Disclaimer: Los personajes del siguiente texto son propiedad de Masashi Kishimoto. Este es un fanfiction sin motivo de lucro ni adjudicación de personajes.
❥???????? (+18)
Disclaimer: Los personajes del siguiente texto son propiedad de Masashi Kishimoto. Este es un fanfiction sin motivo de lucro ni adjudicación de personajes.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
───── {.⋅ ᴇʟ ᴘʀᴏᴛᴇᴄᴛᴏʀ ⋅.} ────
Hinata se despertó muy tarde al día siguiente. Al bajar al salón, encontró una nota de Kakashi, en la que le comunicaba que había tenido que salir a hacer unas cosas y que ya hablarían a su regreso. Con un encogimiento de hombros, dejó la nota a un lado y se puso a prepararse un buen desayuno; trasnochar le daba hambre. Después de comer hasta la última miga de pan tostado, decidió salir a dar un paseo. Miró por la ventana; a pesar de que no llovía, el cielo era como una inmensa laja de pizarra, pesado y gris, así que se abrigó bien y le dejó otra nota a su anfitrión, indicándole que daría un paseo a lo largo del río.
—¡Vamos, Pakkun!
El perro se meneó, encantado, y la siguió al exterior con un alegre ladrido. En efecto, el día era triste y soplaba un viento frío que le clavaba pequeñas agujas heladas en el rostro. A Hinata no le importó, el clima estaba en sintonía con su estado de ánimo.
Echó a andar con las manos en los bolsillos. El ejercicio parecía aliviar su confusión mental, así que caminó a buen ritmo durante mucho tiempo, sin apenas fijarse en el espeso bosque que la rodeaba. No paraba de dar vueltas a los acontecimientos de la noche anterior. Comprendía que había sido ella misma la que se había puesto en la situación en la que ahora se encontraba. Por su propia estupidez, se vería obligada a abandonar la encantadora casa que durante varios meses había sido su refugio y, lo que era peor, tendría que alejarse de Kakashi.
Al pensar en ello, un dolor casi físico le atravesó el pecho. Habían sido necesarios los desagradables incidentes de la noche para que ella, por primera vez, se enfrentase cara a cara con sus sentimientos y reconociera al fin la verdad: estaba locamente enamorada de Kakashi. Puede que ese sentimiento fuera una emoción pasajera o, tal vez, algo que perduraría eterno en el tiempo, no lo sabía; lo único que tenía claro era que nunca había sentido ese deseo desbocado de estar con una persona, de besarlo y que la besara, de fundirse con él. Cada vez que lo veía, tenía que hacer esfuerzos sobrehumanos para no lanzarse en sus brazos y pedirle que la abrazara fuerte, fuerte.
Pero estaba claro que Kakashi solo la veía como una niña malcriada, que no le daba más que problemas. Cierto que a veces tenía la sensación de que la deseaba tanto como ella a él, pero no se hacia ilusiones; eso no quería decir nada, para Kakashi tan solo era una misión más que debía llevar a cabo.
Siguió caminando hasta que le pareció que los músculos y tendones de sus piernas estaban a punto de romperse. Una roca colosal al borde del río, como un mirador estratégicamente colocado por la naturaleza, invitaba a sentarse. La piedra estaba helada. No podría detenerse ahí mucho tiempo, se estaba haciendo tarde y el frío comenzaba a traspasar sus ropas. Contempló el agua transparente. Pakkun saltaba feliz entre las rocas, sin dejar de salpicar gotas de agua en todas las las direcciones. En un momento dado descubrió un salmón que nadaba a contracorriente y decidió pescarlo.