13.

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Desde que tiene memoria, Draco siempre obtuvo lo que quiso sin mucho esfuerzo. De niño si algo se le negaba, normalmente bastaba hacer un berrinche y a los pocos minutos ya tenia en sus manos lo que tanto pedía. Cuando entró a Hogwards, la situación no cambio mucho, solo que ya no se podía dar el lujo de tirarse en el piso y gritar cual niño pequeño, sin embargo, ya era lo suficientemente listo como para saber que si intimidaba a los demás, entonces resultaría igual que como cuando hacia sus berrinches de infante.

No fue hasta esa vez en el tren que algo se le negó rotundamente, Harry Potter rechazó su oferta de una amistad, cosa que simplemente le enfureció de sobremanera, pero sobre todo, le impacto no obtener por primera vez lo que pedía. Desde esa vez, las cosas que no obtenía fueron aumentando, y todas ellas estaban ligadas ligera o estrechamente con el niño que vivió.

Todo hubiese estado bien con su actuar desdeñoso con el de no ser porqué después de un tiempo, comenzó a observar a este más seguido de lo que le gustaría admitir, en su mente solía repetir que lo hacia con el único propósito de estropear cualquier plan que Potter y sus amigos quisieran llevar a cabo, si el sufrió de humillación por que las cosas no salían como lo planeaba, entonces era justo que para ellos fuese igual.

Fue hasta esa mañana que despertó con un dolor en el pecho que algo más se agregaba a la lista de cosas que se le negaban, y nuevamente estaba ligado muy, muy estrechamente a Harry Potter.

No era nada sorprendente el hecho de que apenas regreso al colegio, tras haber convencido a su necia madre, lo primero que hizo fue ir a ver al pelinegro para así comprobar la efectividad de los medicamentos, aunque igual tenía unas horrorosas ganas de verlo. No le fue necesario buscar mucho, tan solo camino hasta la biblioteca donde el trio de leones solía refugiarse cuando tenían algo entre manos.

Sentado junto a sus otros amigos y con una mueca de frustración fue como lo encontró en una mesa apartada de la biblioteca, decir que su corazón se descontroló es poco, si no fuera porque sus propios amigos y demás compañeros de su casa se le abalanzaron tan pronto como lo divisaron cerca de ellos, claramente manteniendo las apariencias, estaba seguro que hubiera dejado de lado estas y se habría ido a robarle un beso a esos labios tan apetitosos que observaba.

Sin embargo, el barullo que ocasionaron los Slytherin, llamo la atención de ese trio, y Draco, al ver que el pelinegro le miraba entre asombrado y muy en el fondo aliviado, quedo aturdido por que su corazón latía con tanta emoción -la cual se suponía no debería de sentir plenamente- e inevitablemente se sonrojo de manera visible apartando la mirada.

El tiempo que transcurrió después de eso resultó difícil para Draco, estar evitando a la persona con la que más ansías estar no era nada sencillo, mucho menos cuando esté parecía aparecer de la nada cuando menos se lo esperaba, y por más que anhelaba ir y hablar con él, al menos para regresar a la relación de rivales que tenían antes, no podía, los insultos para el pelinegro se atoraban en su garganta y solo atinaba a saludar tajantemente como a cualquier otro estudiante.

Para el era claro que la vida misma le negó ser correspondido y de manera muy cruel le hizo ver que ni siquiera tenia permitido estar con él.

Y justamente por eso, no lograba comprender del todo porque en ese momento, cuando apenas el sol se estaba mostrando en el horizonte, tenía entre sus brazos a Harry Potter, la fuente de sus pesares. Este parecía dormir plácidamente utilizando su brazo como almohada, y por el entumecimiento de este, podía deducir que estaba en esa posición desde hace horas.

No es que se quejara, no podría hacerlo teniendo la vista que le regalaba este sin saber: el cabello cual carbón dispersado por todos lados, tanto en la almohada como en su brazo junto con el rostro tenuemente enrojecido por el frío de la mañana, y esos labios rojos y pequeños que le encantaría probar.

Dulce Agonía.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora