𝓒𝓪𝓹𝓲𝓽𝓾𝓵𝓸.20

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El recuerdo de Jeyne cruzó su mente. Jeyne se había marchado del castillo, sollozando. Robb no estaba allí cuando eso sucedió; Dayana, por el contrario, sí. Había sido testigo del lamentable hecho de ver a la familia Westerling partir. No se sentía culpable, pero sí lamentaba que todo hubiera sucedido de esa manera.

"Robb le ha conseguido un matrimonio honorable," dijo Lady Catelyn con una voz firme, tratando de calmar la tensión en la corte. A continuación, comenzó a hablar sobre lo que tenía listo y pensado para continuar con los preparativos de la boda de Dayana y Robb. Dayana escuchaba atentamente a Lady Catelyn, mientras su mente volvía una y otra vez al momento en que vio a Jeyne marcharse.

Por supuesto, fue imposible dormir. Dayana iba de un lado a otro de su habitación. Levantó la mirada y vio a su hermano Willas, que tenía los brazos cruzados, las piernas ligeramente separadas y los ojos, que normalmente estaban alegres y sonrientes, eran ahora cortantes.

—Ahora que has terminado con tu escena de autocompasión —dijo, bruscamente—, explícame qué ha dicho el chico.

—Ya no es un chico, es un rey y ha dicho que va a cumplir con lo pactado.

—Es una buena noticia, es lo que queríamos lograr. Tendrás un matrimonio decente y serás reina, es más de lo que esperábamos.

—Sí, lo sé.

Willas tomó sus manos entre las suyas, con una mirada compasiva.

—Sé que es lo que te preocupa, pero todo va a estar bien. Piensa en lo que ganarás, en que podrás hacer esos cambios que mejorarán el Norte.

—Gracias, Willas.

Willas le dio un abrazo de esos abrazos de hermanos mayores, cálidos y reconfortantes.

Dayana no era una mujer dramática, pero el comportamiento de Robb los últimos días le había dolido. Él se había alejado de ella, no le hablaba ni siquiera compartía un momento en la cena.

—Nerea, necesitaría ir al patio un momento, iré con un guardia, por favor, quédate aquí.

Si bien la dama lo pensó y dudó, se quedó sentada.

—Alteza, me disculpará un momento, necesito hablar con usted.

Robb, ante la mirada del resto de sus señores, no tuvo más remedio que asentir.

—¿Qué necesita, Lady Dayana?

—¿Qué te sucede? Yo no tengo la culpa de lo que se arreglara entre nosotros, fuiste tú quien rompió su palabra la primera vez.

Las mejillas de Robb se encendieron, y le dio una mirada dura.

—Yo no pedí este matrimonio, Dayana. No fue algo que yo aceptara, fue un deber que mi padre me dejó sin saberlo, así como la guerra y la decisión de ser rey.

—Yo no pedí este matrimonio, Robb. ¿En serio crees que el Norte es un lugar para mí? ¿Que en ese lugar seré feliz con alguien como tú? Tan frío, tan distante, tan terco y... por los Siete, no diré más nada. Cumpliré mi deber, te daré un hijo y no hablaremos.

—No digas esas cosas, Dayana.

—Creo que tú dijiste demasiadas.

Media hora más tarde, ya se le habían secado los ojos y tenía la cabeza más clara. Se había dado cuenta de que necesitaba llorar. Había ido guardando demasiadas cosas en su interior: sentimientos, confusión, dolor y rabia. Tenía que sacarlo. Pero ya no había tiempo para las emociones. Tenía que mantener la cabeza fría y fija.

Lady Catelyn y Willas decidieron que la boda se celebraría lo antes posible.

Al día siguiente, Robb se acercó al comedor y sacó del bolsillo una caja de una joyería.

—Esto es para ti.

Dayana se quedó sin respiración cuando cogió la caja de terciopelo.

—¿Es para mí?

Robb no la miró a los ojos.

—Creo que los anillos de compromiso suelen ser habituales en esta situación —dijo él.

—¡Oh, qué tonta! No me di cuenta…

—¿Qué pensabas que era? —preguntó Garlan con una sonrisa cortés.

—No pensaba —admitió ella—. Es hermoso, Alteza.

—Era de mi madre, ella lo eligió para usted.

Aquello la deprimió un poco. Se obligó a sonreír.

—¿No vas a probártelo? —dijo él.

—Sí, sí, claro.

Dayana sintió los ojos vidriosos y, después de parpadear varias veces para aclararse la vista, abrió la caja. Y solo pudo decir:

—¡Por los Siete!

En la caja había un aro de plata adornado con una piedra azul. Lady Catelyn tenía un gusto exquisito, era claramente una joya Tyrell.

—Es preciosa —susurró—. Me encanta.

—Dayana es una muchacha exigente, Lady Catelyn ha acertado con sus gustos.
Comentó Willas. Lady Catelyn sonrió encantada.

—Es una joya de mi familia, me hizo acordar a Dayana apenas la observé. Es una joya delicada pero con clase.

—Le agradezco, Lady Catelyn.

Dayana se quedó en silencio, observando el anillo. Era una joya hermosa, pero lo que más la conmovió fue el significado detrás de ella. Lady Catelyn había pensado en ella al elegirlo, había visto algo en ella que le recordaba a su familia, a su hogar. Era un gesto de aceptación y de bienvenida al menos por parte de Catelyn.

Robb seguía alli sin mirarla.

—Le agradezco Alteza.
Robb hizo una reverencia  y se marcho de la sala .

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⏰ Última actualización: Aug 03 ⏰

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