La obsesión por un súcubo era una de las fuerzas más poderosas existentes tanto en vida como en la muerte. Siendo casi imposible de curar. Muy pocos eran capaces de hacerlo, dado su alto nivel de dificultad y batallas contra sí mismos para evitar caer en la tentación y en los brazos de esas hembras seductoras. El caso del pelirrojo no era muy distinto a los demás. La única diferencia, era que él no era el único enamorado. La bella súcubo infernal correspondía sus sentimientos de la misma manera, o al menos eso trataba. Charlie no estaba tan enamorada de él, como Alastor de ella. Esto no era causado porque no lo amara, sino porque la obsesión que provocaba en él era tan fuerte que hacía que sus sentimientos desbordaran amor, necesidad, pasión y dependencia en una magnitud impresionante. Con el paso de los años, dicha obsesión había crecido desmesuradamente. A tal punto, que no podía pasar ni un segundo lejos de Charlie. Necesitaba de sus cariños constantemente. De su amor. Que le dijera cuánto lo amaba y se lo demostrara. Era como si su corazón mandara sobre su decencia. Charlie no podía evitar sentirse triste por él. Puesto que sabía que su actitud antes de conocerla era completamente diferente. Alastor había cambiado en todo por ella. Todo lo que él creía y pensaba había sido simplemente borrado de su mente al estar en contacto con su cuerpo de tentación. Y eso no estaba bien. Eso necesitaba cambiar. Charlie tuvo que mentalizarse para lo que estaba apunto de hacer. Ya había tenido esa conversación con su madre hace un par de años. Antes de que Alexander naciera...
[...]
Charlie se había escabullido de su habitación a mitad de la madrugada. Su pequeña y su esposo yacían descansando en su habitación. La rubia tomó su teléfono y salió de puntitas del lugar, puesto que sabía que los demonios ciervo tenían sentidos más desarrollados que los suyos. Así que debía ser cuidadosa. Necesitaba hacer una llamada con urgencia. Temía por el bienestar de Alastor. Con el paso del tiempo había dejado de comportarse como usualmente hacía. Su actitud narcisista y egocentrista se había cambiado por una...aduladora, cursi y enamoradiza.
—¿Diga...?—Respondió una voz femenina y somnolienta a través de la línea.
Charlie siguió caminando por el pasillo con sigilo para evitar despertar a Alastor y Elizabeth.
—¿Mamá...?—Susurró con un tono realmente suave mientras bajaba las escaleras y así poder hablar con más seguridad de no despertar a nadie.
—¿Charlotte?—Su tono de voz se aclaró al instante al escucharla.—¿Qué ocurre? ¿pasó algo?
La rubia terminó de bajar las escaleras y se dejó caer sobre uno de los sillones del lobby mientras soltaba un suspiro de agotamiento. Ahí estaba a salvo de los demonios ciervo.
—Todo está bien, tranquila—Dijo para calmarla.—es solo...que necesito uno de tus consejos.
Pudo escuchar a través de la línea como su madre se desplazaba de un lugar a otro. Seguramente para que su padre no pudiese escuchar su conversación e interrumpiera.
—¿Qué fue lo que hiciste ahora, Charlotte?—Dijo con tono de voz más claro al estar sola.
Charlie soltó un suspiro y sonrió de lado.
—¿Cómo adivinaste que ha sido culpa mía?—Preguntó entre sorprendida y humorística.
A lo cual Lilith suspiró con cansancio.