Finalmente había llegado la parte oscura de ser gobernantes. La posesión de territorios. Como parte de la realeza, el territorio que Alastor había intercambiado con Lucifer había vuelto a sus manos, sin embargo, lo más conveniente, era aliarse con los demás propietarios. Definitivamente, no cruzarían palabra con los Von Eldritch. De ninguna manera. Así que solo quedaban disponibles los lados Este y Oeste. Debían conversarlo.
—No quiero a ninguna de esas escorias en mi propiedad, Charlotte—Sentenció.
—Debemos tener de aliados a la mayor cantidad de propietarios posible—Gruñó.
—No estoy interesado en forjar una alianza con ese par de bastardos—Frunció el ceño.
—Debemos hacerlo—Le recordó.
—No es seguro que estén aquí—Reprochó.
—Solo cerraremos el acuerdo y se irán.
—Son overlods, Charlotte.
—Igual que nosotros...—Soltó, sin evitar sentirse ofendida.—¿Dudas de mi fuerza?—El demonio ciervo se talló el entrecejo y levantó la vista hacia su mujer otra vez.
—No te expondré ante un peligro así...—Suspiró, molesto.—Eres frágil y delicada.
—¡No lo soy!—Dijo y lo empujó, molesta. Sin embargo, lo había hecho tan fuerte, que perdió el equilibrio hacia atrás. Pero antes de llegar suelo, Alastor apareció de la nada detrás suyo y la sostuvo con sus brazos. La rubia sintió sus mejillas enrojecer y lo hizo a un lado.—¡Eso no prueba nada!—Chilló.
—Charlotte...—Amenazó con la voz.
—¡Puedo cuidarme por mi cuenta!—Soltó.
—Mi respuesta es no, querida—Resumió.—No los contactarás, a ninguno de los dos.—Una risita de incomodidad se escapó de los labios prominentes labios oscuros de la bella súcubo infernal. Alastor la miró fijo.
—Quizás...¿los llamé mientras dormías?—Dijo, con la voz un chillona y culpable. Las pupilas del demonio ciervo se dilataron y su sonrisa se tensó a un punto muy tétrico.
—¿¡Los contactaste a ambos?!—Se alteró.
—Puede que los haya citado al medio día...—Un tic en el ojo derecho del rey se había hecho presente. Esto tenía que ser chiste. Miró de reojo el reloj y soltó un suspiro de frustración. Ya casi era el tiempo acordado. La miró con el ceño fruncido, rabiando.
—Los quiero a ambos fuera de esto, ahora—Ordenó. Charlie arqueó una de sus cejas.
—¿Hablas de los niños?—A juzgar por la forma en la que la miraba, seguro que si.
—Dije ahora, Charlotte—Gruñó, furioso. La reina hizo un ademán con la mano y en menos de un parpadeo aparecieron sus dos sirvientes, los confiables Razzle y Dazzle. El demonio ciervo los miró con desdén. Ya conocía muy bien a ese par. De situaciones del pasado. Charlie siempre los invocaba a su lado cuando no quería ser molestada o que él se le insinuara. Durante el embarazo en particular había hecho un uso excesivo de ellos. No quería que Alastor la tocara y siempre los llamaba para que llegaran a su rescate. Tenían una apariencia inofensiva, sin embargo, cuando se proponían defender a su ama, eran engendros del mismo Satán.
—Cuiden de Alexander y Elizabeth—Dijo. Ambos asintieron con la cabeza y siguieron la orden de su ama. Charlie se giró a ver la expresión de su marido. Tenía diales en los ojos. Ahí estaba su respuesta. Seguía mal.—Solo será por un momento...—Prometió.
—Si se propasan contigo, los aniquilaré—Amenazó pasándola de largo y gruñendo.—Y más te vale no intervenir, Charlotte.
—Actúas como si todos los hombres me desearan...—Dijo, cruzándose de brazos. Un tic nervioso volvió a aparecer en uno de sus ojos. ¿Acaso quería hacerlo explotar?