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Doy un suspiro mientras meto el tenedor con verduras a mi boca, otro escalofrío me recorre cuando escucho los gritos de agonía provenientes de Ploy

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Doy un suspiro mientras meto el tenedor con verduras a mi boca, otro escalofrío me recorre cuando escucho los gritos de agonía provenientes de Ploy.

Arthit tuvo la increíble idea de torturarla en la habitación más cercana, quiere que escuche sus gritos y sus súplicas.

No entiendo como todavía no se ha muerto por tanta tortura, sus gritos me duelen, y a veces me dan asco.

-¡Por favor!-Cuatro personas furiosas torturando a una, eso es horrible, llevan exactamente cuatro días torturándola, Arthit pasa casi todo el dia conmigo para luego irse, el ha dicho que odia hacerlo, pero que sus ganas de hacerla sufrir son mayores.

Terminando de comer, hago el plato para atrás y me levanto con ayuda de la mesa, me siento sumamente cansado.

A paso lento voy al jardín, queriendo un poco de aire ya que Arthit no me deja salir, se ha vuelto obsesivamente pegajoso y posesivo, no me quejo, me encanta.

Se de antemano que se enfurecerá pero necesito que el aire me de en el cuerpo.

Apenas abro la puerta del jardín, una sonrisa se forma en mis labios, sin perder tiempo me transformo en lobo para caminar un buen rato.

Teniendo ganas de conocer verdaderamente el lugar donde vive Arthit, salgo del jardín para ir a la puerta trasera de su mansión.

Trotando veo las casas que son igual de lujosas, las apuestas personas me miran, pero nadie se me acerca, algunas pareciera que me ignoran.

Como es costumbre, las mujeres tienen provocativos vestidos y los hombres llevan trajes.

Son demasiado sinvergüenzas, se besan apasionadamente, se tocan descaradamente, algunos tienen sexo sin importarles que los vean...Mejor dicho nadie los ve, solo yo y mi curiosidad, algunos se muerden agresivamente.

Sus gemidos están fuertemente grabados en mi mente, nunca me imaginé caminando entre vampiros, siempre me enseñaron los crueles y desgraciados que son, solo algunos.

-Niño, no deberías estar por aquí-Alzo la cabeza, hay un hombre de cabello rojo y ojos amarillos, tiene una pronunciada barba.

Bajo mis orejas y me siento al saber que mi diversión terminó.

-¿El rey sabe que estas aquí?-Rápidamente asiento con mi cabeza.

-Bien, entonces puedes ir a donde quieras-Se da la vuelta y desaparece.

Sintiendo un atractivo olor y una descontrolada ansiedad, acerco mi nariz al suelo para seguirlo.

Llego a una madriguera de conejos, sintiendo mi hocico salivar, me aviento y rápidamente tomó un conejo de su tierno cuello, emocionado de escucharlo chillar, doy un fuerte mordisco para matarlo, con mis garras rompo la piel para luego comer todo a mi paso, suelto un gemido de satisfacción por tan refrescante y deliciosa carne, por mi pelaje siento gotas de agua caer pero no me importa.

Cuando termino me acerco a la madriguera y para mi buena suerte olfateo más conejos, con mis patas rasco la tierra hasta encontrarlos, mató de un mordisco a 3 crías, una vez terminado de comer, doy la vuelta para regresar a casa pero esta lloviendo fuertemente, con el pánico comenzar a invadir mi cuerpo, me dedico a buscar el camino de regreso pero nada más me llega el olor a tierra mojada y sangre.

¡Idiota!

Temblando y con el ánimo por los suelos, busco un lugar para resguardarme, el cual encuentro dentro de un tronco, me hago bolita como puedo para intentar calentarme.

Aprieto mi mandíbula para evitar chillar, dejará de llover y podré regresar, ya puedo sentir la cólera de Arthit pero me niego a chillar para que me encuentre.

Al estar por dar a luz, mi aroma se ha ido, esto es para evitar que intenten lastimar a mi descendencia, una vez tenga a mi cachorro, mi aroma regresará más fuerte que nunca.

Pasan y pasan los minutos hasta convertirse en horas, el cielo ya se ha puesto negro.

Mi cuerpo tiembla, mi pelaje no se quiere secar y lo peor de todo, no ha dejado de llover.

Por algo no me deja salir, por algo me tiene tan sometido, porque soy demasiado tonto como para estar fuera sin alguien a mi lado, porque no puedo cuidar de mi.

Cierro mis ojos esperando que sea un sueño, que no haya sido tan tonto como para salir.

EL PEQUEÑO DEL ALPHA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora