A las estrellas les gusta contar lo que ven.
Algunas de ellas disfrutan del romance entre dos simples humanos; otras, del magnífico y poderoso horror que el final de uno de ellos puede provocar. Algunas prefieren suspirar, moviéndose de un lado a otro para visualizar la tierra girando a toda velocidad cuando las que están en movimiento son ellas mismas. Un pequeño grupo más alejado de la Tierra disfruta de ver a sus hermanas reírse traviesamente a causa de las historias que presencian, y el resto, más allá de donde una galaxia entera puede contener, están las que se esconden de la vista del ojo humano.
Y luego está el grupo de estrellas que Yamaguchi llevaba consigo, un chico cariñoso y amable de veintidós años, cabello castaño y ojos marrón con tintes de verde oscuro, que brillaban de distinta forma con cada verano, cada invierno, cada otoño y cada primavera que su corazón latía. Nadie sabe con exactitud cuándo fue que aquel grupo de estrellas había decidido seguir la historia de aquel chico, pero la persona que vió sus pecas por primera vez había dicho, con una cálida sonrisa, que sus pecas eran como las estrellas. Y esa era una historia que Yamaguchi se había cansado de escuchar, y era la misma por la que siempre reprendía a su madre por recordarle tal embarazoso momento, aún si él no estuviera consciente de aquello.
Lo que sí sabía era que aquellas estrellas existían, y se preguntaba si alguna vez sus pecas tomarían la forma de ellas, casi tan brillantes como el sol pero tan alejadas de la realidad como para visualizarlas como a la gigante roja del centro de la galaxia. Sus pecas eran, en efecto, el "defecto de su rostro" que siempre le había acomplejado. Nunca nadie había dicho algo al respecto que no fuera amable acerca de aquellas marcas en sus mejillas, pero había algo, quizás alguien, quizás él mismo, que desde lo profundo de su mente repetía siempre las mismas palabras: 'Tus pecas son feas', 'Nadie quiere a tus pecas' y 'Nunca serás feliz con esas pecas', y otro sinfín de insultos que se repetían cual disco dañado. Tadashi sabía que todo aquello era bastante ofensivo hacia sí mismo, y que estaba más que claro que no tenía sentido pensarlo pero, sin buscarlo y sin pedirlo, tomaba forma cuando se quitaba su camiseta, dejando al aire su piel blanca repleta de puntos de miles de tamaños. Pequeños, grandes, medianos; dos, tres, cuatro puntos seguidos; algunos formaban figuras; otros, por su parte, existían como si de alguna clase de tortura hacia la pobre mente del chico se tratara.
Eran estrellas. Horribles e inútiles estrellas.
Estrellas que, durante el invierno, se mantenían apagadas para dejarle lugar a sus ojos para brillar. Aquel día era especial. Quizás, más que especial. Aquel día era único en la historia. Aquel día, dos de sus mejores amigos y compañeros de preparatoria y equipo de volleyball volverían a encontrarse, ambos en equipos profesionales distintos, para un partido. Para todas las demás personas que iban a estar en aquel lugar era tan solo un simple partido de volleyball -con el agregado de que, según rumores, 'la generación de monstruos' creada durante la época de secundaria tanto de Yamaguchi como de sus amigos sería la participante de dicho partido-, pero para Yamaguchi y unas cuantas personas más, era la batalla final.
El enfrentamiento entre Hinata Shouyou y Kageyama Tobio, el partido que definiría su eterna rivalidad.
¿Divertido? Tal vez. ¿Intenso? Más que claro. ¿Importante? Ni en lo más mínimo. No al menos para las estrellas de Yamaguchi, que apagadas y en silencio se mantenían debajo de las varias prendas de invierno que el chico había decidido utilizar. Tadashi tan solo se limitó a sonreír y encontrar entre toda la gente a su mejor amiga, a la que le ofreció un cálido abrazo a pesar de haberla visto una semana antes, la noche del día en el que Hinata Shouyou volvió de Brasil, país al que había decidido migrar para pulir sus habilidades en el volleyball tan pronto como su vida de preparatoria acabó. La rubia comenzó a hablar, robándole una que otra sonrisa al pecoso, que escuchaba atentamente lo que su amiga decía. Tadashi nunca había sido demasiado bueno creando conversaciones, y por eso, desde pequeño, optó por escuchar. Y era, quizás, muy bueno en ello.
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𝘵𝘩𝘦 𝘴𝘵𝘢𝘳𝘴 𝘪𝘯 𝘵𝘩𝘦 𝘴𝘬𝘺 𝘢𝘳𝘦 𝘧𝘳𝘦𝘤𝘬𝘭𝘦𝘴 𝘵𝘰𝘰 [OsaYama]
FanfictionA Tadashi le gustaba Osamu. A Osamu le gustaba Tadashi. Era una conexión extraña colisionando como dos galaxias fusionándose en una sola, separadas por una simple cancha de voleibol. Yamaguchi escogió el dejar ir un amor que nació en invierno y mori...