CAPITULO 7

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Al día siguiente, Rachel se levantó muy temprano, antes que todos, y muy motivada. Era el día que se encontraría con Mia Jenkins, la supuesta hermana de Sarah y su tía. Estaba en su auto yendo a la dirección que Mia le indicó mientras elaboraba, en su cabeza, todas las preguntas que tenía para ella. No estaba segura de si Mia estaría dispuesta a responderlas todas, pero estaba muy segura de que lo intentaría.

Ahora tenía incluso más preguntas que cuando habló con ella por teléfono.

Llegó al edificio y estacionó su auto. Lo apagó, quitó la llave del contacto y se quedó unos segundos observando el edificio. Se trataba de un edificio antiguo y bajo que no tenía nada destacable. Tenía revestimientos color marrón como el ladrillo y se ubicaba en un vecindario algo desolado. Rachel pensó que no le gustaría tener que volver de la universidad de noche caminando por estas calles.

Se decidió, guardó las llaves del auto en el bolsillo de sus jeans, suspiró y se bajó del auto. De pronto, se sintió nerviosa. Tal vez estaba guardando demasiadas esperanzas con esto.

¿Qué pasaría si todo esto era una decepción más?

Cerró la puerta del auto y la bloqueó. Sacó su celular y miró el mensaje de Mia una última vez para confirmar el número de departamento.

La puerta de madera tenía una ventana del lado derecho.

Rachel golpeó la puerta tres veces.

—¿Sí? —dijo una mujer desde adentro.

—¿Mia Jenkins? Soy Rachel Romwood. Habíamos arreglado encontrarnos para hablar hoy.

Mía no respondió.

Rachel escuchó unos pasos acercarse a la puerta y, cuando se detuvieron, la cortina que cubría la ventana se corrió y una mujer de mediana edad se asomó. Rachel se acercó a la ventana, dejándose ver, y la saludó con amabilidad.

Unos segundos después, la cerradura de la puerta sonó, abriéndose. Sonaron muchas cerraduras abriéndose rápidamente una tras otra.

«Esto parece el palacio real. ¿Cuántas cerraduras tiene? Más importante, ¿Por qué tiene tantas?», pensó Rachel.

Cuando terminó de abrir todas las cerraduras, abrió la puerta.

Rachel se encontró con la mujer. Su pelo era negro y corto, pero se veía desordenado, como si recién se hubiese levantado de la cama. Vestía unos jeans y una camisa corta abierta formando un escote prominente. Era petisa y pequeña, pero voluminosa y llamativa.

—Hola, Mia. Soy Rachel venía a...

—Vamos. Pasa y terminemos con esto.

Mia se apartó y abrió más la puerta para que entrara. Rachel entró lentamente.

Lo primero que vio fue la sala de estar. Se veía todo bastante antiguo. El sofá parecía lleno de polvo. A su izquierda había un mueble con fotografías, copas y vajilla decorativa. En la pared frente a ella, en la sala de estar, había una cabeza embalsamada de un ciervo colgando de la pared. Más adelante, a la izquierda, se encontraba la cocina y al fondo, el jardín.

—Quédate aquí. ¿Quieres tomar algo? Tengo cerveza, whisky, jugos...

—Sólo agua estará bien. Gracias.

Mia asintió y fue a la cocina a buscar la bebida. Rachel se sentó en el sofá y esperó mientras observaba las fotografías. Sobre el borde superior de la chimenea, había una foto de un militar uniformado junto a una medalla; a la izquierda de esta foto, unos trofeos y una segunda foto que mostraba a los miembros de un pelotón del ejército.

BEHIND USDonde viven las historias. Descúbrelo ahora