17

993 62 11
                                    

–¡Te dije que no!–exclama Nick, Pos estaba frente a él. Hace un minuto estaba la banda completa en un restaurante y todos se fueron dejándolos a ellos solos en el estacionamiento.

–¿Quieres dejar de ser tan malditamente cerrado?–dice Pos con molestia acercándose a él.

–¿Cerrado? ¿Yo? El cerrado aquí eres tu que no recuerdas.–dice Nick intentando herirlo para que se marchara, ahora lo menos que quería hacer era tenerlo en frente.

Pos rueda los ojos.

–Claro... ¿Es que no lo ves? Todos lo superaron pero tu no. ¿Porque no puedes aceptar que el pasado ya no está? Todos lo hicieron.

–¡Ninguno de ellos...!–se le quiebra la voz–vivió contigo lo que yo. Así que perdóname si me toma más tiempo aceptar que mi mejor amigo de toda la vida, no me recuerda.

Pos suaviza su mirada.

–Entonces déjame ayudarte.

Nick niega con la cabeza y se marcha de ahí sin mirar atrás.

***

Mi móvil suena y es un número desconocido, dudo en atenderlo o no pero decido hacerlo. ¿Y si es de la escuela?

–¿Si?

–Thalia.–la voz de Edward podía reconocerla en cualquier lugar.–Me preguntaba cuando volvería a escuchar de ti.

–Que casualidad, yo estaba esperando justamente lo mismo.–digo con sarcasmo.

Escucho una risita.

–Iré al grano, quiero agendar un encuentro. Sólo tu y yo, ¿que dices?

Suspiro saliendo de mi habitación, cierro la puerta y comienzo a bajar las escaleras preguntándome dónde esta Alison o mamá.

–¿Acaso tengo opción?

–Me temo que no.–dice seguro–¿Que te parece ahora?–y en un susurro dice:–mira a tu derecha.

El corazón me da un vuelco y cuando giro, a través de la puerta de cristal que da para el patio, Edward estaba sentado en uno de los bancos.

Miro a mi alrededor buscando a alguna de las otras personas que viven en esta casa pero no había ni rastro de ellas.

–Tranquila, esperé a que tu madre se fuera. Pero no salió sola,–veo que sonríe–¿quien era ella? ¿Tu hija?

Aprieto mis puños y cuelgo la llamada dirigiéndome al patio.

–Como les hagas algo te juro que te mato.

Suelta una risa.

–Tranquila. No las pienso tocar, a menos que decidas no cooperar, claro.

–No pienso trabajar para ti. Te lo dije una ves y te lo pienso repetir todas las veces que sea necesario.

–No espero que lo hagas.–me sorprende y tomo asiento en el mismo banco pero marcando una distancia prudente–No soy idiota, una relación de confianza se construye desde el principio y tu y yo ya vamos en caminos muy separados. Por eso te propongo un trato.–sonríe.

Suspiro, sin saber si quiero escucharlo o no.

–Tengo un adversario que ya está colmando mi paciencia y necesito que alguien se haga cargo.

Arrugo las cejas.

–¿Porqué no lo haces tú?

–A veces hay que saber cuando ensuciarse las manos y cuando no.–contesta–Mis razones me las guardaré y si aceptas este trato tú y tu familia son libres. No tendrán que verme nunca más.

Tú (Pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora