the stars change every time.

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De alguna manera, estaba odiándose a sí mismo.

Se paró frente a la puerta de vidrio de la tienda de Osamu, presionando la correa del pequeño bolso que traía consigo contra su estómago, pasando saliva en el momento en el que los ojos del mayor le encontraron por encima de toda la gente dentro de la tienda. Vió a Osamu hablar con uno de sus empleados antes de quitarse el delantal y correr hacia la entrada, abrazando a Yamaguchi en cuanto estuvo frente a él.

—¿Estás bien?— atinó a preguntar, Tadashi sintiendo escalofríos recorrer su espalda al sentir el aliento del mayor sobre su piel. Deslizó sus manos por el torso del mayor hasta que llegaron a su espalda, correspondiendo el abrazo mientras escondía su rostro en uno de los hombros de Osamu, aspirando silenciosamente la escencia del más alto.

—Sí, estoy bien —contestó el pecoso, y Osamu se separó de él, lo suficiente como para mirarle a los ojos, sin soltar sus hombros—. No tenía a nadie más a quien llamar, lo siento —mintió, haciéndolo sonar como una confesión, con una sonrisa algo nerviosa, y volvió a llevar una de sus manos a la correa de su bolso. Osamu negó con la cabeza y le sonrió, tomando una de las bolsas que Yamaguchi traía consigo.

—No tienes que preocuparte —Yamaguchi descubrió que la voz de Osamu tenía la capacidad de cambiar su tono cada vez que él lo deseaba, y para el pecoso eso era una tortura—. Te lo dije antes, puedes contar conmigo siempre —agregó, entrando a la tienda mientras empujaba a Yamaguchi por la espalda.

—¿E-eh? —el rubor en las mejillas de Yamaguchi se hizo presente mientras caminaba por el pequeño pasillo que se formaba entre las mesas de la tienda, sintiendo las miradas de todas y cada una de las personas presentes—. Gracias, Osamu-san —trató de decir, más el murmullo de las voces de la gente acabó por opacar su voz, y lo único que consiguió de parte de Osamu fue una sonrisa amable y un nuevo empujón en su espalda.

No podía negar que su curiosidad no había despertado. Entre todas las cosas que escuchó de la gente, lo que más le había interesado eran los interrogantes de si él era el novio de Osamu o si tan solo se trataba de un amigo. ¿Había tenido otro novio durante su vida? ¿Lo había mostrado públicamente en la tienda? ¿Habían razones para preocuparse siquiera? Tadashi jamás había sido del tipo que preguntara por todo, pero un par de pasos en el interior del hogar del mayor hicieron falta para que el pecoso perdiera por completo la cabeza.

Una vez más.

—Puedes quedarte aquí, en la misma habitación donde dormiste ayer —explicó, dejando la bolsa que traía en su mano sobre la cama, Yamaguchi imitándole con su bolso—. Puedo buscar un pequeño escritorio viejo que me regaló mi madre cuando me mudé aquí, y puedes hacer lo que quieras con la habitación —agregó, esta vez con una sonrisa, gesto que Tadashi no tardó en catalogar como ansioso—. No tienes que preocuparte por la renta, eso lo paga la tienda.

—¿Qué? —preguntó Yamaguchi, justo antes de abrir su bolso con la poca ropa que había traído. Los ojos de Tadashi encontraron los de Miya, que se sobresaltó en su sitio, sintiendo cada músculo de su cuerpo tensarse—. ¡No! Yo te ayudaré a pagar la renta —refutó, optando por cambiar el tono de su voz a uno más serio—. Puede que me quede aquí por unas semanas, quizás menos de un mes, pero pagaré.

—No es necesario, Yamaguchi-kun —la sonrisa de Osamu brillaba por su sola presencia. Tadashi suspiró, y levantó una ceja en dirección a Osamu, quien sintió que no habría forma de hacer que el menor cambiara de parecer, puesto que el mayor dejó caer parte de su cuerpo sobre el marco de la puerta para pensar, hasta que sonrió. Una idea había llegado a su mente—. Si quieres ayudarme, puedes trabajar en la tienda, conmigo. Nunca están de más un par de manos que nos ayuden.

𝘵𝘩𝘦 𝘴𝘵𝘢𝘳𝘴 𝘪𝘯 𝘵𝘩𝘦 𝘴𝘬𝘺 𝘢𝘳𝘦 𝘧𝘳𝘦𝘤𝘬𝘭𝘦𝘴 𝘵𝘰𝘰 [OsaYama]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora