Obsesión.

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El reproductor sonaba sin complicaciones, la lluvia en las afueras de su casa solo le hacían estremecer, aquel cuerpo atado e inmóvil en la silla temblaba con cada toque suyo, suaves gotas de sudor resbalaban de aquella piel morena, sus delgados dedos le tocaban del mismo modo que tocarían a un piano, suspiro y quito su sudadera, la lluvia afuera y el calor dentro de la habitación no ayudaban.

"¿Imaginas por cuanto tiempo desee esto?"

El de piel morena solo le miraba, ya no sabia de que manera le veía, podía ser con terror, podía ser con la lujuria del momento, la propia confusión encarnada en piel morena y cabellos de un castaño oscuro.

"Miguel".

Gimió cuando beso su suave piel, Miguel se alejo por un momento del toque, volviendo en si unos minutos, pero con el costo de que ahora era retenido por sus cabellos, su grito de dolor se apaciguo por la cinta que tenía en sus labios.

"Tranquilo mi amor, guarda silencio".

Susurro contra la cinta besando sobre ella, para descender de nuevo a la suave piel, mordía las clavículas y su mano frotaba el bulto que se guardaba bajo la ropa interior, Miguel es hombre, un ser humano con necesidades y con pecados. El pecado de Miguel esta en reaccionar a las caricias de su secuestrador, pero ni Dios debería de ser su juez si ese hombre de cabellos negros y mirada cruel era el mismo por el cual llego a componer canciones, ese hombre era al único que deseaba monopolizar, obsesionar así como él llego a creer que lo estaba por Hiro, Miguel quería creer que algún día compartirían un sentimiento que fuera correspondido, pero ahora al verse en esa situación no podía soportar la necesidad de correrse en las manos del Hamada, los primeros días o para lo que el fueron días temió por su vida, desconocía quien fue el infeliz que lo arrastro una noche de cigarrillos contra su voluntad, quiso vomitar y morir cuando fue forzado a entregar su cuerpo a un desconocido, pero ahora que las vendas han desaparecido y puede verle y escucharle no hace otra cosa que rezar a su Dios por repetir, por saber quien le tomaba y así poder entregar hasta su alma de ser posible.

"Miguel".

Volvió a gemir Hiro ahora un poco mas desesperado por quitarse sus pantalones, Miguel aprieta las piernas intentando ocultar su desesperación por el acto que se avecina.

El moreno ahoga un gemido de dolor cuando su cuerpo es tirado, le había quitado el único soporte que tenía, la silla se encontraba a un lado suyo y Hiro arriba de él, el pelinegro levanto sus manos que estaban atadas, las coloco arriba de su cabeza y con la mano libre bajo sin cuidado la ropa del moreno, Miguel forcejeo un poco, no era resistencia o al menos él no lo veía así, era la vergüenza y la poca preparación mental para volver a repetir aquello con Hamada, Hiro lo vio como una señal de desacuerdo y sin pudor ataco el cuello de Miguel, mordiendo con saña para entretenerle con el dolor y no con su ropa, se alejo un poco de la piel morena cuando la ropa fue despejada en su totalidad, al menos la parte baja que era la más esencial, lamió con gusto sus labios donde se había quedado parte del sabor del mexicano y un poco de su sangre, Miguel seguía temblando, de sus ojos bajan leves lágrimas.

"Mírame Miguel".

Pidió al tomar la mejilla del joven, Miguel le miro y soltó un suspiro largo, fue el suficiente tiempo para dejar que el Hamada entrara en él sin cuidado, la piel morena se retorcía, buscaba alejarse, Miguel podía darle aquello que deseaba al Hamada por voluntad, pero este lo tomaba peor que si fuera un animal o la misma bestia, se aferraba a sus caderas para mantenerlo y no borraba su sonrisa, Miguel sentía el ardor en todo su cuerpo, en su entrada con cada estocada que daba el Hamada, en su cuello por la mordida, el sus manos por las cortadas que se hacia con sus uñas y sus muñecas por la soga.

"Eres perfecto".

Le dijo entre gemidos mientras terminaba dentro suyo, no importo cuantas lágrimas hubiera, no importo cuanta sangre saliera, ese cuerpo, esas sensaciones eran y serán suyas para siempre, Miguel era suyo.

Sin cuidado quito la cinta de los labios de Miguel, logro escuchar leves hipidos, pero el solo podía ver la obra maestra que había creado, un perfecto desastre.

"Te amo, ¿tu me amas Miguel?"

Pregunto mientras acariciaba su mejilla de manera suave, aun no salia del moreno, pero podía sentir todo húmedo dentro suyo.

"Te amo Hiro".

Dijo en un murmullo, Miguel siempre quiso que sus sentimientos fueras correspondidos, Miguel siempre deseo ser la obsesión de Hiro y aun con tal dolor no podía dejar de sonreír, había cumplido su deseo, su más oscuro y pecador deseo, ahora solo debe soportar el peso de ese amar.   

Amor en el 20.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora