Disclaimer: Los personajes del siguiente texto son propiedad de Masashi Kishimoto. Este es un fanfiction sin motivo de lucro ni adjudicación de personajes.
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Disclaimer: Los personajes del siguiente texto son propiedad de Masashi Kishimoto. Este es un fanfiction sin motivo de lucro ni adjudicación de personajes.
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Años más tarde...
—Y ¿tú qué dices señorita?
La chiquilla, una preciosa niña peligris de casi tres años, lo miró con sus grandes ojos perlados.
—Quiero ver los osos panda.
Kakashi miró por la ventana y vio que el cielo resplandecía con un intenso color azul; la mañana primaveral invitaba a disfrutarla.
—Tú ganas, iremos al zoo.
Hinata los observó divertida. Los tres estaban sentados en la mesa de la cocina y acababan de desayunar.
—Te recuerdo, Kakashi, que es martes. Hace al menos una hora que deberías estar en la oficina.
Pero él se encogió de hombros.
—¿Qué ventajas tiene ser el jefe si no puedes tomarte de vez en cuando el día libre?
—Suki, no deberías aprovecharte de papá. —Hinata se dirigió a su hija con fingida severidad—.Ya sabes que es incapaz de decirte que no.
La niña soltó una carcajada, encantada de ser el centro de atención de sus padres.
—Venga, Hinata, hace un día maravilloso. ¿Qué mejor sitio que el zoo para pasear en una preciosa mañana de principios de verano?
Hinata sonrió al mirar el atractivo rostro de su marido, alzado hacia ella con expresión suplicante.
—Debería terminar este documento —dijo dubitativa—. Mañana nos vamos de vacaciones y no sé si podré tenerlo listo a tiempo si no. Además, esta tarde tenemos que pasar por casa del abuelo para despedirnos...
—Anda, Hinata —la interrumpió Kakashi—, sabes que allá ambién tendrás acceso a todas las fuentes que necesites.
—Sí, mamá, venga. Tenemos que ver a De y a Po antes de irnos, si no ya no serán bebés.
Y, por supuesto, ella no pudo resistirse a los ruegos de dos de las tres personas que más amaba en el mundo.
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Recorrieron las distintas instalaciones del zoo, ajenos a la atención que despertaban entre los escasos visitantes que paseaban por allí un día entre semana.
Una preciosa niña flanqueada por un hombre alto y atractivo y una mujer bella y esbelta; parecían una familia que se hubiera escapado del anuncio de una revista de moda.
Al llegar frente al recinto de los osos panda, la pequeña se adelantó impaciente mientras sus padres, sin perderla de vista ni un momento, la seguían con las manos entrelazadas.
La niña, fascinada con los ositos, lanzaba grititos de alegría, sin parar de señalar a sus padres todo lo que llamaba su atención.
Kakashi, sintiéndose un hombre absolutamente feliz, rodeó la cintura de su mujer con un brazo.
—Estimada Hinata, señora de Hatake, ¿podría explicarme qué balance hace usted de estos últimos cinco años?
—Hum. Déjame pensar... —Hinata le pasó el brazo por la cintura a su vez y se recostó contra su hombro—. En estos cinco años no he parado de hacer y deshacer maletas. Vivir entre Konoha y el país del rayo a veces puede resultar estresante.
—Pero tú adoras los dos sitios —afirmó Kakashi, al tiempo que le besaba el pelo.
—Cierto. Tengo un trabajo que me encanta y la suerte de poder realizarlo sin que importe el lugar en el que resida.
—Punto para la vagabunda familia Hatake.
—Tengo una hija preciosa a la que adoro.
—Es igualita que tú...
—Y la suerte maravillosa de saber que volveré a ser madre dentro de poco.
Kakashi cubrió con la mano el vientre aún plano de su mujer con un gesto posesivo, antes de inclinar la cabeza y besarla en la garganta.
Hinata cerró los ojos con un suspiro de placer y continuó:
—Tengo un marido que todavía me hace estremecer cuando me besa.
—Eres la mujer más deseable del mundo...
La acercó más hacia sí y la besó en los labios con la misma pasión de la primera vez hasta que Hinata se olvidó de dónde se encontraba. De puntillas, alzó los brazos, los enlazó alrededor del cuello de su marido y le devolvió el beso con entusiasmo.
—¡Papá, mamá, paren ya! Siempre se están dando besos. ¡Qué vergüenza!
Al darse cuenta de que una pareja mayor les observaba, divertida, Hinata enrojeció avergonzada, en tanto que Kakashi, muy sonriente, le guiñaba un ojo a la señora, que le devolvió la sonrisa encantada.
—Dios mío, Kakashi, no podemos seguir comportándonos como dos adolescentes con las hormonas revolucionadas. Hasta nuestra propia hija se avergüenza de nosotros —afirmó Hinata con fingida severidad mientras se alejaban de las instalaciones de los osos panda en dirección a la salida.
—Tienes toda la razón —contestó Kakashi muy serio—. Esto no puede seguir así; no podemos continuar actuando en público de esta manera.
—Me alegro de que pienses como yo. Entonces, ¿qué sugieres?
Hinata mantuvo las facciones inexpresivas, a pesar de que se notaba que le estaba costando contener una sonrisa.
—Propongo que volvamos a casa cuanto antes y continuemos esta... conversación en un lugar algo más privado.
—Hum... Creo que puede ser una buena idea —respondió su mujer en un tono cargado de sensualidad.
—Confía en mí. —Kakashi se volvió hacia ella y la besó una vez más con ansia infinita—. Yo no creo que sea una buena idea; estoy completamente seguro de ello.
Y sin dejar de reír, caminaron los tres hacia el coche.