-Anjalí-

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Si la mala suerte tuviera una imagen, se vería exactamente como yo, tengo la peor fortuna del mundo, como si algún tipo de magia negra me hubiese acompañado desde los dos años de vida.

"La suerte no existe, solo está en tu cabeza"

Alguna vez le escuché decir eso a mi padre, un escéptico de todo tipo de creencias y supersticiones. Un hombre con tanto sentido común, como poca imaginación, para él todo tiene una explicación. Me encantaría que analizara lo que me sucede. Según mi papá toda la culpa de mi desgracias son mis pensamientos.

"Le das demasiada importancia, cariño"

¿Demasiada importancia? — Ponte en mis zapatos un solo segundo, y morirás aplastado por un piano-No exagero, casi muero por eso a los diez años-.

Me pregunto si cuando era un bebé se me cruzó un gato negro, rompí alguna clase de espejo, gateé debajo de alguna escalera o algo parecido. Y si así fuese qué hice para que los siete años de mala suerte se hayan extendido a diecisiete.

He investigado tanto sobre la mala suerte, que podría dar clases a señoras de la mediana edad sobre que hacer para alejarla, ganaría mucho dinero, pero probablemente algo lo arruinaría pronto.

Rituales, baños con plantas extrañas, oraciones para atraer la dicha, todo. Lo he probado todo, nada de eso me ha funcionado, empiezo a pensar que el solo universo conspira en contra mía.

¿Exagero?

No, ni un poco.

Cuando tenía cinco años en el recital del día del padre vomité delante de todos justo antes de cantar mi solo.

¿Cómo justificas eso?

—"Nervios, eras solo una niña pequeña y probablemente comiste mucho"

Gracias querido subconsciente, pero tú también estuviste ahí, y eso no fue todo, el vomito llegó a la directora.

A los ocho años en una excursión perdí el paso de la profesora, y por alguna increíble razón nadie se acordó de mi miserable existencia, como la genio que soy, pensé: "Si me subo al árbol, me verán a lo lejos y me encontrarán". Hubiese sido una genial idea sin tan solo yo supiese bajar de ahí. Me quedé en el árbol por dos horas, hasta que mi papá llamó para preguntar por mí.

— "Eso sucede por no tener amigos"

¿Cómo puedo tener amigos si pongo en riesgo su vida cada tres horas? Digo horas, porque la mía corre peligro cada minuto.

Sea como sea, intenté tener amigos. No fue una gran idea.

A los doce años, entré a la secundaria, pensaba: Nueva escuela, nuevos amigos, nuevo aire, nueva suerte.

Claro que no.

Comencé a hablarle a un grupo de niñas -todas muy femeninas para mi gusto- Una de ellas me invitó una fiesta, no solo era una fiesta, era el cumpleaños de una chica de último grado, así que el que no iba tendría muerte social. Yo ingenuamente dije: Bueno sí.

Realmente no quería ir, pero era mi primera fiesta y era muy importante para mis amigas. Cuando llegué con mi padre realmente el ambiente era extraño. Como dije era mi primera fiesta, aún recuerdo sus palabras.

— ¿Estás segura, Anjalí?—. Él estaba casi tan nervioso como yo.

— Sí, ahora vete—. Amo mucho a mi padre, pero estaba en una fiesta de alguien mayor, eso arruinaría mi "estilo".

— No te metas en problemas—. Me dio un beso en la cabeza y se alejó diciendo: — "Procura no caerte en el pastel".

Oh... No.

¡Mala Suerte!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora