Parpadeaba sin poder creerlo. Miró fijamente a aquel demonio de pies a cabeza. El cuál comenzaba a recuperar la razón de poco a poco y a abrir sus grandes ojos ónix. Alastor olfateó en el aire varias veces para corroborar si era quién buscaba. Inhaló profundamente y retrocedió un par de pasos completamente desconcertado al detectar el inconfundible aroma a lavanda y canela que tanto lo enloquecía y adoraba. Sus pupilas estaban retraídas al máximo. Hizo una mueca extraña al ver como su complexión había cambiado drásticamente. Tenía una altura considerable, eso jamás le había importado antes; en realidad le encantaba que Charlie fuese una mujer alta, pues le daba un gran porte que muchas envidiaban y jamás serían capaz de tener. Pero ahora mismo lo veía imposible. Su figura se había perdido, sus curvas perfectas y atrayentes ya no estaban. Sus generosos pechos, sus grandes caderas, sus muslos suaves, su pequeña cintura...todo. Absolutamente todo se había ido. En su lugar había dejado una figura delgada. Muy parecida a la suya en realidad. Sus rasgos angelicales se habían marchado para dejar en su lugar rasgos masculinos. Ya no era su bella esposa...ya no era su hermosa mujer.
—Aghh...mi cabeza...—El rubio se sobó la cabeza y se quejó.—¿Qué fue lo qué pasó?—Su voz ya no era la suave y dulce de siempre, era melódica y un poco ronca.
Alastor tenía los ojos abiertos de par en par, no podía dejar de ver el ejemplar masculino que tenía frente suyo. Las palabras no le salían de la boca. Simplemente no podía hablar. No sabía que decir. ¿Cómo demonios le dices a una mujer que su cuerpo ahora pertenece al sexo opuesto sin hacer que enloquezca?
—Oh, hey Alastor...—Dijo incorporándose del suelo lentamente mientras lo miraba. Charlie arqueó una ceja al notar que ahora estaba justamente a la altura de Alastor. ¿Qué demonios? ¿Desde cuando se había encogido?—¿Eres más bajo ahora, cariño?
Alastor sintió un escalofrío en su espina dorsal al escuchar una voz masculina llamarlo de esa manera tan cariñosa. Sabía que se trataba de Charlie, pero aún así era extraño como el carajo. El rubio entornó los ojos al escuchar su propia voz y se llevó la mano a la garganta mientras miraba hacia abajo. Soltó un chillido al ver que su gran pecho había desaparecido.
—¡¡AHHHHHH!!—Chilló aterrorizado al mismo tiempo que abría su camisa blanca y revelaba su pecho pálido completamente plano.—¿¡Qué les pasó?! ¿¡Dónde están?!—Pasaba las manos por su pecho en busca de la misma sensación suave y voluptuosa pero en su lugar sólo obtenía el contacto con unos pectorales masculinos y cálidos.
—¿Fun...Funcionó...?—Dijo Baxter sorprendido. No podía creerlo. Era el primer experimento que hacía y realmente había funcionado como debería. Quería cambiar de sexo al demonio ciervo para que se sintiera inferior, pero en su lugar, le había cambiado el sexo a la hermosa rubia.
—¿¡Tu hiciste esto?!—Chilló el rubio mirando al demonio pez que tenía la boca abierta. Parecía estar completamente mudo.
—Y-Yo...vaya...¿en verdad...funcionó?— Miró al rubio de pies a cabeza sorprendido.
Tanto Alastor como Baxter miraban sorprendidos al nuevo ejemplar masculino que tenían frente a ellos. Era difícil apartar la mirada. Y pensar que solía ser una mujer hermosa...Vaya...si que era una lástima...
—¡¡Dejen de mirarme!!—Chilló y salió por la puerta empujando a Alastor para así poder salir sin ningún obstáculo. Ambos se habían quedado estupefactos ante tal acto y tan sólo se quedaron mirando entre ellos.
Baxter se aclaró la garganta y sacó una especie de agenda llena de apuntes, no sabía cómo lidiar con esta nueva variable. Alastor parecía estar en estado de shock no podía hablar. El demonio pez comenzó a hacer cálculos y palideció al considerar un nuevo factor que podría afectar mucho al rubio de mejillas rosadas, debía preguntar.