Pijamada

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La semana pasó bastante rápido para John, Sherlock había tenido exámenes miércoles y jueves así que se dedicó gran parte de la semana a clasificar los libros, aunque después de la escuela el menor pasaba a visitarlo ¿Y por qué no decirlo? A darle su dosis diaria de besos. John estaba en una nube, nunca se había sentido así por nadie, solo esperaba que el rizado sintiese lo mismo.

Por otro lado, Sherlock estaba cada vez más impaciente por que sus padres se fueran a Londres, no lo comprendía del todo, pero John encendía algo en el que era difícil de apagar. Había seguido investigando sobre el sexo, la masturbación y las sensaciones que más le agradaban, pero aún no se atrevía a probar la bala vibradora, no estaba muy seguro de que sirviera para... introducirla en su cuerpo. Lo que si había probado la última noche fue el lubricante, por qué sí, ahora se masturbaba por la noche y no solo en la ducha, unas cuantas gotas de lubricante en su dedo bastaron para hacerlo resbaloso, decidió probar algo nuevo y lo introdujo en el estrecho orificio, se sentía extraño, ardía un poco, pero luego comenzó a acostumbrarse a la sensación, cuando se sintió listo comenzó a moverlo un poco, fue lo más lejos que llegó investigando su interior. Había utilizado unos cuantos condones, odiaba manchar sus sábanas, según el era más práctico al momento de finalizar el acto, luego los tiraba al basurero de su habitación, y para no levantar sospechas todas las mañanas sacaba la basura, y no solo de su habitación, si no de toda la casa.

El viernes por la mañana hacía muchísimo frío, John llevó una manta bastante grande con la cual envolvió sus cuerpos en el sofá, Sherlock se había sentado entre sus piernas y se recostó en el pecho del rubio, se sentía muy cómodo. La señora Hudson había salido al salón con sus amigas, tenían la biblioteca para ellos solos otra vez. Estaban leyendo una novela de terror.

-¿Cuál es tu mayor miedo, John?

-Perderte...- Contestó el rubio sin pensar. Sherlock sintió miles de cosquilleos diferentes recorrer su cuerpo y se sonrojó violentamente.- Y-yo me refería..- Al notar el nerviosismo del mayor giró un poco su rostro para plantar un tierno beso en sus labios.

-¿Quieres venir a cenar hoy?- Preguntó el rizado mientras fingía volver a la lectura, su madre le había insistido toda la semana en que debía invitar nuevamente al rubio a cenar, según ella para que se sintiera más cómodo cuando llegara el momento del viaje, más familiarizado con el hogar de los Holmes.- Podrías... quedarte a dormir..- Ok esa última parte la había añadido el al plan, después de todo quería tener a John para él casi todo el tiempo, además sería una buena forma de tantear terreno antes del tan ansiado fin de semana.

-Me parece una idea magnífica- Respondió el mayor acariciando el abdomen de Sherlock, su boca estaba muy cerca del oído del rizado.- ¿Dónde dormiré yo?- Dijo casi en un susurro aún acariciando bajo el ombligo del menor, casi rozando la orilla del pantalón de este. Sherlock agradecía que estaba de espaldas y John no podía ver su cara en este instante, estaba seguro de que estaba totalmente rojo, guardó en su memoria cada tacto del mayor sobre su cuerpo. El rubio seguía acariciando de forma provocativa con una mano, ya que la otra había sido aprisionada por la fría mano del menor. Cuando el apretón de la mano de Sherlock se volvió más firme John se detuvo, no estaba seguro de si iba muy rápido con los roces sugerentes que le daba al menor.

-Dormirás en mi habitación... podemos traer el antiguo colchón de mi hermano, lo tenderemos junto a mi cama.- Contestó intentando regular el temblor en su voz, John lo provocaba y eso le gustaba. Guió la mano del mayor que aún tenía prisionera entre la suya hasta sus labios y comenzó a besar sus nudillos, John se removió un poco ante el contacto de su mano con los suaves labios del rizado.

-B-Bien, suena perfecto- La respiración de John comenzaba a sentirse irregular, Sherlock sonrió aún con la mano de john cerca de su boca. Posó sus labios en la pequeña porción de la muñeca del rubio que sobresalía de la manga del suéter y sintió su pulso acelerarse. Lamió la muñeca del mayor, John soltó un jadeo, la lengua húmeda y caliente del contrario sobre su fría piel lo hacía imaginar miles de situaciones donde podría disfrutar la sensación placentera de ser tocado por la lengua del menor.

Incompetencia / Teenlock AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora