Estaba completamente solo.
Algo que el de cabello naranja había aprendido a odiar con todas sus fuerzas era ese sentimiento que se encargó de recordarle lo pequeño e insignificante que era durante su estadía en el país sudamericano: la soledad. Y no había sido nada para menos, el Hinata de veintidós era una persona completamente distinta a la de diecinueve, y de hecho hasta era más fuerte, como todos en Japón le habían dicho tan pronto como había vuelto.
Pero no sabía cómo manejarlo.
Todas aquellas noches sin dormir, en las que se encerraba entre las cuatro paredes de su habitación, sentándose en una de las oscuras esquinas del lugar al sentir la desesperación y la tristeza de saberse realmente solo acabaron por crear en el interior de su mente una pequeña, casi ínfima voz a la que no le daba más poder del que podía, voz que le decía constantemente que estar solo era horrible y que rebuscara por todos sus medios el jamás volver a sufrirlo. Se odió a sí mismo también por ello, y cuando logró devolver su mente a la realidad ya había sido demasiado tarde.
Había descubierto que estaba aterrado de estar solo.
Su encuentro con Oikawa en Brasil solo había sido algo tan pasajero como su soledad misma. Le agradeció al ex setter de Seijoh por cada beso, por cada caricia, por cada abrazo que le dió en la intimidad de su habitación, y hasta anheló por volver a verle una vez más cuando este le dijo que debía volver de nuevo al país para el que jugaba. Tooru se había despedido con una sonrisa en sus labios, el pedido amable de que no se sintiera solo cuando el se fuera y el nombre de pila del pelirrojo pronunciándose en su voz antes del último adiós sin saber lo que Hinata sentía, lo que Hinata pensaba, lo que Hinata se había callado durante cada segundo porque prefirió apoyar su cabeza sobre el pecho del castaño y dejar que su mente se despejara hasta quedar en blanco porque se ahogaba con las ganas de llorar.
Aún estando acompañado, él se sentía solo.
Fue en una de esas tardes en las que Hinata descubrió qué era lo que le hacía sentir solo, o quién. Estaba quedándose dormido luego de un largo día de entramiento en la playa, y Tooru le había invitado a almorzar para luego quedarse en su habitación de hotel el tiempo que quisiera. Shoyo tomó un baño y se puso una de las camisetas que el castaño le había prestado –la cual le quedaba extremadamente grande, aunque al mayor le había parecido adorable–, y no tardó en acostarse a un lado de Tooru, quién le dedicó una sonrisa cálida y estiró sus brazos hacia él, pidiéndole que se recostara sobre su pecho. Un par de los últimos rayos del sol iluminaban y calentaban la habitación mientras Hinata se perdía en el incesante latir del corazón de Oikawa, quien le acariciaba el cabello mientras revisaba su celular, sonriendo de tanto en tanto al tener la mirada del menor sobre su rostro.
Cuando Hinata cerró sus ojos, su mente se transportó rápidamente a un escenario en el que toda su vida había deseado estar, o parte de ella. Su mirada cansada y algo borrosa se movía de un lado a otro mientras el cabello del mayor iba lentamente tornándose rubio, y sus ojos marrones no tardaron en recordarle que había alguien en el mundo por el que él todavía quería seguir viviendo, alguien en el mundo por el que sabía que no podía sentirse solo.
—Atsumu-san... —susurró aquella tarde antes de quedarse completamente dormido. Oikawa le admiró por un momento antes de sonreír satisfecho, besando la frente del menor antes de arroparle a su lado y continuar enviándose mensajes con sus compañeros de equipo, no sin antes enviarle una foto del pelirrojo durmiendo plácidamente a su lado al estúpidamente egocéntrico setter de los Black Jackals, Atsumu Miya.
Recordar que el rubio existía le recordó a Hinata que, de hecho, había algo más que volleyball y vivir en Brasil apartado de todo el mundo. Le recordó que estaba enamorado, y que ese amor de hecho ardía tan fuerte como el calor que irradió su piel la primera tarde en Rio.
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𝘵𝘩𝘦 𝘴𝘵𝘢𝘳𝘴 𝘪𝘯 𝘵𝘩𝘦 𝘴𝘬𝘺 𝘢𝘳𝘦 𝘧𝘳𝘦𝘤𝘬𝘭𝘦𝘴 𝘵𝘰𝘰 [OsaYama]
FanfictionA Tadashi le gustaba Osamu. A Osamu le gustaba Tadashi. Era una conexión extraña colisionando como dos galaxias fusionándose en una sola, separadas por una simple cancha de voleibol. Yamaguchi escogió el dejar ir un amor que nació en invierno y mori...