El aniversario de bodas era una gran fecha para todas las parejas casadas. Sin embargo, esto no era así para la bella súcubo infernal. Amaba a su esposo, más que nada. Pero sus aniversarios siempre terminaban muy mal. Todos los pasados habían sido un desastre. En especial el del año pasado. Antes de que naciera su segundo bebé. Ni siquiera tenía palabras para expresar lo desconcertante que había sido, en verdad la había aterrorizado.
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La demonio de mejillas rosadas estaba muy emocionada. Alastor le había dicho que le daría una sorpresa al terminar la jornada de trabajo. Se paseaba por los pasillos con una gran sonrisa en la cara mientras se dirigía a su habitación con impaciencia. Elizabeth se había quedado al cuidado de la chica de piel grisácea, por lo que tenían toda la noche solo para ellos dos. Tomó aire y entró a la alcoba. Estaban todas las luces apagadas y se escuchaban pasos dentro. Era él, estaba segura. Soltó un par de risitas y comenzó a despojarse de sus vestiduras con lentitud.—¿El misterio es parte de tu sorpresa...?—Dijo, entre risas. La voz del demonio radio estaba ausente, pero podía escuchar como se movía, hacía mucho ruido. Se recostó en la cama boca arriba y puso ambos brazos por detrás de su cabeza. Dando a entender que estaba relajada y confiada. De pronto un peso extra se sintió sobre la cama. Charlie soltó un par de risitas tímidas, esperaba que la besara. Sin embargo, no fue así. En su lugar lamió su mejilla y restregó su cabeza contra su pecho. Esta era una sensación extraña, no se sentia como antes. La rubia hizo un ademán con la mano y las luces se encendieron, dejando ver a un ciervo justo a su lado.—¡¡Ahhh!!—Chilló, aterrada y se cubrió hasta el cuello con las sábanas blancas de la cama.—¡¡Alastor, ven aquí ahora!!—Se incorporó de la cama y retrocedió. El cuadrúpedo la miró fijamente y ladeó la cabeza de lado. Estaba muy confundido. La rubia carraspeó al ver todas las similitudes que tenía con...—¿Alastor...?—Dijo, en un estado de sorpresa absoluta. El ciervo no dejaba de mirarla y de mover las orejas de lado a lado. Ese gesto, estaba segura que era él. Además no había animales en metros a la redonda. Y ahora que lo miraba de cerca, incluso tenía la misma coloración del pelirrojo en todo su pelaje. No había duda.—No...puede...ser...—Volvió a acostarse en la cama, sin descubrir su cuerpo mientras lo miraba anonadada. El ciervo se volvió a acercar, acostándose sobre sus cuatro patas, junto a la hermosa súcubo. Sus ojos escarlata la miraban suplicantes, la rubia tardó un par de segundos en entender. E inmediatamente se le subieron los colores a la cara. Tenía que ser una terrible broma.—Ni siquiera lo pienses, no pasará—Gruñó. El demonio ciervo bajó las orejas, creía que a ella le gustaría. Al parecer no. Esto era retorcido. Gruñó y en menos de un parpadeo, cambió su apariencia a lo que normalmente era.
—¿Y qué tal ahora?—Insistió, suplicando.
—En realidad, no estoy de humor—Soltó, apartándalo. El pelirrojo gruñó, con enojo.
—Parecías muy dispuesta hace apenas un momento, querida—Protestó, molesto.
—No lo haré, es demasiado raro—Gruñó.
—¡Pero soy yo, ya lo viste!—Se defendió.
—¡No tendré sexo con un venado!—Gritó.
—Pero qué tonterías dices...lo has estado haciendo desde hace años, Charlotte—Frunció el ceño, se cruzó de brazos e hizo un berrinche. Las pálidas mejillas de la rubia se tornaron más rojas que el cabello de su esposo. Por Satán, qué vergüenza.
—¡Yo jamás te he tocado cuando te ves de esa manera!—Protestó, muy ruborizada.
—No notarás la diferencia...—Prometió.
—Ni en broma—Hizo un ademán y su ropa apareció.—Suerte el próximo año, cariño—El demonio pelirrojo frunció el ceño y la acorraló en la cama. Esto aún no acababa.