Soukoku. OTP Challenge

Wearing each other's clothes

Vistiendo la ropa del otro.

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—Chuuya, debo admitir que tienes un buen sentido de la moda, así que te peegunto, ¿en serio no puedes ver lo horrible que es este sombrero?

A Dazai en serio le gustaba cómo se vestía el pelirrojo, aunque casi nunca lo dijera. No podía evitarlo, los pantalones negros ajustados que hacían resaltar sus tonificadas piernas, el pequeño chaleco negro que solo llegaba a mitad de su torso haciendo juego con esa playera grisácea lo hacían ver bastante apuesto y, el choker negro junto con los guantes, dios, era imposible no enamorarse a primera vista del pelirrojo.

Sin embargo, ahora que era ÉL quien vestía las ropas de Chuuya se sentía...extraño. Y no solo porque le quedara pequeño todo, sino que parecía que ese outfit solo Chuuya podía hacerlo lucir. Él no. Ah, ¿y el sombrero? Le quedaba espantoso, igual que a Chuuya, igual que a cualquiera que se lo ponga.

¿En serio el pelirrojo no se daba cuenta de cuánto odiaba ese sombrero?

—Chuuya~ Ya tardaste bastante —presionó Dazai, quería ver al pelirrojo en sus ropas.

—Oi, Dazai, ¿me repites por qué estamos haciendo esto? —preguntó por segunda ocasión el pelirrojo, saliendo del baño con las ropas del castaño.

Pero Dazai no respondió. Su mente estaba concentrada en lo tierno que se veía Chuuya con sus ropas, casi el triple de grandes. ¿Y las vendas en él? Lo estaban volviendo loco.

—¿Cómo puedes usar vendas todo el día? Dan mucho calor —volvió a hablar el pelirrojo mientras se acercaba hasta donde estaba Dazai para verse en el espejo.

A Chuuya le pareció algo ridículo. Le quedaba todo grande, tenía que caminar con cuidado para no tropezarse, tenía calor y el color beige definitivamente no era lo suyo.
Cuando el silencio se prolongó más y, el pelirrojo se empezó a extrañar que Dazai no dijera nada, lo volteó a ver con confusión.

Abrió los ojos de la sorpresa, entendiendo porqué el castaño no hablaba. Se lo estaba comiendo con la mirada con esos ojos castaños que, en éste tipo de situaciones se volvían color rojizos. Pero Chuuya no le dio importancia a eso, sino que, después de varios segundos de aguantar, estalló en risas.

Dazai se veía aún más ridículo que él.

—Pareces un muñequito de porcelana a los que les ponen shorts pequeñitos — se rió Chuuya.

Pero Dazai solo tenía una misión en mente.

—Chuuya, quítate la ropa —pidió de repente para sorpresa del pelirrojo.

—¡¿Ah?! ¡Tardé como quince minutos en ponerme esas estúpidas vendas! No me voy a desvestir solo porque me lo pidas —le respondió con claro enojo Chuuya.

—¿Y si me quito la ropa y me quedo solo con los guantes y choker? —le preguntó de repente. Esa era su última carta.

Y Chuuya en serio se detuvo a pensarlo. Imaginarse a Dazai con solo dos guantes negros de cuero y un choker...

—Bueno, va.

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