Succubus rehabilitation 3/3

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Pasar de no poder dejar de besarse y demostrarse su adoración mutua a ser tan distantes en cuestión de horas si que había sido un golpe sumamente doloroso para el demonio ciervo. No entendía como ella había tomado una decisión tan grande como esa sin habérselo consultado primero. ¿Cómo había sido capaz de quitarle sus adictivos besos que tanto adoraba y dejarlo como si fuese un plato de segunda mesa? ¿Cómo es que había sido capaz de ilusionarlo por tanto tiempo y después simplemente hacerlo a un lado ignorando sus sentimientos por ella? No podía creer que después de entregarse en cuerpo y alma a su amada, pudiese ser de esa forma. Después de amarse como locos por años un día simplemente había decidido que ya no sería así. Cada día, la miraba. Como siempre, con un gran porte y belleza sin igual. Maldecía internamente cada vez que la veía cruzar palabra con otros y ellos la miraban como si no tuviese dueño. Como si nunca hubiese marcado cada rincón de su cuerpo. Como si jamás hubiese besado y acariciado el borde de las alas que adornaban su bella espalda, las cuales mostraba únicamente frente a él. Charlotte Magne sabía mejor que nadie en el infierno el verdadero significado del amor. Alastor la amaba hasta los huesos. Ella era su reina. La única dueña de su existir. Se moría por ella. Por esa razón dolía tanto. Ya que ahora ni siquiera podía demostrárselo. La súcubo no lo dejaba.

[...]

La bella súcubo infernal había tenido una jornada larga, así que se disponía a subir las escaleras para subir a su habitación y así poder dormir en paz. Elizabeth había subido por cuenta propia a su habitación hace un par de horas, así que solo levaba a su pequeño cervatillo en los brazos.

—Vaya día de mierda, ¿no, Charlie?—Una voz afeminada la sacó de sus pensamientos. Era el demonio araña, el cual tenía a su pequeña en brazos y la había alcanzado en la escalera.

Charlie arqueó una ceja y lo miró un tanto confundida.

—¿Vaggie te dejó solo con Angie...?—Preguntó curiosa mientras avanzaban.

A lo cual el demonio araña río y negó con la cabeza.

—Para nada, hoy era mi turno de cuidarla—Se encogió en hombros.—tu entiendes, paternidad.

—Si...claro...—Dijo soltando un suspiro de agotamiento, lo cual le causo desconcierto al chico.

—¿Qué tienes ahora?—Preguntó mirándola con sospechas.—¿Cuál es tu problema, huh?

Charlie lo miró y luego bajó la mirada.

—Alastor...—Admitió con pesar.—entiendo que debe ser difícil respetar la abstinencia dada su...situación "especial", pero esto es demasiado—Gruñó fastidiada.—esta tarde casi mata a un pobre chico que me había dicho que me veía linda...se puso como loco y ni hablar del lenguaje.

—Ya sabes lo celoso de mierda que puede llegar a ser...—Intentó ser lo más sensato que pudo.

—Y eso ni siquiera fue lo peor...—Se talló el entrecejo.—incluso quiso chantajearme diciendo que haría mis deberes por dos siglos si todo volvía a la normalidad y volvíamos a intimar...—Gruñó.

—¿¡Dos siglos?! ¡¡Si que quiere cogerte!!—Palideció.—¡¡Debes ser jodidamente buena en la cama, mierda!! ¡¡Una fiera!!

Charlie lo fulminó con la mirada mientras señalaba a los bebés que cargaban. Si seguía alzando la voz, lo más probable sería que se despertarían y no dejarían de sollozar por toda la noche.

—No soy " jodidamente buena en la cama" o "una fiera" soy perfectamente normal como cualquiera...—Intentó defenderse.

—Nena, no quisiera contradecirte, pero si no lo fueras, no tendrías a tus pies al hijo de puta más grande del infierno rogándote por una cogida o una palmada en el trasero.

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