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Terminé de contarle a los chicos sobre la nueva carta de Vincent que me llegó por correo y entré a la habitación del hospital dónde se encontraba Tana.

Al entrar la veo acostada en la camilla individual cubierta con las sábanas.

–¿Cuál es la cosa contigo?–pregunto–Ni que hiciera tanto frío.

Levanta la cabeza para verme.

–Disculpa, a ti no te metieron un tiro en la cadera y ahora estás en un hospital que al parecer no tiene calefacción.–dice–El frío hace que me duela.

–¿Quién te trajo todas estas mantas?–tomo asiento en una silla al lado de su cama.

–Nick.–contesta como si fuera obvio.

Río.

–Dale al pobre chico un poco de descanso. Ha estado de arriba para abajo intentando complacerte en todo.

Sonríe.

–Lo sé. ¿No es tierno?

Asiento con la cabeza.

–Recuerdo... Recuerdo que hasta hace unos días pensé que ustedes dos tenían algo.

Tana rueda los ojos soltando un bufido.

–Yo te dije mil veces que no pero nunca me escuchaste. Mis sentimientos por él quedaron atrás y creamos una linda amistad.–se encoge de hombros– No sabía que necesitaba más una amistad que un novio hasta que la tuve.

Asiento con la cabeza y ella me mira con los ojos entre cerrados.

–¿Estás bien?–pregunta–Te ves distinta.

Rápidamente mis mejillas se tiñen de rosa y ella sonríe.

–De acuerdo. No tienes que decir nada.

Bajo la cabeza con un poco de vergüenza.

–¿Aiden, verdad?

Abro los ojos con sorpresa.

–¡Joder! ¿Pero que cosas dices chica? ¿Estás segura de que al caer al suelo no te diste en la cabeza?

Hace un gesto.

–De acuerdo. No tienes que decirme nada.–se me queda mirando y lucho porque la sonrisa no aparezca–Sólo ten cuidado.

Asiento con la cabeza.

–Por cierto... ¿de que estaban hablando afuera?–pregunta–Los escuché hablar algo sobre Vincent.

–Me envió una carta por correo dándome una dirección. El asegura que estará ahí y que tiene una sorpresa para mi.–me encojo de hombros, cansada–La verdad no quiero no saber con que viene esta ves, la anterior fue mi madre.

Coloca una mano sobre la mía.

–Mírale el lado bueno, la parte positiva es que ni tu madre ni Alison están accesibles. Son las más a salvo que están.–se ríe lo que logra tranquilizarme.

Nos quedamos en silencio unos minutos.

–¿Crees que acabe esta noche?

–Eso espero.–contesto–No puedo a esperar para ser una madre normal, ¿sabes? Conseguir un trabajo aunque tenga dinero guardado para una súper vida por unos diez años, tener trabajo, llevarla a la escuela... todo eso.

–Y lo vas a hacer, tú tranquila.

–A veces tengo ganas de hacer mis maletas y salir de aquí sin importar lo que pase pero no puedo. No puedo y no puedo.–me frustro.

Tú (Pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora