1. Cosecha

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La luz del sol empieza a asomarse por la ventana obligándome a levantarme de de mi cómodo sofá del cual no me he despegado durante toda la noche. En realidad llevo varios días en ese lugar pues la oscuridad de mi habitación solo hace que las pesadillas aumenten más de lo que ya lo hacen en esta epoca de año.     

Es normal tomando en cuenta que hoy es el día de la cosecha, día en que tendré que ver cuales son los niños elegidos para este año. No es que tema que mis amigos salgan elegidos, si no que me aterra pensar que por tercer año consecutivo vea morir a dos niños sin que yo pueda hacer nada. 

Por un momento pienso en como se sentira Haymitch quien lleva haciendo esto por veinticuatro años y solo con una vencedora, es atroz pero esa es nuestra condena y de alguna forma es nuestro pago por la vida que aún conservamos. 

Decido despejar esos pensamientos de mi mente y en su lugar voy en busca de algo de ropa. Minutos más tarde ya llevo puesto una ropa sencilla que me servira para mi pequeña visita por el distrito, sin embargo me tomo algunos minutos para observar mi cuerpo. 

La ropa que tengo me queda corta de las piernas como sinónimo de que he aumentado mi estatura nuevamente, no es que sea muy alta apenas si mido 1.60 m sin embargo mis piernas son lo suficientemente largas para darme un toque más estilizado y que concuerde con el resto de mi cuerpo que es bastante voluptuoso y curvilíneo. 

Ver mi propio cuerpo me causa algo similar a la repulsión, esa no soy yo o al menos no debería serlo, el cuerpo perfecto no es otra cosa que una consecuencia de ser la preferida del capitolio, mi cuerpo debía dejar de parecer el de una niña lo más pronto posible y la solución fueron hormonas disfrazadas de una dieta estupida. Ahora no soy más que un muto. 

Con esa cruel idea sobre mi propio cuerpo salgo de casa y recorro la villa de vencedores pasando por la casa de Haymitch la cual desde lejos muestra señales de que mi antiguo mentor sigue durmiendo o esta suficientemente ebrio para siquiera darse cuenta de lo sucede. 

Sigo mi camino y en menos tiempo del pensado llegó a la panadería Mellark donde veo a un joven bastante apuesto hablar con el papá de Peeta, cuando me ven acercarme el chico me mira con odio y se va con un pan en las manos. 

— Buenos días señor  Mellark, veo que hoy es día de ardillas  — digo con una sonrisa. 

—Buenos días Fei —dice el mostrandome la ardilla que tiene en su mano. 

—Se que será deliciosa una vez asada. Aunque en realidad vengo por Peeta, quería saber si quiere desayunar conmigo, pero si tiene muchas cosas que hacer no hay problema —explicó mientras ambos entramos a la panadería.  

—No hay problema hoy no hay mucho que hacer —dice el — Está en el almacén, creo que pueden irse una vez que termine de acomodar los sacos de harina. 

—Gracias. — exclamo caminando rumbo al ya conocido almacén. 

Cuando entro al pequeño cuartucho donde guardan todos materiales no perecederos veo a Peeta cargando un costal de harina que bien podría pesar el doble que yo. Sin importar cuantas veces vea esa escena sigue sorprendiéndome la cantidad de fuerza que puede tener Peeta

— Fiu!!! Con esa fuerza hasta Katniss querría estar entre tus brazos — digo entre risas para molestarlo. 

Su reacción es algo inolvidable pues al escuchar aquello la cara se le pinta de un color rojo que sube hasta sus orejas y que le da un toque gracioso a su cara de enfado. Mismo que se ve aun más gracioso cuando intenta decirme algo pero solo logra tartamudear. 

—Fei! No es algo con lo que debas bromear —  dice con evidente molestia. 

—Ya ya!! Lo se no debo bromear con Katniss —exclamo como niña regañada una vez que paro de reir. — Juro que es la ultima vez que lo hago.  Pero como sea, vine para que vayamos a desayunar, hoy me voy . 

Mentores y TributosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora