《25》•La culpa era del brandy•

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Maratón  de regreso 1/10

Era imposible. La fórmula de la juventud era demasiado importante para que Lucia
tolerara su ausencia durante más de una semana, aunque hubiera sido la propia Lucia la que había propiciado aquellas vacaciones.

Suspirando pesadamente, como había hecho Juliana minutos antes, Valentina se
levantó y se metió en el baño. Poco después, se deslizaba en la cama, sintiéndose al borde de las lágrimas. Hacía mucho tiempo que no era tan feliz como lo había sido  durante aquella semana. Debería haber hecho el amor con Juliana, reflexionó mientras se acurrucaba bajo las sábanas. Era una tontería que pretendiera decirse que había hecho lo que debía, porque su corazón le estaba diciendo exactamente lo contrario.

Y, al fin y al cabo, era ridículo que tuviera miedo de hacer el amor con su propia
esposa.

Valentina se despertó bruscamente, temblando. A pesar de las mantas bajo las que se acurrucaba, estaba helada. El dormitorio parecía estar a treinta grados bajo cero.

Cuando encendió la luz, pudo ver el vaho provocado por su propia respiración.

—Ju... Juliana—la llamó, temblando violentamente y frotándose los brazos para intentar entrar en calor.

—Estoy aquí. Espera, cariño —Juliana entraba en aquel momento, llevando un
montón de leños que dejó caer frente a la chimenea del dormitorio antes de comenzar a colocarlos en el hogar.

—¿Qué ha pasado? —preguntó Valentina.

—Se ha estropeado la caldera. He llamado a recepción, pero al parecer no hay
servicio de mantenimiento después de la media noche, de modo que nadie podrá
arreglarla hasta mañana. Tendremos que calentarnos al viejo estilo. No, ¡no salgas de la cama, Val! Por el amor de Dios, ¿es que quieres pillarte un resfriado de muerte? Acuéstate ahora mismo. No puedes hacer nada para ayudarme, yo me ocuparé de todo.

Valentina tuvo que reconocer que se alegraba de no tener que abandonar el escaso calor que la cama le proporcionaba. Aquella era una de las ventajas de tener una esposa un tanto chapada a la antigua. En situaciones como aquella, estaba dispuesta a hacerse cargo de ella.

Después de encender el fuego, Juliana desapareció en el interior de la cocina y
regresó minutos después con una taza humeante. Al principio, Valentina pensó que se trataba de chocolate.

—No, es un té con brandy —anunció Juliana—. No hay nada mejor para entrar en calor rápidamente. También es bueno para los resfriados, tanto para combatirlos
como para evitarlos. No me gustaría que te acatarraras, así que bébetelo, Valentina.

Mientras ella bebía el brebaje, agradeciendo su calor, Juliana añadió otro tronco a la chimenea y las llamas no tardaron en disipar el frío del dormitorio. Y de pronto, antes de que Valentina pudiera darse cuenta de lo que pretendía, Juliana se quitó la bata y se metió en la cama con ella.

—¿Qué demonios crees que estás haciendo, Juliana?

—Compartir el calor corporal. Dame, ¿ya te has terminado eso? —le quitó la taza
vacía de las manos—. Buena chica. Ahora, acurrúcate —se metió bajo las sábanas, la
abrazó y apagó la lámpara, de modo que ya solo las llamas iluminaban la habitación.

A pesar de la ansiedad y de la extraña sensación de anticipación que
experimentaba al estar en la misma cama que Juliana, Valentina tenía que admitir que por lo menos había entrado en calor. Al contrario que el suyo, el cuerpo de Juliana era como una caldera que generaba calor. El té y el brandy también la habían ayudado a calentarse. Acurrucada contra el   pecho de Juliana y rodeada por sus  brazos, se sentía somnolienta y a salvo. Y, desde luego, ya no tenía frío.

—¿Estás mejor? —le preguntó Juliana suavemente.

—Sí, mucho mejor.

—Me alegro.

Más tarde, Valentina le echaría la culpa al brandy, aunque en el fondo de su
corazón, sabía que nada ni nadie salvo ella misma era responsable de no haber
musitado una sola palabra de protesta cuando Juliana había comenzado a acariciarla.

Valentina comprendía perfectamente su motivación, porque, lejos de dejarse llevar
por el sueño, ella misma era cada vez más consciente de que Juliana estaba a su lado, abrazándola. De la sensación de la piel expuesta del top deportivo contra su mejilla. Del firme y relajante sonido de su corazón contra su oído. O su abdomen marcado . O de que ella también estaba despierta y excitada.

Al margen de los derroteros que la habían conducido hasta aquel matrimonio,
Juliana era su esposa y ella la deseaba, pensó Valentina. Entre ellas había surgido
aquella química de la que habían hablado, pura y simple. ¿Durante cuánto tiempo
podría seguir luchando contra lo que sentía por ella? ¿Un día? ¿Una semana? ¿Un mes?
Si era sincera consigo misma, tenía que reconocer que, al final, se dejaría vencer
irremediablemente por la tentación. La semana que habían pasado juntas le había
demostrado lo difícil que iba a ser vivir con ella y no sucumbir al deseo. De modo que,
¿por qué no rendirse en ese momento? Quizá así pudiera sacársela de la cabeza,
pensó, intentando olvidarse por completo de que probablemente no solo iba a
desearla en más de una ocasión, sino que quizá hasta podía llegar a perder su
corazón por ella.

La culpa era del brandy, se dijo a sí misma. Por su culpa tenía dificultades para
pensar correctamente. Pero en el fondo de su corazón, y mientras se rendía al asalto
de la seductora boca de Juliana, sabía que no era verdad.

Juliana le entreabrió los labios para adentrarse en la húmeda y cálida caverna del interior de su boca. Enredó los dedos en su  largo y sedoso cabello mientras daba media vuelta en la cama deslizando la pierna entre sus piernas. Valentina sintió los sedosos pliegues del camisón frotándole sensualmente las piernas mientras Juliana se movía contra ella y
deslizaba una mano por sus senos, su vientre y la suave montaña que antecedía a su sexo.

Allí se detuvo, revoloteando como una mariposa, acariciándola muy
suavemente, tentándola, excitándola y dejando que se arqueara contra ella en busca de un mayor contacto.

Valentina gemía contra sus labios mientras Juliana continuaba besándola y
acariciándola. Excitada por el sonido de aquellos gemidos, Juliana también gimió y profundizó su beso. Se colocó bruscamente sobre ella, posó sus manos en las mangas
del camisón y las apartó bruscamente de sus hombros para deslizarla  por sus brazos y desnudarla por completo hasta la cintura.

Descubrió así los senos de Valentina. Unos senos suaves, medianos, coronados por unas oscuras crestas que se erguían bajo las lentas caricias de las manos de Juliana.

Juliana marcó con el fuego de sus labios el cuello de Valentina y a continuación se
apoderó de uno de los pezones. Ella se arqueó contra la morena, estremecida por las oleadas de deseo y placer que atravesaban su cuerpo. Se aferraba a Juliana, hundía las manos en su sedoso cabello y las clavaba en sus hombros mientras ella continuaba atormentándola,
dejando escapar su respiración ardiente contra su piel desnuda. Lentamente, Juliana descendió hasta el valle de sus senos, capturó sus labios y, ascendiendo por su mejilla, le atrapó el lóbulo de la oreja.

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Cualquier  error díganme porfavor

Bueno como verán hubo una solución  y tengo que agradecerle  a JulianaC2609 por haber encontrado el libro original de esta historia.

Espero que lo disfruten...

Esposa En Alquiler ➸ Juliantina G!P 《Terminada》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora