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Estaba en la cocina picando unas frutas y Alison estaba en la mesa con mala cara. Había puesto una bebida frente a ella y a penas la había tocado. Cada ves esta triste o enojada hace lo apuesto a lo que cualquier persona haría, no come.

Normalmente cuando estoy enojada lo mejor que se me da es comer pero esta niña es muy diferente.

–¿Alison?

Ella toma el vaso y da un sorbo, todavía sin contestarme. Pienso que no me a escuchado por lo que intento de nuevo.

–Alison.

Voltea su rostro como si la hubiera asustado y me hace un gesto con los hombros.

–¿Que pasó?

–¿Estás bien?–arrugo las cejas.

Acababa de llegar de la escuela y se había sentado en la mesa a esperar en lo que estaba la comida. Dejé las frutas picadas en la barra y me lavé las manos antes de ir al refrigerador por algo de ensalada.

Mírenme, quién lo diría...

Asiente con la cabeza.

–Si.

–¿Segura?–le pregunto–Mira que yo también fui niña, por todos los problemas que estés pasando ya yo estuve por ahí.

Hay un silencio en la cocina y cuando pienso que no va a contestarme escucho su voz.

–Son las compañeras que te había dicho.

–¿Te siguen molestando?

Ella vuelve a asentir.

–Se la pasan burlándose de mi. A veces me dan ganas de...–me sorprende cuando hace un gesto con sus manos de aplastarlas.

Agrando mis ojos.

–¡Rayos señorita!–la regaño–¿Quién te ha enseñado eso?

Sonríe traviesa.

–Tío Marcus.

Ruedo los ojos.

–Ya me imaginaba yo...

–¿Y aquí como van?–mi mamá entra en el lugar–¿Ya comió?–me pregunta acerca de la niña.

Niego con la cabeza.

–Ya casi está la comida.

–¿Terminaste de hacer tu maleta?–pregunta y Alison niega–¿La empezaste al menos?

–No.–se ríe.

–Ve a empezarla antes de que esté la comida, más tarde voy a revisarla por si falta algo.

Alison suelta su mochila y sube las escaleras corriendo. Mi madre se acerca a la barra y se recuesta de ella cruzando los brazos.

–Esto va a ser bueno para ella.

Paro de cocinar y me apoyo de la barra también.

–¿Tu crees?–pregunto–Que ustedes se vayan me pone bastante nerviosa.

–Sólo será por una semana.–me dice–Confío en que en una semana tu le habrás puesto fin a esto.–me sonríe y me acaricia la espalda.

Esto espero...

–¿Te dije que conseguí un buen apartamento?–le digo–Hay suficientes habitaciones para nosotras tres y esta cerca de un centro comercial por si necesitamos algo urgente.

–¡Perfecto!–chilla ella como si fuera una niña.–Por cierto, ponte a cocinar. La pobre niña tiene hambre.

Tiro mi cabeza hacia atrás en un suspiro y sigo con lo mío. Cuando la comida está lista pongo la mesa y llamo a las chicas para que vengan a comer. Una ves en la mesa decidí preguntarle a Alison si estaba de ánimos para dar una vuelta ya que la quería llevar a  un sitio muy especial.

–¡Claro!–exclamó ella.

Mientras enjuagaba los trastes esperé a que se cambiara con algo abrigado ya que los fríos del invierno son cada ves más intensos.

Puse los platos en sus respectivos lugares y fui a por un abrigo. Subí a mi habitación y tomé el primero que encontré. En las escaleras me encontré con Alison.

–¿A dónde vamos?

–A un sitio.–sonrío.

–¿A que sitio?

–A uno que yo te voy a llevar.

–¿Y a dónde me vas a llevar?–pregunta impaciente.

–Sólo sube al coche.–le abro la puerta trasera del coche.

Doy media vuelta y subo detrás del volante para partir de la casa. Conduzco y me permito apreciar los alrededores. Las casas por las que tantas veces pasé y las carreteras por las que tantas veces pasé a velocidad máxima sin importarme porque no me importaba estrellarme.

La relación con mis padres no era la mejor por lo que no tenía a nadie esperándome en casa. ¿Creo que a eso se le llama adrenalina, cierto? Sentirse más vivo que nunca. Como que puedes hacer todo.

–¿Ya llegamos?

Perdí la cuenta de todas las veces que escuché esa frase y otras parecidas. Una parte de mi quizo dar media vuelta y volver a la casa pero me dije a mi misma que si no criaba a esta niña con paciencia íbamos a enloquecer las dos.

–Si.–contesto.

Estaciono en el coche y bajo para abrir su puerta.

–¿Aquí?–pregunta con el ceño fruncido bajando del coche, y acomoda sus ropas.

–Ven.–le extiendo mi mano y enseguida entrelaza sus cortos dedos con los míos.

Empiezo a caminar pasando entre medio de los dos murales de piedra, luego nos adentramos por un sendero de tierra hasta que hago que nos metamos en la grama por entremedio de las lápidas.

–¿Que hacemos aquí mamá?

–Ya lo verás.–sonrío triste sin percatarme de que mi corazón estaba palpitando más rápido de lo usual.

Caminamos de la mano hasta que nos detenemos en una lápida de piedra con el nombre de Marta y un mensaje en el medio. En la parte de abajo estaba tallado: "Querida madre y amiga"

–Marta.–lee Alison.

Doblo mis rodillas.

–Ella es tu abuela.–le explico–Ella era súper buena y no tengo duda de que hubiera sido una excelente abuela.–suelto una risita triste–Era la mejor...

Alison suelta mi mano y da pequeños pasos hacia la lápida y posa su manita ahí.

–¿Sólo tengo una abuela?

Le hago un gesto para que se acerque y cuando lo hace le señalo en cielo.

–¿De que color es el cielo?

–¡Azul!

–Las personas que se van de este mundo terminan allá arriba, y ven todo lo que pasa. Así que cuando sientas que necesitas hablar con tu otra abuela, sólo mira al cielo.–vuelvo mi vista a la lápida–Ella estará encantada de escucharte.

Alison se queda en silencio unos segundos.

–Pero no puede contestarme.

Acaricio su espalda.

–Ya verás.–susurro–Ya verás...


***

Tú (Pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora