Unexpected events 3/3

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La tenía de frente. Después de tantos años, finalmente la tenía frente suyo. Se veía tan distinta. Su cabello ya no era castaño, ahora era color vino. Sus ojos habían perdido aquel tono marrón que siempre le había inspirado tanta tranquilidad, ahora eran escarlatas con motas doradas. Sin embargo tenía una manera de mirarlo que lo hacía quitarse de dudas por completo. Solo una madre era capaz de mirar de esa manera. No entendía que hacía en el infierno. ¿Por qué nunca la había visto por el pentagrama después de tantos años? ¿Qué demonios estaba sucediendo?

El silencio en la oficina era abismal, ninguno de ellos sabía que decir, era una extraña sensación.

—¿Por...—Se aclaró la garganta. Ni siquiera podía hablar correctamente.—Por qué estás aquí...?

A lo cual la mujer soltó un suspiro y sus orejas se bajaron levemente. No le gustaba recordar su vida pasada. Su marido siempre había abusado de ella. Golpes e insultos eran el pan de cada día. Y todo frente a su pequeño. Alastor siempre había presenciado los abusos constantes de su padre hacia su madre. Desde el principio hasta el final. Inclusive había presenciado su muerte.

—Yo...lo maté...—Admitió sintiendo una gran culpa caer sobre sus hombros. Ni siquiera era necesario mencionar su nombre para que el pelirrojo entendiera de quien estaba hablando. Entornó los ojos sorprendido. No podía creer lo que estaba escuchando. Eso no tenía sentido, él mismo se había encargado de acabar con la vida de aquel miserable alcohólico. No entendía nada.—¿recuerdas...aquella vez que te prohibí comer de la jambalaya que había preparado para tu padre...?—Dijo con la mirada baja. Ni siquiera podía sostenérsela, se sentía terrible por ello. El demonio ciervo se limitó a asentir con la cabeza sin decir una sola palabra hacia la mujer de cabellos color vino y mirada triste. Era como si una gigantesca oleada de recuerdos que yacían en lo más profundo de su cabeza se hubieran descarrilado y ahora los estuviese reviviendo.

Ahora las cosas comenzaban a tomar sentido. Pero entonces eso quería decir...

—Siempre pensé que ese mérito me correspondía a mí...—Admitió haciendo que la mujer alzara la vista y lo mirara con terror. Eso le había helado la sangre. Su hijo estaba en el infierno por ella.

—Pero...eras tan pequeño cuando sucedió...—Se llevó ambas manos a la boca con terror.

—Mi edad no fue un impedimento....—Admitió mirándola fijamente.

—Yo...lo siento tanto...—Bajó la mirada nuevamente y unas lagrimas comenzaron a brotar de sus ojos.—de haber sabido que también estabas aquí...has estado solo todos estos años...—Sollozó.

El demonio ciervo se quedó en silencio absoluto y chasqueó los dedos haciendo que un pañuelo apareciera en las manos temblorosas de su madre. La mujer alzó la vista sorprendida y lo miró.

—No lo he estado—Dijo con seguridad. Al menos ya no lo estaba.

La mujer limpió sus lagrimas con el pañuelo y luego una leve sonrisa comenzó a aparecer en sus labios. Por supuesto. Tenía hijos, los cervatillos. Hace unos momentos le había gritado por ello. Sin embargo, una nueva incógnita le llegó a la cabeza. ¿Acaso su hijo había conseguido pareja? Examinó la oficina con la mirada en busca de alguna pista y no tardó mucho tiempo en encontrar lo que buscaba. Sobre el escritorio del demonio radio habían un montón de portarretratos, en todos y cada uno de ellos aparecía la misma mujer. Si no se equivocaba era la rubia que había visto actuar de esa manera tan efusiva cuando recién cruzo la puerta del hotel.

—¿Es la madre de los niños...?—Preguntó mientras tomaba uno de los portarretratos y lo examinaba a detalle. La hermosa súcubo infernal posaba con una gran sonrisa y un leve sonrojo en sus mejillas. Debía admitirlo, era encantadora. Al menos en apariencia lucía muy amigable.

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