Estaba manejando de la manera más inconsciente posible.
Y eso a Osamu ya no le importaba.
Reconoció de inmediato el rostro de esa mujer que abrazaba posesivamente a su hermano. Reconocía perfectamente la sonrisa cínica pero victoriosa de aquella mujer que parecía haber logrado provocar todo el mal que alguna vez se propuso a sí misma el hacer. Reconocía perfectamente el rostro desesperado de su hermano, escondido detrás de una sonrisa falsa, que pedía a gritos que le salvaran.
Y reconocía, como era de esperarse, la sonrisa retorcida de aquella persona parada tranquilamente en la puerta de su antiguo hogar, fumando un cigarillo como si tuviera el derecho a disfrutar del placer de hacerlo. El tiempo se ralentizó cuando su camioneta circuló por aquella calle, y su mirada se clavó directo en los ojos de esa persona, que le sonreía mientras movía su mano, probablemente imaginándose que aquel gesto era el saludo más amable de su parte. ‘Qué hipócrita’ se dijo Osamu a sí mismo, que afiló sus ojos en un intento en vano por transmitir todo el odio y el miedo que estaba sintiendo.
Y entonces lo vió. La puerta de entrada de su casa se abrió, dejando ver la cabellera rubia de su hermano moverse con el viento, y luego los ojos marrones de Atsumu brillar en la oscuridad del mundo que ellos, una tarde de verano en su niñez, crearon para protegerse el uno al otro. Osamu suspiró, y Atsumu le miró directo a los ojos.
“Sálvame” suplicó el rubio, aún con una sonrisa en sus labios, y esa persona le imitó, tirando el cigarillo hacia el suelo para apagarlo con su zapato, y luego se giró hacia Atsumu, volviendo a entrar a la casa con su mano presionando bruscamente su cuello. Antes de que la puerta se cerrara, esa persona se giró hacia Osamu, mirándole una última vez, provocando que el terror y la furia rellenara cada rincón del cuerpo del pelinegro.
“Vamos, inténtalo” dijo, y la puerta se cerró. Osamu respiró hondo, tratando de contener la rabia detrás de sus dientes, fallando en todos sus intentos por solucionar lo que con el tiempo parecía haberse ocultado en las sombras, planeando su ataque sin piedad, y que ahora mostraba sus colmillos con algo más que simple violencia.
Las últimas dos piezas del rompecabezas acabaron por separarse.
—¡Mierda! —gritó Osamu, golpeando el volante con ambos puños. Dejó que su mirada se perdiera en el logo de la marca de su camioneta, y volvió a golpear el volante un par de veces más—. ¡Mierda, mierda, mierda! —. Su mirada se perdió en el negro del volante mientras sus pensamientos parecían encerrarse en una pequeña caja en lo profundo de su mente, en donde se repitió a sí mismo que encontraría la forma, aún si eso fuera lo último que haga—. Lo siento, Tsumu...
Y encendió el motor, saliendo de allí a toda velocidad antes de que las lágrimas le ganaran a su vista y no le dejaran manejar. Estaba furioso, y sentía que ni explotando la ciudad entera se desharía de aquel enojo. Estacionó el automóvil frente a su tienda y se quedó allí, admirando algún punto insignificante del exterior, perdido en la infinidad de sus pensamientos, y sintiendo que las cosas lentamente volvían a suceder. Se sentía vulnerable, débil, sin fuerzas para pelear una vez más, y por alguna razón volvió a sentirse como un niño.
Un niño de expresión taciturna y personalidad silenciosa.
Sus ojos se cerraron cuando su imaginación fue más allá de lo que podía soportar en ese momento, justo cuando su visión comenzó a pintar de rojo aquella habitación en donde solía pasar gran parte del tiempo, la misma que en ese momento solo tenía viejas manchas del mismo color, y se permitió sumergirse en la profundidad del negro detrás de sus párpados. Dejó caer su cabeza sobre el volante, respirando profundamente, y se obligó a sí mismo a calmarse, aunque sus dedos tamborileando el asiento eran señal de que necesitaría más que aire para hacerlo, por lo que tomó la pequeña caja de cigarrillos que tenía guardada solo para casos especiales (como cuando tenía que esperar a que Kita terminara de preparar los ingredientes que le había pedido para la tienda, o como cuando su mundo se detenía repentinamente, y todo continuaba avanzando mientras él solo esperaba el momento más oportuno para tomar una decisión) y salió del auto, apoyando su cuerpo sobre él justo frente a la tienda.
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𝘵𝘩𝘦 𝘴𝘵𝘢𝘳𝘴 𝘪𝘯 𝘵𝘩𝘦 𝘴𝘬𝘺 𝘢𝘳𝘦 𝘧𝘳𝘦𝘤𝘬𝘭𝘦𝘴 𝘵𝘰𝘰 [OsaYama]
FanfictionA Tadashi le gustaba Osamu. A Osamu le gustaba Tadashi. Era una conexión extraña colisionando como dos galaxias fusionándose en una sola, separadas por una simple cancha de voleibol. Yamaguchi escogió el dejar ir un amor que nació en invierno y mori...