Esposa En Alquiler ➸ Juliantina G!P 《Terminada》

《33》•Intruso•

Maratón  de regreso 9/10

Había costado varios meses, pero siempre terminaban encontrándose algunos
eslabones débiles en la cadena; empleados en otro tiempo decentes que se
enfrentaban de pronto a un problema personal y a una acuciante necesidad de
dinero, trabajadores insatisfechos que albergaban un rencor secreto contra sus jefes, o ex-empleados cargados de odio que habían perdido su trabajo y no había nada que desearan más que vengarse de sus antiguos patrones. En aquella ocasión, habían utilizado a más de uno de aquellos eslabones, pero el hombre que estaba metiéndose furtivamente en el edificio de Carvajal  Cosmetics no lo sabía. Los motivos y los métodos de la persona que lo había contratado no le importaban. Lo único que sabía, lo único que le importaba, era que iban a pagarle una generosa cantidad de dinero por realizar aquel trabajo nocturno.

Había recibido en su apartado postal la copia de plano del edificio, el horario de
los vigilantes y de los trabajadores de la limpieza y una tarjeta de identificación que
le permitiría el acceso a las zonas más sensibles de la compañía, como el laboratorio.

Aquel era su principal objetivo aquella noche. Pero antes, se encaminó hacia el
sótano, hasta donde llegó por zonas que normalmente solo pisaba el personal
encargado de mantenimiento. Una vez allí, se quitó la bolsa del hombro, la dejó a un
lado y se concentró en cerrar la llave que controlaba el suministro de agua de todo el
edificio.

El intruso ya no tenía mucho tiempo. En cualquier momento alguien podía
descubrir que no había agua en todo el edificio. Y quizá fuera lo suficientemente
brillante o estuviera lo suficientemente enfadado como para llamar al equipo de
mantenimiento y pedir que echara un vistazo al cuadro de mandos.

Se colgó la bolsa al hombro y corrió hacia los ascensores. Pulsó el botón de subida
y miró el reloj. Faltaban solo unos segundos para las doce. Imaginaba que todos los empleados debían estar en casa en aquel momento. Gran parte del servicio de limpieza habría abandonado también el edificio, pero todavía podía quedar alguno
trabajando, así que, como medida de precaución, llevaba un uniforme de conserje. En el bolsillo llevaba un pasamontañas, por si en algún momento necesitaba ocultar su rostro. No era probable que surgiera aquella necesidad, puesto que tenía la tarjeta de
identificación de Carvajal Cosmetics, pero, aun así, debía tener cuidado.
Cualquier imprudencia podía ayudar a que lo atraparan y a que, en consecuencia,
terminara en prisión.

El ascensor se detuvo bruscamente. Las puertas se abrieron, permitiéndolo entrar.
Se relajó ligeramente al advertir que estaba vacío. Aun así, la adrenalina corría
salvajemente por sus venas. No hubiera sido del todo extraño que se hubiera
encontrado con alguien. Dio un paso al interior y presionó el botón del piso en el que se encontraba el laboratorio.

A pesar de lo tarde de la hora, Juliana estaba extasiada. El trabajo de aquella noche representaba un gran adelanto. Después de los resultados obtenidos, estaba convencida de que el misterioso Ingrediente X que faltaba para que Lucia pudiera contar con el secreto de la juventud era esa misteriosa flor que solo podía ser localizada en la selva amazónica. Y en el caso de que no lo fuera, de que aquella flor resultara ser solo una leyenda, había otras plantas que podían ser utilizadas. Pero sus entrañas le decían que la flor de la doncella era la que realmente quería. Bostezó y comenzó a repasar lentamente las cifras que había introducido en el ordenador. Cuando terminó, guardó la información en un disquete que se metió en el bolsillo de la bata. A continuación, recogió todos los aparatos que había utilizado aquella noche para realizar las pruebas y terminó de ordenar el laboratorio.

En el despacho, abrió la caja fuerte, metió allí el disquete, cerró la pesada puerta
metálica y giró la rueda un par de veces, de forma que resultara imposible averiguar
la combinación de apertura. Se metió la llave de la caja en el bolsillo y apagó las luces del despacho. Después caminó a grandes zancadas hasta los ascensores.