the Sun is looking for a reason.

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Hinata abrió sus ojos al mismo tiempo que el rubio.

Desde la primera noche que durmieron juntos, tanto Atsumu como Hinata habían sentido que todo estaba en su lugar. Que cada pieza del rompecabezas que conformaba la relación que habían creado con el paso de los años –que si bien había comenzado unos días antes, para ellos todo había comenzado realmente aquel día en esa cancha–, había sido colocada correcta y cuidadosamente en su lugar, que aquel peso que les había estado atormentando durante tanto tiempo ahora caía al suelo junto al tiempo, y que ahora solo quedaba disfrutar de la compañía del otro.

El rubio no podía evitar abrir sus ojos durante la noche tan solo para admirar, con su vista algo borrosa por el sueño, al menor dormir plácidamente mientras él acurrucaba su rostro en su pecho, sintiendo su propio corazón latir al mismo ritmo que el contrario. De la misma manera, y aunque Atsumu no lo sabía, Hinata no pudo evitar despertarse primero que el contrario tan solo para perderse en su piel blanca iluminada por los rayos del sol a primera hora de la mañana.

Pero aquella mañana fue diferente. Hinata tenía las piernas de Atsumu enredadas entre las suyas, mientras que sus fuertes brazos abrazaban su cintura, y su rostro se escondía en aquel bosque anaranjado que tenía por cabello. Con cuidado el menor se giró, tratando de no despertarle, echando todo a perder cuando sus ojos encontraron los de Atsumu exactamente al mismo tiempo.

—Buenos días, Shouyou —susurró el rubio, su voz resonando en todo el cuerpo de Hinata, que se estremeció como todas las mañanas desde que Atsumu dormía con él—. Adoro cuando haces eso —volvió a hablar el mayor, esta vez acercando su boca al oído del pelinaranja, quien no tardó en sentir escalofríos recorrer toda su espalda, su cuerpo tembloroso dejándose hacer por las manos algo frías de su pareja que se metían por debajo de su camiseta, recorriendo los costados de su torso con total libertad hasta llegar a su pecho, vientre y pelvis. Atsumu sonrió, y acercó su boca hacia su cuello, esta vez suspirando las palabras después de morder con algo de rudeza la piel del menor—. Adoro que yo sea el único que te haga estremecer.

—A-Atsumu-san... Detente... O llegaremos tarde al entrenamiento —atinó a pronunciar Hinata, presionando los hombros de su amante, quien ya se encontraba encima de él, explorando su boca con su lengua, dejándole sin fuerzas para batallar—. ¡Atsumu-san! —gritó Hinata cuando la pierna de Atsumu se arrastró lenta y dolorosamente por su entrepierna, provocando que el menor ahogara un gemido en lo profundo de su garganta, momento perfecto para el rubio para volver a atacar la boca del menor, enredando sus lenguas en una guerra que sabía que no podía ganar.

Si había algo que a Hinata se le daba bien, era su agilidad y su extrema capacidad de aprovecharse de su tamaño. Si bien Atsumu era fuerte físicamente, su más grande debilidad era el menor, y Hinata lo sabía, lo sabía lo suficiente como para utilizarlo a su favor. Cuando el pelinaranja sintió que las piernas del mayor habían comenzado a flaquear decidió atacar. Su lengua se introdujo en la boca de Atsumu, enredándose con su lengua con más intensidad que el beso anterior, y en cuestión de segundos el cuerpo del rubio quedó sobre la cama, con Hinata sentado sobre su pecho.

—Lo siento, Atsumu-san, pero llegaremos tarde al entrenamiento —dijo Hinata luego de acabar con el beso, relamiéndose los labios a tan solo un par de centímetros de la boca de Atsumu. El rubio suspiró, y trató de acercar su boca a la del menor justo cuando este se separó de él, levantándose de la cama, deslizando su mano por la entrepierna del mayor antes de desaparecer de la habitación, dejando a Atsumu con una irreparable erección en sus pantalones, y sus muñecas atadas al borde de la cama con lo que parecía ser un pañuelo.

Atsumu sintió la furia y la vergüenza crecer en su interior mientras susurraba un trillón de maldiciones bajo su propia boca, sabiendo que no había nada más que hacer. 'Maldita mandarina manipuladora' pensó, o tan solo lo sintió, más no pudo evitar sonreír. Se sentía un completo idiota, sonriéndole de esa manera al techo, en total soledad. Aquella sonrisa tenía un significado imprescindible tanto para él como para las personas que le conocían a la perfección.

𝘵𝘩𝘦 𝘴𝘵𝘢𝘳𝘴 𝘪𝘯 𝘵𝘩𝘦 𝘴𝘬𝘺 𝘢𝘳𝘦 𝘧𝘳𝘦𝘤𝘬𝘭𝘦𝘴 𝘵𝘰𝘰 [OsaYama]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora