Hello, zombie boy | Willmax.

t r e i n t a.

Will tocó tres veces la puerta, sudando, cansado pero decidido. No había nada que lo detuviese y si debía entrar a la fuerza para hablar con ella, lo haría.

—¿Will? Es muy tarde para que estés por aquí. —Will miró a la Sra. Mayfield. Estaba en su pijama y con el cabello recogido.

—Necesito hablar con Max, ahora mismo. —pidió. La señora se quedó estática en su lugar.

—Ella no está en casa Will. —Will respiró hondo. Ya no iba a aguantarse más, así que entró rápidamente a la casa y corrió buscando el cuarto de Max.

"Will, Will, Will" era lo único que escuchaba detrás suyo. Hasta que encontró la habitación de la pelirroja y efectivamente estaba vacía.

—Se fue Will, fuera del pueblo. A casa de mis papás —dijo detrás suyo la Sra. Mayfield tomando su hombro. Will no lo entendía, ¿por qué?

Caminó dentro de la habitación, recorriéndola como si fuese ella. Habían pósters, patinetas, olía a ella. Su tocador era un desastre y entonces se dió cuenta que Lilia tenía razón.

Aún la amaba.
Aún sentía que su vida era ella.

Y falló.
Le falló a Max, le falló a Lilia, le falló a Lucas y se falló a él mismo.

No entendía que había hecho mal para que Max no lo quisiera ver, ¿que había hecho mal? No lo sabía, pero tenía que haber una razón cerca.

Will salió de la casa Mayfield pidiendo disculpas y fue rumbo a su casa, deseando respuestas.

A la mañana siguiente, Will se detuvo en la puerta del colegio. Veía aquel pasillo corto que muchas veces habría sido infinito, cerraba los ojos y veía a un pequeño Will golpeado mientras lanzaban papeles con el escrito en su interior "chico zombie", "maricon". Y veía cómo temblaba, luego como lloraba y como quería huirle al estúpido colegio.

Ya no más.
Ya no le tenía miedo a los pasillos, ni a Troy, ni a los papeles llenos de apodos ridículos y sus lágrimas ya no caían por ellos. Cuando caminó a su casillero, espero ver ahí el cartel gigante que recibía usualmente cuando terminaba un año escolar.

C H I C O
M A R I C O N
Z O M B I E.

Al contrario, ahí estaban todos sus amigos. Mike, Dustin, Lilia e incluso Lucas, todos parados en su casillero y en él, había pegado un cartel que decía:

E L M E J OR
C H I C O
Z O M B I E.

Todos sus verdaderos amigos le sonrieron. No había duda alguna de que todos estos chicos valían la pena, todos y cada uno de ellos.

—Nunca había sonado tan bien ese maldito apodo —dijo Will admirando el cartel que sus amigos habían arreglado. Mike lo abrazó por los hombros y le sonrió.

—Ya no volveremos a este infierno nunca más e iremos juntos a la universidad y ese apodo se quedará aquí en este casillero. —Will asintió con una sonrisa.

—Tal vez lo lleve, me hace ver más rudo. —ambos rieron. Y caminaron juntos hacía el salón, sin preocuparse, sin sentir miedo.

—Will... —Lucas lo llamó. Estaba unos pasos atrás de todos. Nervioso y triste, Will caminó hacía él.

—¿Qué ocurre? —Will se acercó.