transcurrió lenta y con muchos deberes, mis amigas y yo nos vimos el sábado para hacer las tareas y ayudarnos unos a otros.
-Nahomi, ¿a qué no sabes por qué Alessandro éstos días ha estado tan feliz?
-No, pero eso no es raro, siempre ha estado feliz.
-Bueno, pero... ¿tan feliz? ¿O por qué nos dió sus apuntes de matemáticas?
-Bueno eso sí.
-Basta, Marie.- Dije.
-Pero, ¿qué ocurre? Me perdí algo. Cerraba su libreta Nahomi.
-Pues que nuestro querido Alex se besó con el misterioso enojado.
-¿Qué? Eso es mentira- le aventé una almohada- y se llama Marco.
-Espera ¿cómo? ¿Ya se besaron?, qué nombre bonito. Cuéntanos.- Gritaba Nahomi.
-No nos besamos, solo le di un cigarro y me ayudó a levantarme.
-Uh, todo un caballero. -Dijo Marie.
-Y ¿has hablado con él?.
-No, Nahomi, después de ese día no. Ha estado con sus amigos y no me ha dicho ni hola cuando nos topamos en los pasillos.
-¿Crees que le gusten los hombres?-Preguntó Nahomi.
-Yo creo que no, -se levantó Marie- tal vez y tiene novia.
Las miré con tristeza.
-No importa. Importa más que terminemos las tareas. -Dije.
-Hay que apurarnos. Hoy tocan pelis de terror.
-Saltaba Marie en la cama.
«Ay no» dijo Nahomi casi al mismo tiempo que yo.
-¿Qué película vamos a ver?- Dije.
-Sangre el la carretera. Escuché que cuándo salió en el cine Carla se desmayó.
-Recuerda que si veo películas de terror que realmente me impacten no podré dormir por casi una semana. -Se le quebraba la voz a la pequeña Nahomi.
-No te preocupes, tendrás la oportunidad de ver los amaneceres. -Le besaba la frente Marie.
-Mejor terminemos las tareas dije.
Me quedé pensando sí Marco tendría novia o le gustaban lo chicos. El viernes que terminaron las clases le sonreí y él solo hizo una pequeña y forzada sonrisa. Me sentía mal.
Ésta noche será larga.

Luna de media tardeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora