the Sea is raining on itself.

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Hoshiumi Kourai aún puede recordar con exactitud la primera noche que durmió en casa de Hinata Shoyo.

Conocía a Hinata. Llevaba ya un año enviándose mensajes de texto y correos con el menor, hecho que el mismo pelirrojo le había recomendado para mantenerse en contacto, y para el rematador más pequeño en busca de una nueva oportunidad aquello se sentía extraño. La manera en la que Hinata entró en su vida, la forma en la que pisó fuerte en el territorio cercano a Hoshiumi, el extraño y llamativo momento en el que Hinata Shoyo había llamado la atención del peliblanco.

Todo había comenzado con una mirada.

Si bien Hoshiumi había intercambiado una que otra palabra con el menor durante su segundo año, todo momento antes de aquel no tenía sentido en lo absoluto. Era insignificante, al menos para Kourai, quien no podía evitar prestarle atención solo a lo que él le interesaba, y las cosas a su alrededor se volvían relevantes cuando aquello sucedía en su mente. Y Hinata, por supuesto, se había vuelto interesante.

O necesario.

Los músculos de la cara de Kourai se relajaron centímetro a centímetro a medida que el beso se alargaba, y el peliblanco no pudo evitar llevar una mano hacia una de las mejillas del más alto. El contacto era placentero, justo como Hoshiumi venía imaginándoselo, más no pudo evitar sentir la mano de Hirugami soltar su cintura, separándose ligeramente de él, y acabó por finalizar el beso, abriendo sus ojos a un sorprendido Hirugami quien dió un paso atrás, en silencio.

—¿Sachiro? —dijo el menor, completamente confundido. Su estómago estaba revolviéndose sobre sí mismo, y sentía que el mundo giraba más rápido de lo normal. O que en definitiva no estaba girando. Hirugami dió un paso más hacia atrás, y Hoshiumi batalló contra las lágrimas, que se acumulaban en sus ojos nublándole la visión.

—Yo... —dijo finalmente Sachiro, y cerró los ojos, probablemente para no mirar a los del contrario. El peliblanco suspiró, y llevó su mirada hacia el suelo, dejando que sus lágrimas mojaran poco a poco la tierra y el césped—. Lo siento... Hoshiumi —agregó el más alto, y Hoshiumi levantó su mirada, mandando al demonio la poca dignidad que le quedaba, mostrándole al mayor las lágrimas que ya no podía contener.

Hirugami abrió sus ojos, llevando una mano hacia su frente, y miró por última vez al menor antes de subirse a su automóvil y desaparecer de allí, dejando a Hoshiumi en medio de la carretera, llorando. Sus ojos se elevaron levemente hacia el auto, que fue haciéndose cada vez más borroso debido a la distancia y a las lágrimas en los ojos de Kourai, quien sentía su corazón partirse segundo a segundo, y que la persona que más quería y a la que más de una vez le había pedido al Universo que le mantuviera cerca ahora le dejaba a la deriva sin siquiera haber dicho una sola palabra.

Lo peor de todo, y que era lo que más provocaba dolor en su corazón, era que no podía evitar culparse a sí mismo.

Limpió sus ojos lo mejor que pudo y comenzó a caminar. Su casa no quedaba demasiado lejos desde donde había quedado, puesto que Sachiro le estaba llevando de vuelta hacia allí. Y así aparecía de nuevo. Su mente era un desastre, siempre lo había sido, pero una cosa era constante, y Hoshiumi no podía evitar en querer reclaramarle al más alto por ello. Día y noche, sol y lluvia, las cuatro estaciones del año, Hirugami Sachiro estaba en su mente.

Y ese día no quería que estuviera allí. Su mirada se posó sobre su casa, dejando que el silencio le permitiera escuchar el ruido de adentro, en el que su hermano mayor parecía discutir con su madre por cosas demasiado banales, y su padre mantenía el silencio a un lado, como era de costumbre. Hoshiumi suspiró, y se acercó a la puerta hasta que su dedo índice rozó el pomo, deteniéndose al igual que sus pensamientos.

𝘵𝘩𝘦 𝘴𝘵𝘢𝘳𝘴 𝘪𝘯 𝘵𝘩𝘦 𝘴𝘬𝘺 𝘢𝘳𝘦 𝘧𝘳𝘦𝘤𝘬𝘭𝘦𝘴 𝘵𝘰𝘰 [OsaYama]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora