Ya dentro de casa de Willy, Vegetta se acomodaba, recargado en la pared, mientras veían la televisión que Rubius había hecho, con una mesa de trabajo que también hizo. El canal que estaban transmitiendo no era muy interesante que se pudiera decir, era un canal que reproducía videos musicales y daba las noticias. No llamaba la atención, pero los entretenía.
"Así que..."
La voz del oso se escuchó, haciendo que los dos albinos le voltearan a ver.
"¿Vamos a tomar algo? Mañana Samuel tiene universidad, así que deberíamos aprovechar el día."
Actualmente, eso hizo sonreír al pelinegro, el sacerdote pensaba en el y su tiempo.
"¡Seguro! Samuel, ¿te apuntas? Aunque no tengas otra opción."
Río de manera fina pero informal, que hizo a los dos chicos solo enamorarse aún más de el albino.
"...Seguro."
El de ojos púrpura solo sentía calor por todo su cuerpo, su nariz respiraba aire caliente y sentía una leve sensación de armonía. Le encantaba estar con ellos. Pero a la vez, solo desconfiaba. Y dejaba que ese problema dominara toda su felicidad.
Ya una vez fuera de la casa, vieron como el Sol aún iluminaba el hermoso paisaje y los rayos de luz reflejaban sobre el árbol que construyó Guillermo. Se escuchaban a la poca lejanía ruidos de animales, era un hermoso momento para De Luque. Pero aún así, el nudo en su garganta estaba presente en todo momento, su mente le daba malas jugadas. No le gustaba para anda sentirse así.
El único pero confiable psicólogo de Karmaland, uno de sus amigos, había hablado con el al respecto.
"Así que..¿Desconfiando de todos?"
Dijo el hombre, que para Samuel, estaba hecho de una especie de magma roja amarillenta, mientras anotaba lo que el pelinegro decía.
"Así es, al parecer. Necesito ayuda, Auron."
Al soltar eso, se acomodó en su silla mientras dejaba su expresión confusa cambiar a una de preocupación.
"¿Sabes el por qué de eso?"
El hombre acomodó sus gafas mientras acariciaba a su mascota, Frederick, una gallina. Los ojos de ese chico solo irradiaban seriedad a la vez que mostraban infantilismo, como si fuera el niño más adulto. Auron era interesante en sí con su apariencia, ocasionada por su ahora novio, Borja. Trabajó para el ex-dictador Lolito, una historia bastante peculiar. Y contando con que es el último de todos en pisar Karmaland, la manera en la que construyó su hogar era respetable.
"No, no lo sé."
Acomodó sus cabellos mientras miraba fijamente al psicólogo, sintiendo las gotas de sudor derramar, viendo como las gotas de magma caían en el traje del contrario.
"¿Ya haz pensado en tu pasado?"
Ahí fue donde guió toda su conciencia en los tiempos pasados. Recuerda la vez que pisó Karmaland, fue una ilusión para el pelinegro, estando con Willyrex, Staxx...
"Ahí está, tu expresión cambió. ¿Recuerdas algún evento importante?"
La voz de Raúl sacó al pelinegro de sus pensamientos de manera repentina.
"Uhm...No-No, nada."
"¿Un mal momento? ¿Un evento feliz?"
"Bueno..."
Ahí recordó cuando terminó Karmaland solo, nadie con el, completamente abandonado por Guillermo y Frank. Ese sentimiento le dolía y mucho. No pudo abrirse mucho a las personas desde ese acontecimiento, desconfiaba de la felicidad como era y se apenaba por estar demasiado feliz. Por más que Diaz le brindó una amistad firme y leal, le dio amor y lo hizo sentir especialmente bien, no podía confiar en el de la misma manera en la que lo había hecho antes. Luego recordó a Rubén, el sacerdote que solo le rezaba a los dioses por fines egoístas, el noruego que tanto amaba. Con el también pudo sentirse en casa, pudo sentir calidez, pero tampoco confiaba plenamente en el. No confiaba en nadie completamente. Nadie lo conocía bien.
"Pues..."
"Creo que lo pudiste figurar por ti mismo."
Ahí vio al hombre de magma sonreír mientras acomodaba sus cosas. Fue una larga sesión hablando de cosas como la sexualidad, el estrés y los problemas internos. Cuando tocaron ese tema, no pareció verse tan pesado como De Luque lo sentía.
Pero aunque ya lo haya figurado solo, aún se sentía como si estuviera en el mar, hundido en la profundidad, sin poder ser visto pero tampoco pidiendo ayuda o tratando de volver a la superficie. La desconfianza lo ahogaba inconscientemente, mientras que las heridas que trataban de sanar solas con el silencio, se abrían más y más. Apenas salió del edificio, luego de abrazar a Auron y manchar su ropa de magma, rompió en lágrimas, esperando que nadie lo viera, gritando internamente por haber sido tan estúpido por confiar en la gente ciegamente. No parecía ser un problema tan serio, parecía ser una situación dramatizada, al menos eso trataba de pensar el chico de ojos púrpura. Mientras se agachaba y trataba de no caer al suelo con las rodillas, se cubría el rostro con sus guantes, limpiándose las lágrimas mientras paraba el sollozo lo más que podía. Su cabeza dolía gracias a su golpe emocional. Se paró mientras suspiraba un poco más relajado, no se había desahogado en meses, no lo habia hablado con alguien.
Caminaba hacia su hogar solitario, con la recién puesta luna, envidiosa de su elegancia.
Solo deseaba internamente que alguien por fin viniera a salvarlo. No se esperaba que fueran dos personas.
Ya volviendo toda su conciencia al presente, miraba a los dos chicos con cierta devoción, mientras pasaban por el pueblo buscando heladerías cercanas, que trataban de encontrar gracias a la insistencia del híbrido. Caminaban sintiendo las miradas enamoradas de muchas damas, y la admiración de los hombres. Saludaban a algunos desconocidos mientras cruzaban los caminos de piedra y finalmente, pudieron apreciar una heladería.
"¡Genial! Entremos, macho."
El noruego se echó carrera hasta la puerta y esperó a que los dos chicos, que intencionalmente caminaban lento, que hablaban entre ellos.
"Te ves preocupado."
Lanzó el albino mientras miraba de reojo a De Luque.
"¿Ah, sí?"
En respuesta, el pelinegro trató de cambiar su mirada y disimular.
"Samuel, si hay algo que te molesta, dilo. ¿No quieres ir a la heladería? ¿No hiciste una tarea?"
"Dije que no, Guille, no te preocupes."
El albino mostró de manera intencional una mirada de desconfianza.
"No te creo. No confías en mí."
Willy aceleró el paso para entrar a la heladería seguido de Rubius, que no había escuchado nada. El pelinegro suspiró ya irritado por la reacción dramática de el de ojos esmeralda, que lo hacía a propósito para hacer a Samuel hablar con el.
Los tres pidieron sabores que, actualmente, nunca probaron, solo querían pretender que eran interesantes y sofisticados para impresionar a las chicas del mostrador. Crema con galletas oreo, cookie cream y chocolate amargo.
Una vez recibieron los conos, se sentaron en las sillas con barras de metal, acomodándose en una de las mesas rosas. Willy comía desde la cuchara sin mancharse ni tener una sola gota cayendo del cono, Samuel comía directo el helado, dando mordidas algo pequeñas para cuidar la sensibilidad de sus dientes, Rubén, bueno, solo era un desastre.
De Luque veía a Diaz evadir la mirada de el, distante y frío. Ya harto de las dramáticas reacciones de el albino de gorro verde, decidió hablar.
"Bueno, Chicos. Yo..."
La atención de los dos chicos se dirigió a los ojos morados del pelinegro, que estaba bastante nervioso. Este solo repetía en su memoria como un disco roto la conversación que tuvo con el psicólogo meses atrás.
"Yo tengo problemas de confianza. No puedo fiarme de nadie completamente. El problema surgió desde el pasado, no fue culpa de ustedes, lo juro. Es mi peso en la espalda desde hace tiempo, no sé cómo manejarlo. Traté de ir al psicólogo y solo fui una vez. Nada me sirve. Los necesito, necesito que me ayuden..."
Estos solo escuchaban cada palabra con atención, no buscaban dañar al pelinegro ni abandonarlo, solo querían darle cariño y apoyo. Ahí fue donde sintió los brazos de Guillermo rodearle, mientras veía a Rubén limpiarse con un pañuelo los labios antes de abrazarlo también. Samuel solo sonreía mientras sabía que este era un problema que se resolvería con el tiempo, y lo haría con toda la ayuda posible.
El amor juvenil, enfrentando oscuridades como siempre lo hace.
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"τнοѕє єγєѕ" ɾմաíցҽԵԵα [KARMALAND]
RomanceSabían compartir. Se habían enamorado. Todo encaja, ¿no?