10. Harppu.

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Y frente a mí, se encuentra el dueño de mis dudas ¿Cómo una estructura gris pálida, puede provocar tanta intriga? Eso no necesita respuesta. Necesito recordar, ¿En qué pensaba cuando entre aquí? Y si no encuentro respuestas, asumiré que estoy sufriendo de locura, aunque eso Ferdinand no lo aprueba. Él está dispuesto a encontrar todas las respuestas, aún si saber el cómo.

-No lo pienses tanto, Hazel. –dijo Fer entrando decidido.

Espero que así sea.

Al entrar me percaté de la diferencia.

1. Había decoraciones con flores.

2. Telas de seda como guirnaldas.

3. Más personas de lo habitual.

5. Todos con el código de vestimenta (vintage)

El ambiente era muy social, todos estaban juntos y hablando.

Estuvimos por el pasillo de las pinturas y encontramos a la gran mayoría de los Taikuutta, entre ellos, estaba Heli con Kalevi.

- ¡Hazel! –dijo Heli asombrada.

-Tú te ves radiante. –dije abrazándola. –gracias, es por ti que yo me veo así.

-No es nada, sobresales sola. –dijo Heli- y Fer, vaya que galán.

Nos reímos.

-Soy Beethoven. –dijo haciendo una reverencia y Heli contesto esa reverencia.

-Beethoven latino y con mechones rosas. –dijo Kalevi. –Beethoven del siglo XXI.

Estuvimos un rato ahí. Hasta que decidí moverme hacia las esculturas.

Saliendo de las pinturas, escuchaba el sonido de un violonchelo, eso me tranquilizo un poco y me alentó a entrar directamente al pasillo de las esculturas. Mi respiración era agitada y solo esperaba recordar poco a poco todo. Estaba viendo esculturas de manos, me parecía interesante. Imagine a las personas habilidosas usando diferentes materiales, modelando cada arruga, cada vena, cada musculo; quería tocar cada obra. Hasta que vi una escultura de unas alas, era gris pero la punta de las alas era negra, ese color estaba consumiendo el gris (o eso fue lo que yo pensé) y recordé mi sueño. La oscuridad me abrazaba pidiendo ayuda, como rogando que no la dejara ahí. Me coloca en un dilema, no sé si soy egoísta por querer dejarla ahí y correr hacia la luz, donde yo respiro y siento emociones que nunca he podido sentir, o acompañarla en su sufrimiento, porque siempre ha estado conmigo y la entiendo; le hago bien, pero yo me deterioro y no me permite sentirme viva, sentirme humana. Ya no escuchaba los latidos de mi corazón, ya no sentía nervios, estaba dejando de vivir y me estaba consumiendo esa oscuridad, como fumador que deja escapar el humo, pero este regresa a su cuerpo, matándolo lentamente. Hasta que escuche a lo lejos, esa melodía. La melodía magistral que me tranquiliza y me ayuda a respirar, la acepto y escucho sus notas, abriendo los ojos para ver y a la par, alejando a la oscuridad, está débil y no lucha.

Respiro hondo y comienzo a correr hacia esa melodía, sé que es real, porque en todo el centro del museo de arte, estaba ella, tocando esa melodía salvadora. En ese momento supe a lo que Ferdinand se refería cuando habla del aura.  

TAPAHTUMIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora