Era una noche tormentosa en el infierno. Los truenos y relámpagos azotaban con fuerza. Los ruidos eran demasiado fuertes. La súcubo infernal yacía en la cama con su bebé en brazos mientras lo arrullaba para que se calmara. Esos ruidos lo asustaban mucho. Y a su lado, el padre del pequeño cervatillo rubio tenía ambas orejas bajas.
—Odio esa sinfonía incesante...—Se quejó cubriéndose las orejas con gesto de enojo.
La rubia soltó un suspiro de cansancio.
—También es molesto para el bebé...—Dijo acariciando las orejitas del cervatillo.
Un trueno resonó con mucha más fuerza.
—¡Bwuahh!¡Bwuahh!—Sollozó con miedo acurrucándose en el pecho de su madre.
—Ya...ya...ya...ya...—Acarició su espalda.
Alastor carraspeó cubriendo sus orejas con la almohada. Eran muy sensibles y este tipo de ruidos fuertes realmente lo molestaban.
—Estas orejas son una maldición—Gruñó.
—Una adorable maldición...—Dijo la rubia haciéndole mimos a las orejitas del bebé.
Las ventanas de la habitación comenzaron a azotarse por el estruendo y segundos después una vocecita comenzó a chillar.
—¡Papá! ¡Mamá! ¡J'ai peur! ¡J'ai peur!—La puerta se abrió de golpe dejando ver a una demonio ciervo con las orejas bajas.
No se hizo de esperar y la pequeña niña se metió a la cama de sus padres colocándose entre ellos. Cubriéndose para bloquear el ruido que hacía que sus orejas le dolieran.
—Me duelen...—Sollozó acurrucándose con su padre tensando aún más las orejas.
Alastor soltó un suspiro de fastidio y le cedió la almohada a la pequeña pelirroja.
—Tómala—Tenía las orejas tensas a causa de semejantes ruidos molestos e incesantes.
La demonio ciervo la colocó en sus orejas y se acurrucó junto a su padre sin dejar de sollozar. Elizabeth era aún más sensible que él o el bebé debido a las heridas de su oreja de cuando era una pequeña indefensa.
—Cálmense solo es un poco de lluvia...—Animó la bella súcubo de mejillas rosadas.
Los demonios ciervo la miraron haciendo la misma mueca. Molestos y rencorosos.
—Eres mala mamá...—Gruñó mientras se acurrucaba con su padre como protección.
—Tus sentidos auditivos no son afinados—Se quejó Alastor cubriéndose las orejas con las manos para bloquear aquellos sonidos.
Fue entonces que la rubia soltó un suspiro y asintió con la cabeza. Debía ser racional.
—Lo siento, intentaré ser más comprensiva con ustedes—Dijo haciendo un ademán con la mano haciendo que las ventanas se cerraran al igual que las cortinas del cuarto.
Los demonios ciervo elevaron sus orejas al sentirse menos incómodos y más relajados. Sin embargo Alexander seguía sollozando en los suaves pechos de la súcubo infernal.
—¿Por qué no se calla?—Preguntó la niña.
A lo cual Charlie sonrió levemente y rió.