Ser una demonio ciervo le había venido muy bien a la bella súcubo. Su cervatillo no se le despegaba ni por un segundo desde que había transformado su apariencia. Incluso su pequeña se había apegado a ella. Siguiendo sus instintos por primera vez.
Los cervatillos siempre siguen a su madre en la naturaleza, los hace sentirse a salvo.
Este dato era valido tanto en la naturaleza, como en su situación actual. Y ni hablar de las feromonas que producía como cierva. Era como si fuese tierra volcánica. Fértil las veinticuatro horas del día y candente como el mismísimo fuego del infierno.
[...]
La rubia había comenzado a despertar moviendo levemente una de sus orejas al escuchar los sollozos matutinos de su pequeño cervatillo. Debía amamantarlo. Soltó un suspiro y se incorporó en la cama.
—Ven con mami, amor...—Dijo girándose hacia la izquierda para tomar al bebé de la cuna, hasta que sintió como algo la jalaba de la cintura y la apretaba contra su cuerpo.
Se giró y miró al culpable de su captura.
Alastor aún con los ojos cerrados la había apretujado contra sí y había comenzado a restregarse contra ella olfateando su aroma.
—Aquí estoy, demon belle...—Ronroneó.
Charlie sintió como un tic aparecía en su ojo. Esta era la única desventaja de ser una demonio ciervo. La actitud melosa de su esposo. Era mucho más amoroso que antes. Lo cual era casi prácticamente imposible, pero aún así, la diferencia era gigantesca.
—Le hablaba al bebé...—Dijo riendo por la reacción del pelirrojo.—suéltame, Alastor.
—Quédate conmigo, cierva...—Ronroneó.—yo me encargo de su desayuno—Dijo.
Charlie arqueó una ceja sin entender nada.
—Pero Alexander solo puede beber leche—Dijo mirándolo como si estuviese loco.
—Permíteme demostrártelo, querida mía—Chasqueó los dedos y un biberón de leche de fórmula apareció en sus manitas, las cuales inmediatamente llevó a su boca y comenzó a beberlo como todo un glotón.
Charlie soltó un suspiro y miró sus pechos mientras hacía una expresión de molestia.
—Hay una razón por la que siempre debo amamantar al bebé—Gruñó y masajeó sus grandes pechos haciendo un gesto de dolor.
Alastor se había incorporado en la cama como ella y pasó saliva al ver como se masajeaba cuidadosamente sus atributos.
—Se vuelven incomodos y pesados si no amamanto constantemente al cervatillo—Bajó las orejas.—¿Y ahora que demonios se supone que voy a hacer con la leche?—Se quejó mirando a Alexander de reojo.
Las orejas pelirrojas del demonio radio se subieron de golpe y una gigantesca sonrisa apareció en su cara. Se peino con la mano para arreglarse y se le acercó galantemente.
—En ese caso, yo podría...—Comenzó a hablar con un tono meloso y soñador.
La rubia arqueó una ceja nuevamente y lo miró como si fuera un completo lunático.