𝘵𝘩𝘦 𝘴𝘵𝘢𝘳𝘴 𝘪𝘯 𝘵𝘩𝘦 𝘴𝘬𝘺 𝘢𝘳𝘦 𝘧𝘳𝘦𝘤𝘬𝘭𝘦𝘴 𝘵𝘰𝘰 [OsaYama]

the Sea is filled with stars.

A Kourai siempre le había gustado ser el primero.

El primero de la clase, aunque aquello solo quedaba en sus ilusiones. El primero de su familia, aunque su hermano mayor le opacara en todos los sentidos existentes. El primero en vóleibol, aunque hubieran un millón de jugadores más altos que él.

Y últimamente se preguntaba qué se sentiría ser el primero en la vida de alguien más.

—¿Estás bien? —preguntó Gao. Kourai, que tenía su mirada perdida en la oscuridad de su propia sombra, se encogió de hombros, la toalla sobre su cabeza deslizándose hasta su cuello—. Acabamos de ganar un partido, creo que deberías estar con el equipo.

—Eso no te interesa —contestó tajante el menor, a lo que Gao tan solo enarcó una ceja, aún si Hoshiumi no le estaba mirando—. No es como si pudiera acercarme a él de todas maneras... —agregó, no muy seguro de porqué le estaba diciendo todo aquello a un completo desconocido, si es que el más alto realmente lo era. Ese tipo de cosas en definitiva hacían que el peliblanco se preguntara si así comenzaban la mayoría de las amistades y, en su caso, relaciones amorosas.

Gao rió, encogiéndose de hombros, y se sentó al lado de Hoshiumi—. ¿Él? —preguntó, y ensanchó su sonrisa cuando el peliblanco levantó su mirada hasta encontrar la suya. Qué intenso, pensó Hoshiumi—. ¿Quién es él?

—¿Quién eres tú? —devolvió Hoshiumi, en el tono más burlón que alguna vez pudo utilizar con el más alto, sabiendo que este probablemente se lo devolvería. Gao sonrió de lado, con su mirada clavada en el equipo—. Oye, ¿estás escuchándome?

—Claro que lo hago, idiota —contestó, y devolvió su mirada a Hoshiumi, aún con esa insoportable sonrisa brillante y cálida en su rostro. Hoshiumi sintió sus mejillas pintarse de rojo antes de volver su mirada hacia su equipo, hacia esa parte interesante que mantenía despierta la total y completa atención de Kourai—. Solo vine a decirte eso, nunca sabes si esta es la última vez que puedes disfrutar realmente de un equipo.

Gao le miró por un par de segundos antes de encogerse de hombros y abandonar su lugar a su lado, uniéndose al resto de sus compañeros. Hoshiumi se había quedado sin palabras para decir, lo que en cierta parte era extraño viniendo de él. Llevó su mirada una vez más hacia el suelo, y luego la levantó hacia el frente, sintiendo su espalda temblar mientras aquella extraña fuerza a la que nunca pudo encontrarle nombre, le empujaba hacia el interior de aquel mundo estúpido e insensible en el que se hundía cada vez que sus ojos se encontraban con su figura.

Hirugami Sachirou brillaba frente a él, charlando animadamente con sus compañeros de equipo.

Hoshiumi estaba frustrado, quizás más de lo que estaría nunca. Desde el comienzo de su segundo año de preparatoria, cuando se encontró de golpe con Hirugami saludándole como todos los años en el primer día de clases, supo que algo había cambiado. Hoshiumi era sensible, sensible a todo tipo de cambios tanto en él como a su alrededor, y estaba más que obvio para el pequeño chico de ojos dorados y cabello blanco que ese cambio no sólo había sucedido en su interior, sino que el que había cambiado, casi por completo, era Hirugami. Y eso le frustraba, porque sí bien podía sentir aquel cambio, no podía nombrarlo. Le era imposible, y cada vez que intentaba buscarle una explicación Hirugami aparecía dentro de su campo de visión y descolocaba todos los fusibles en el interior de su cabeza, llevándole de nuevo al principio.

¿Qué estaba sucediendo?

—Kourai-kun —llamó el más alto, sacando por completo de su trance al menor, quien se removió en su asiento al levantar su mirada. Maldito poste de luz—. Ahora nos toca jugar contra Karasuno, ¿estás listo? —preguntó, y se llevó su botella con agua hacia la boca, desviando su mirada hacia el resto del gimnasio.