Le estaba ofreciendo una oportunidad para escapar, pensó Valentina con el corazón palpitante, ella solo tenía que contestar sí o no.
-Sí -se oyó decir.
-Estupendo, ahora, termina de desayunar y nos iremos.
En cuanto terminaron de desayunar y de recoger juntos la cocina, ayudó a Valentina a ponerse el abrigo, se puso su propio abrigo, tomó el maletín de Valentina y el suyo y apagó las luces de la cocina, en la semioscuridad de la cocina, iluminada únicamente por la luz gris del invierno que se filtraba por las ventanas, agarró a Valentina por la barbilla y le hizo elevar el rostro hacia ella.
-Pobre pequeña -le sonrió con pesar-. Pareces un cordero al que están a punto de llevar al matadero. ¿De verdad me ves como una ogra?
-No -admitió suavemente, sorprendida y conmovida por la amabilidad y la comprensión que vio en sus ojos-. Juliana, antes de que nos vayamos, solo quiero decirte que aunque sé que no soy la esposa que habrías elegido, por lo menos intentaré ser suficientemente buena mientras estemos casadas.
-Y yo seré una buena esposa para ti, Valentina, comprendo y aprecio el sacrificio que estás haciendo por mí y te juro que nunca tendrás que arrepentirte.
Las máquinas quitanieves habían empezado a trabajar de buena mañana, de modo que la autovía que llevaba estaba despejada y Juliana no tardó en llegar a los juzgados. En cuanto aparcó y apagó el motor del coche, se volvió hacia Valentina.
-¿Estás lista? -le preguntó, sonriéndole para darle ánimos.
Valentina tomó aire antes de contestar.
-Sí.
-No, todavía no.
Y antes de que Valentina pudiera darse cuenta de lo que pretendía, se inclinó hacia ella y comenzó a quitarle las horquillas del moño para liberar su melena.
-¡Juliana, Juliana! ¿Qué haces? -gritó Valentina horrorizada, intentando sin éxito detenerla.
-No me gusta cómo llevas el pelo, así que estoy intentando arreglártelo -respondió Juliana fríamente, ignorando sus protestas.
Valentina intentó arrebatarle las horquillas, pero ella bajó la ventanilla y las tiró al aparcamiento, después, le quitó las gafas, se las llevó a sus propios ojos y dijo, arrastrando las palabras:
-Tal como me imaginaba, en realidad no las necesitas para ver -y para mortificación e indignación de Valentina, las tiró también por la ventanilla, Valentina estaba dispuesta a salir del coche para recuperarlas, pero ni siquiera había tenido tiempo de abrir la puerta cuando llegó un automóvil y destrozó las gafas con sus neumáticos.
-Dios mío, no puedo creerme lo que acabas de hacer -observó a Juliana atentamente, como si la estuviera viendo por primera vez-. ¿Por qué has hecho eso?
-Porque tienes una melena maravillosa, castaña, brillante, lisa e increíblemente suave y unos ojos azules oceanos que te hacen sentir como si estuvieras viendo el mismo universo, quiero disfrutar de tu pelo y de tus ojos, Valentina y como pronto voy a ser tu esposa, creo que tengo ese derecho y puesto que no creo que hubieras estado dispuesta a cambiar de aspecto por mí, he tomar yo la iniciativa, ahora tienes el aspecto de la mujer que realmente deberías ser: adorable, femenina, vulnerable y seductora y así es como me gusta que sea mi novia ¿Nos vamos?.
Valentina comprendió que no tenía sentido discutir con Juliana, pero, a pesar de que ella acabara de decir precisamente lo contrario, no tenía ningún derecho a hacer lo que acababa de hacer, sin embargo, tenía que reconocer que los elogios a su pelo y a sus ojos no solo la habían emocionado y halagado, sino que habían conseguido aplacar su enfado.
-Será mejor que acabemos con esto cuanto antes.
Aunque normalmente era necesario esperar, el juez que presidía aquel día los juzgados era amigo de la familia Carvajal y les evitó el tiempo de espera, la ceremonia tardó menos de un cuarto de hora, en cuanto los declararon esposas, Juliana abrazó a Valentina, la estrechó contra ella, le dio un apasionado y prolongado beso, dibujando la línea de sus labios con la lengua antes de entreabrirlos para acceder a su interior, cuando por fin la soltó, Valentina se sentía débil, temblorosa y ardiendo de excitación, la maravillaba que a Juliana le bastara besarla para dejarla en ese estado, jamás había sentido nada parecido con Sebastián.
-Vamos, señora Valdés -la voz de Juliana la sacó de su ensueño-.Ya es hora de ir a trabajar.
Señora Valdés, su cerebro solo registró esas dos palabras, inconscientemente, miró hacia su mano izquierda, el día anterior, a la hora del almuerzo, Juliana había comprado los anillos de la boda, algo que Valentina no se esperaba, pero en ese momento brillaba en su dedo un espléndido anillo de oro con diamantes incrustados, haciéndole saber que aquello no era un sueño, que realmente ya no era la señorita Carvajal: acababa de convertirse en la señora Valdés, Valentina Carvajal de Valdés.
-¿Valentina?
-Sí, Juliana, ya voy.
Dios santo, pensó Valentina mientras hablaba, debía estar completamente loca para haber hecho algo así y acababa de hablar como una pobre mujer sin voluntad alguna. «Sí, Juliana» a esto, «sí, Juliana» a lo otro, debía estar en estado de shock. Sí, eso era, pero no fue tanto ella, como Lucia y León los que entraron realmente en aquel estado cuando Juliana y Valentína llegaron a la oficina y les dieron la noticia de su reciente boda.
-¿Qué? -exclamó Lucía al enterarse.
Las miró fijamente, con la boca abierta y se sentó bruscamente tras su escritorio, haciendo sonar involuntariamente el brazalete de oro que nunca se quitaba y que tintineaba como unas campanillas de Navidad, aquel brazalete se lo había regalado su marido y cada vez que nacía un miembro de la familia le añadía un nuevo colgante, lo que lo había convertido en una joya de un valor incalculable.
-¿Qué quieres decir con eso de que se han casado esta mañana? Por el amor de Dios, Valentina, ¿en qué mundo te crees que vives? ¡Tú eres una Carvajal, la mayor de mis hijas!- los ojos de Lucia chispeaban de furia-.Te merecías una boda espléndida, no una ceremonia de diez minutos en los juzgados como si todo esto fuera una especie de aventura clandestina.
-Bueno, ¿y no es así? -preguntó Juliana, sin dejarse intimidar por la cólera de Lucia-. Somos Valentina y yo los que nos hemos casado y hemos hecho lo que considerábamos más adecuado en las presentes circunstancias.
-Lo más adecuado para ti, querrás decir -gruñó León, fulminándolos con la mirada-. Sabías que una de las cosas que estaba haciendo Tessa esta semana era redactar el acuerdo prenupcial para que la fortuna de mi hija estuviera a salvo.
Ante la insultante insinuación de León, Juliana soltó una maldición, eran las mismas palabras que Valentína le había oído pronunciar la noche anterior, así que comprendió que estaba furioso.
-Yo no quiero el maldito dinero de Valentína -replicó -. Gracias a las inversiones que he hecho durante estos años, tengo suficiente dinero, gracias a Dios, de modo que tengo intención de firmar todos los documentos que quieras, León. Lo único que tienes que hacer es enviármelos al laboratorio en cuanto Tessa los tenga preparado.
-Espero que sepas mantener tu palabra en ese aspecto, Juliana -afirmó León con dureza.
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𝐶𝑟𝑒𝑑𝑖𝑡𝑜𝑠 𝑎
_Streick14_👀
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Esposa En Alquiler ➸ Juliantina G!P 《Terminada》
Fanfic𝑱𝒖𝒍𝒊𝒂𝒏𝒂 𝑽𝒂𝒍𝒅𝒆́𝒔 𝑮!𝒑 Con unos ojos chocolate y la habilidad de adivinar cualquier secreto, Juliana Valdés era el tipo de mujer del que cualquier persona inteligente huiría. Pero las circunstancias hicieron que una chica sensata co...